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El uso del gas lacrimógeno para dispersar a manifestantes en las protestas puede contribuir en estos momentos a la propagación de la COVID-19, generar una bronquitis o un problema respiratorio grave que acabe con la vida de una persona.
Se trata de uno de los irritantes químicos más conocidos, y es denominado como gas CS (2-clorobenzilideno malononitrilo), el cual causa una sensación de ardor en los ojos, la garganta y la nariz, tos, lágrimas y respiración restringida.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Toronto, el gas lacrimógeno provoca que las personas tosan de manera violenta, hecho que podría propagar aún más el virus SARS-CoV-2.
El uso de este compuesto químico generó alarma el campo de la Medicina, porque un ciudadano que entre en contacto con el gas y comience a toser podría aumentar el riesgo de transmisión de la Covid-19 de ser positivo.
También, alega la investigación, los pulmones quedan vulnerables a la infección.
Una dosis de gas lacrimógeno es lo suficientemente tóxica, puede incluso provocar una insuficiencia respiratoria y la muerte, y este riesgo aumenta cuando los irritantes químicos se difunden en espacios cerrados, plantean los expertos.
El gas lacrimógeno es un tipo de arma química y es utilizada desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y en la actualidad son armas antidisturbios.
Dicho elemento, se manipula como aerosol o en forma de granada, y es ampliamente utilizado para dominar a los manifestantes en las protestas.
Relata la literatura médica que para combatir sus efectos se puede beber leche o mascar limón para contrarrestar el ardor en boca y garganta, a su vez para amainar el ardor en los ojos se puede aplicar agua mezclada con bicarbonato en los mismos.
septiembre 08/2020 (Prensa Latina). Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A