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El Servicio Murciano de Salud, ha implantado en la región un proyecto para tratar de combatir la obesidad infantil de una forma diferente.
Así, médicos de familia, pediatras y enfermeros de atención primaria (en total 12 profesionales sanitarios implicados) han impartido talleres dirigidos a niños de 9 a 11 años con obesidad y a sus familias, con los que pretenden que mayores y pequeños adquieran unos hábitos de vida saludables a través de juegos, experiencias y aprendizaje entre iguales.
La filosofía de esta experiencia es que todos aprendan de todos y que esas pautas se mantengan en el futuro para evitar enfermedades relacionadas con la obesidad y conseguir una mejora global de la salud.
Los más de 50 menores y alrededor de 80 padres que han pasado este año por el programa (que pretenden dar continuidad al año que viene) han recibido nociones no solo de alimentación, sino también de actividad física, sedentarismo, acoso escolar, autoestima, etiquetas de alimentos e imagen corporal. Cada sesión se inicia con ejercicios de relajación, realizando un enfoque integral del menor y de su familia.
Enrique Gómez Blanco, enfermero comunitario escolar del Centro de Salud Murcia-Infante Juan Manuel y uno de los implicados en el programa, destaca que todo se ha basado en la terapia grupal con los menores y sus padres en sesiones simultaneas, pero en espacios separados», lo que, según él, es «toda una novedad». En su opinión, «trabajar en terapia grupal con niños es dificultoso al principio, pero, una vez que el grupo empieza a funcionar, es más llevadero, pues el grupo se ayuda y hace el trabajo más fácil».
Más de 50 niños y alrededor de 80 padres han pasado este año por el programa
También ayuda la capacidad de aprendizaje de los menores, que, según Gómez Blanco, «son esponjas que captan todo rápidamente y lo llevan a la práctica». Tanto es así, que reconoce que son los padres y no los hijos, a los que más les cuesta llevar a la práctica lo aprendido, pues los progenitores «llevan más tiempo con ciertos hábitos y es más difícil cambiarlos». Aunque también ha tenido algún hueso duro de roer entre los niños, como recuerda el enfermero: «Tras la primera sesión, le pregunté a los niños qué les había parecido y uno me respondió enfadado: ¡Esto es una dieta disfrazada de programa educativo!» Le animé a que terminase las once sesiones y que luego hablaríamos. Al final del programa se despidió con un emotivo abrazo entre lágrimas».
La formación que los profesionales sanitarios han recibido para realizar esta labor ha sido fundamental para superar estas dificultades iniciales y lograr la consecución de los objetivos. Así, como informa la Consejería, han tenido que completar un itinerario formativo que consta de dos actividades: una centrada en adquirir las habilidades y conocimientos para ser educadores en obesidad infantil y otra, en el manejo de grupos y habilidades de comunicación.
Danae Cuadrado, pediatra y participante en el programa, pone en valor cómo esa formación les ha brindado la posibilidad de adquirir «las herramientas necesarias para el abordaje de la obesidad desde un punto de vista holístico así como recursos en el trabajo con grupos de individuos».
Ellos son los protagonistas, no el sanitario
Según esta profesional, nada tiene que ver atender a los pacientes en la consulta que dirigir estos talleres. «En consulta es una atención personalizada e individual, con una comunicación directa entre 2-3 interlocutores máximo. Sin embargo, en los talleres grupales nosotros únicamente guiamos los distintos ejercicios actuando como facilitadores; son los propios participantes los que, tras unas pinceladas teóricas, desarrollan las distintas actividades y temas, comparten sus experiencias y opiniones». Y añade: «En consulta juego un papel principal y en el grupo tengo que dar un paso atrás para dejar al grupo que se exprese y construya el taller».
Para ella, lo que más difícil le ha resultado en el grupo de los niños (que es el que ella ha dirigido) es el control de su atención. «Desde la segunda semana empezaron a tener mucha confianza entre ellos y aprovechaban cualquier pausa o silencio para compartir gustos, bromas o experiencias que se alejaban del objetivo de las sesiones; y yo debía encauzarlas sin ahogarlos… Era agotador muchas veces».
La ventaja con la que ha contado también ha sido que, «el hecho de verse entre iguales, sin la intervención ni presencia de sus padres o tutores, facilita que la comunicación sea más fluida, sincera y libre», reconoce. Y no se olvida del poder que tiene la «fuerza del grupo»: «En sus compañeros encuentran un núcleo de confianza y seguridad en el que expresarse y sentirse comprendidos», relata.
