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En los años setenta, un estudiante de química de Maryland, en Estados Unidos, sintetizó en la cocina de su casa un opioide conocido como MPPP sin darse cuenta de que la cocción originaba una peligrosa impureza, el MPTP. Tres días después de inyectarse con el compuesto resultante comenzó a tener los síntomas característicos del mal de Parkinson. Dieciocho meses más tarde, después de morir por una sobredosis de cocaína, una autopsia de su cerebro descubrió la destrucción de neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra, una de las señales distintivas de esta enfermedad neurodegenerativa. Dado que el MPTP tiene semejanzas estructurales con algunos herbicidas y que pruebas posteriores en animales confirmaron sus efectos, los científicos empezaron a barajar la hipótesis de que el mal de Parkinson podría tener causas ambientales. Precisamente, una investigación recientemente publicada en Environmental Health Perspectives , añade más evidencias que respaldarían esta teoría: el trabajo muestra una fuerte asociación entre el uso de dos herbicidas (Rotenona y Paraquat) y el riesgo aumentado de desarrollar párkinson. El estudio abarcó a 110 personas con la patología y 358 controles (sin la enfermedad). \»Casi todas las personas que analizamos eran agricultores de Iowa y Carolina del Norte, pero los pesticidas también se utilizaban en sus casas e investigamos a sus mujeres -cuenta la doctora Anabel Chade, una de las autoras del trabajo, jefa de la Clínica de Parkinson del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) y coordinadora de la Unidad de Movimientos Anormales del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. El 70% había estado expuesto durante largos años a esos productos, frecuentemente sin usar protectores. Y aunque el estudio no mostró una lógica acumulativa (porque algunos incluso habían dejado de utilizarlos quince años antes de ser visitados), el grupo de los usuarios de herbicidas mostró un riesgo dos veces y media mayor que el de las personas no expuestas. \»Chade, quien participó en el proyecto liderado por la doctora Caroline Tanner, del The Parkinson\’s Institute gracias a una beca de la Fundación Michael Fox, aclara sin embargo que este tipo de estudios retrospectivos no pueden probar una relación de causa y efecto, pero que sí arrojan luz sobre los posibles mecanismos de la enfermedad y encienden una luz amarilla sobre el uso y la manipulación de estas sustancias, cuyas dosis muchas veces no están reguladas. \»Existen múltiples estudios epidemiológicos que van en esta dirección -opina el doctor Oscar Gershanik, director científico del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro. Es un dato a tener en cuenta para establecer posibles correlaciones, pero no un vínculo de causa y efecto. En la actualidad se piensa que en el párkinson hay que contemplar una multicausalidad; es decir, que habría desde casos congénitos hasta otros originados por una predisposición genética en los que algún factor ambiental desencadenaría los síntomas.\» Según los investigadores, los pesticidas estudiados provocarían alteraciones en mecanismos celulares que inducen la pérdida de neuronas en la sustancia negra y la disminución de los niveles de dopamina, que son a su vez la causa de las alteraciones en el control de los movimientos y las dificultades en la cognición asociadas con la enfermedad de Parkinson, segunda en frecuencia detrás de la enfermedad de Alzheimer. \»Es importante tener en cuenta que no solo estamos expuestos a estos pesticidas por razones profesionales o laborales sino que también estamos en contacto con ellos en la vida cotidiana, incluso en el hogar, señala Chade. La Rotenona es extraída de raíces y semillas de plantas tropicales. Es considerada un pesticida orgánico y se utiliza como insecticida en jardinería y como herbicida. Pero hay también otros agentes de uso doméstico que pueden producir alteraciones como la Permetrina, que es un repelente contra insectos. De modo que este estudio tiene recomendaciones importantes a tener en cuenta cuando se diseñan políticas de salud pública, ya que en muchos casos faltan estudios que especifiquen cuáles son las dosis máximas toleradas.\»
Marzo 7, 2011 Intramed