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La medicación, que se tiene que administrar en un plazo de cuatro horas y media desde la aparición de los primeros síntomas, ha resultado ser eficaz para revertir la lesión cerebral en un paciente de 16 años. Un diagnóstico rápido de esta enfermedad es fundamental para minimizar las secuelas en los niños.
Un equipo de profesionales del Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona ha tratado a un joven de 16 años que había sufrido un ictus y ha conseguido que recobrara la movilidad perdida.
El paciente llegó al centro con una parálisis completa en la parte derecha de su cuerpo y recibió un tratamiento fibrinolítico, que consiste en la administración, por vía intravenosa, de una medicación que disuelve el coágulo y restablece el flujo sanguíneo para conseguir que la lesión cerebral tenga el mínimo impacto posible.
El tratamiento fibrinolítico consiste en la administración de una medicación que disuelve el coágulo y restablece el flujo sanguíneo en el cerebro.
A los diez minutos de haber iniciado el tratamiento, comenzó a recuperar la movilidad de la pierna y brazo derechos. Actualmente, se encuentra completamente recuperado y solo debe seguir controles.
Uno de los inconvenientes que presenta el uso del tratamiento fibrinolítico o trombólisis endovenosa en niños, y que explica por qué no se había usado hasta ahora a pesar de que sí se utiliza en adultos, es que se trata de una medicación poco estudiada en menores. Además, este tratamiento debe administrarse en el plazo de cuatro horas y media desde que el paciente presenta los primeros síntomas.
La importancia de un diagnóstico rápido en niños
“La mayoría de los ictus pediátricos presentan más horas de evolución cuando llegan al hospital porque los síntomas de un ictus en niños pueden ser confundidos con otras enfermedades, como epilepsia o migrañas. Por tanto, el diagnóstico llega más tarde”, explica la neuróloga pediátrica Verónica González.
La medicación debe administrarse en el plazo de cuatro horas y media desde que el paciente presenta los primeros síntomas.
Para evitar esta demora, los expertos aconsejan a las familias y médicos de atención primaria que deriven a los menores al hospital tan pronto como presenten una parálisis o alteración repentina del movimiento, visión o habla.
Antes de administrar el tratamiento fibrinolítico, el pediatra debe realizar una exploración neurológica del paciente para ver qué grado de afectación tiene, evaluar si en su caso está indicado y establecer cuál es la dosis que se le debe dar. También se hace una neuroimagen de urgencia para confirmar el diagnóstico de ictus.
Tratamientos disponibles en menores
Actualmente, los tratamientos que permiten tratar el ictus y evitar sus secuelas son el tratamiento fibrinolítico intravenoso, el que se ha administrado al joven de 16 años, y la trombólisis intraarterial, que consiste en la introducción de un catéter en la arteria para disolver el coágulo. Este último se puede utilizar cuando el paciente lleva más horas de evolución (un máximo de entre 12 y 24 horas).
El 80 % de los pacientes pediátricos muestran secuelas motoras, del lenguaje o neurocognitivas
Desafortunadamente, cuando se diagnostica la enfermedad en la mayoría de los casos pediátricos se supera este margen de tiempo y los niños ya han sufrido daños. Por ello, el 80 % de los pacientes pediátricos muestran secuelas motoras, del lenguaje o neurocognitivas. En algunos casos, también presentan epilepsia y problemas de conducta relacionados con el daño cerebral causado.
El 29 de octubre, se celebra el Día Mundial del Ictus, una enfermedad que supone la segunda causa de muerte en España y la primera en mujeres, según la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES).
Se utiliza este término para describir las consecuencias de la interrupción súbita del flujo sanguíneo a una parte del cerebro (isquemia cerebral, el 85 % de los casos) o de la rotura de una arteria o vena cerebral (hemorragia cerebral, el 15 % de los casos). Cuando la sangre no llega de una manera adecuada, la función de la parte del cerebro que ha quedado afectada se puede alterar de forma transitoria o permanente.
En España, el ictus afecta cada año a unas 130 000 personas, de las cuales un 30 % fallecen y un 40 % sufren algún tipo de discapacidad.