Aunque todavía tienen que valorar si la intervención realizada ha dado buenos resultados, la percepción que tiene la pediatra es que sí. «Es muy curioso cuando, después de las sesiones, pongo en común con mi compañera, la doctora María Repina, lo extraído de las mismas en el grupo de niños y en el de padres. Parece que el mensaje llega y van incluyendo poco a poco modificaciones que, a priori, pudiesen parecer insignificantes, pero que suponen un mundo en la forma de entender los hábitos de vida, la alimentación y otros aspectos, como la autoestima. Los padres lo comentan bastante sorprendidos».
Las claves del éxito
Según el enfermero, la clave del éxito de esta intervención radica en haber incluido a los padres en el programa, «pues son ellos los que compran y preparan los alimentos y los que pueden influenciar positivamente a sus hijos en hábitos saludables». De la misma opinión es Cuadrado: «Ahondamos en los motivos que han llevado a nuestros niños, y muchas veces también a sus padres, a esa situación de sobrepeso, trabajando también aspectos tan importantes como la autoestima. Hay mucho más detrás de esos hábitos de vida poco saludables y, en la gran mayoría de los casos, la raíz está en el seno del hogar y la familia. Sin esa implicación de todo el núcleo familiar la semilla que intentamos plantar no puede germinar».
Por ello, defiende que «el abordaje del sobrepeso de la forma tradicional (con intervenciones individuales, enfocado únicamente en la dieta y el ejercicio físico) es, en general, poco efectivo y muy frustrante para el profesional sanitario que realiza la intervención, sobre todo a la larga». En cambio, sostiene que «los programas terapéuticos estructurados y multidisciplinarios que abordan los pilares en los que se basa el manejo de la obesidad han demostrado ser los de mayor éxito a medio-largo plazo».
La colaboración con otros profesionales ha contribuido al buen funcionamiento del programa. «En mi caso -comenta Gómez Blanco- he trabajado en binomio con una pediatra, ella en el grupo de padres y yo en el de niños y el equipo ha funcionado a la perfección, con reuniones periódicas y con un contacto estrecho para el intercambio de información y experiencias».
Según Cuadrado, todos los profesionales sanitarios actuaban como un todo sin diferenciación de batas: «En este proyecto tanto médicos como enfermeros somos iguales. Los roles que desempeñamos no dependen de nuestra categoría profesional, sino que todos somos educadores en obesidad al mismo nivel».
En este programa de educación sanitaria no se ha contemplado la participación del farmacéutico, como un educador más, aunque, como reseña la pediatra, «la obesidad, en general, y la infantil, en particular, es una epidemia que preocupa mucho a todos los que nos dedicamos a la salud y es responsabilidad de todos los sanitarios combatirla en la medida en que podamos desde nuestro ámbito de acción». Tanto es así que dice que «los farmacéuticos son profesionales muy formados y, en ocasiones, con amplios conocimientos específicos en nutrición. Tienen, además, una posición privilegiada como consultores en salud fuera de los límites de la consulta de atención primaria, papel que debe aprovecharse para intervenir en estos casos».
Dicho esto, «en este momento, el proyecto se presentó para ser llevado a cabo por profesionales de los centros de salud de las distintas áreas adscritas al Servicio Murciano de Salud, y creo que no contempla, por ahora, a otras profesiones implicadas como farmacéuticos, psicólogos, etc», adelanta la especialista.
Gómez Blanco entiende que la figura del farmacéutico no está contemplada en esta ocasión, porque «el abordaje farmacológico de la obesidad infantil no está incluido en el programa; si bien es cierto que, en niños con una obesidad secundaria a otras patologías, la ayuda farmacológica y el papel del farmacéutico son esenciales».
Los orígenes
Como informa el Servicio Murciano de Salud, en la actualidad, los menores con sobrepeso y obesidad son atendidos en atención primaria a través del Programa Sanitario para la prevención y el manejo del sobrepeso y la obesidad Infanto-juvenil. No obstante, hay casos en que la obesidad ya está establecida debido a su origen multifactorial, por lo que precisan de una intervención integral, tanto en el niño como en su familia, de ahí la puesta en marcha de esta iniciativa, cuyo germen está en el Programa Niñ@s en movimiento, desarrollado en el Hospital Vall D’Hebron, de Barcelona, y que ha sido puesto en marcha en diversos puntos de España y ahora en la Región de Murcia.
Las cifras de la obesidad
Las cifras de obesidad infantil son elevadas a nivel nacional y regional y algunos estudios observan en la Región de Murcia prevalencias de sobrepeso y obesidad más elevadas que la media. En España, el estudio Aladino 2019 concluye que 4 de cada 10 escolares de entre 6 y 9 años presentaban exceso de peso, entendido como sobrepeso y obesidad. En este trabajo, el 17,3 % de la población estudiada presentaba obesidad.
Estos datos refuerzan la necesidad de estas intervenciones, necesarias para tratar y para intentar disminuir estas cifras.
septiembre 22/2022 (Diario Médico)