Omar Vesga, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, está al frente de un proyecto que emplea canes para detectar COVID-19. La fase in vitro mostró resultados alentadores ante la pandemia.

perro olfatoUna de las claves para detener una epidemia o pandemia es la detección rápida y masiva de infectados, para aislarlos y evitar que contagien a otras personas. Por lo general, esto se ha dejado, a lo largo de la historia, a experimentos científicos con base en la tecnología, a la que no todo el mundo tiene acceso, sea por falta de recursos financieros o por hallarse en zonas aisladas, donde la infraestructura tecnológica es escasa o nula.

Cuando en Colombia se confirmó el primer caso de COVID-19, enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 —el 6 de marzo de 2020—, Omar Vesga, director del Grupo Investigador de Problemas en Enfermedades Infecciosas (GRIPE) y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, ya estaba pensando en una manera de contener la expansión masiva y acelerada de la infección.

Este médico-científico, también jefe del área de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario San Vicente Fundación, es un cinólogo (estudioso de los perros) y vio en ellos una oportunidad para la detección rápida de la infección respiratoria que ya había saltado de Asia a Europa y estaba empezando a expandirse por América.

«La idea surgió el 1 de marzo. Dije: voy a entrenar perros para esto. El 12 de marzo hice el proyecto y empecé a discutir la idea y su viabilidad entre mis muchachos, mis alumnos de veterinaria. No teníamos dinero para hacerlo, les pedí autofinanciarnos y aceptaron. Por el camino conseguí la financiación, pero mucho fue autofinanciación. Yo sabía que desde la prehistoria los perros se han empleado en multiplicidad de tareas de olfacción, pero en Medicina no, porque el médico cree más en la tecnología que tenga que ver con la electrónica y también le da mucho valor a las pruebas diagnósticas que tienen una validación científica muy sólida», dice Vesga.

Por eso, agrega el investigador, la meta del proyecto con los perros fue «hacer una validación diagnóstica muy sólida, que no deje dudas en la mente del médico». Para ello aprovecharon el respaldo del conocimiento científico del grupo GRIPE, además de que allí existe desde hace varios años un grupo aficionado de entrenamiento canino —afiliado a la Nationaal Verbond van Belgische Kynologen (NVBK), una de las más prestigiosas organizaciones internacionales de su tipo—, creado por Vesga y en el cual participan profesionales y estudiantes de medicina veterinaria.

Para el mes de abril ya contaban con recursos propios de GRIPE, más aportes de la Presidencia de la Junta del Hospital San Vicente Fundación, de ISA y de algunos particulares, con lo cual empezaron el entrenamiento de seis perros en una zona rural en La Ceja.

En el proyecto participaron, además, investigadores de la UdeA, del hospital San Vicente Fundación, del grupo Colina K-9, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, y de la Universidad de Wisconsin-Madison, de Estados Unidos.

El laboratorio nuestro se compone de médicos que son científicos al mismo tiempo. Atendemos los enfermos del Hospital Universitario San Vicente Fundación y allá a esos pacientes les tomamos las muestras, que llevamos de manera debidamente manipulada y segura al campo de entrenamiento. Son secreciones respiratorias de distinta naturaleza, desde muy profundas hasta superficiales, explica Ómar Vesga.

Hasta ahora van algo más de tres meses desde que se planteó el proyecto. Siete semanas tomó el entrenamiento canino para la fase in vitro de la investigación y los resultados son esperanzadores: «En ese tiempo de entrenamiento para que el perro detectase el coronavirus, hicimos 92 experimentos con 100 muestras cada uno; las primeras 3 200 empleando solución salina estéril como control negativo. En las últimas 6 000 muestras, cambiamos el control negativo por saliva de voluntarios no infectados por SARS-CoV-2 y secreciones respiratorias de 12 enfermos con COVID-19 demostrado mediante rRT-PCR. Los perros tenían que discriminar los enfermos en medio de los controles negativos con el menor número posible de errores», indica.

Las muestras se aislaron en recipientes herméticos idénticos, de tal manera que de ellas saliera solo el aroma, para que el perro aprendiera a diferenciar el olor de un contagiado del de una persona libre del virus. «De ningún recipiente salía ningún agente infeccioso, solo los compuestos orgánicos volátiles. Esta aclaración es importante, pues un sujeto asintomático no infectado por coronavirus tiene en su saliva otros agentes que pueden ser infectantes. Nuestro método impide que cualquier agente infectante entre en contacto con el perro o con el investigador durante el proceso de entrenamiento canino», explica Vesga.

Prueba rigurosa

Esta es una prueba validada con toda la rigurosidad científica. Al diagnóstico canino no se le había aplicado suficiente rigurosidad, hasta el año pasado cuando el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) lo aplicó para validar el empleo de perros como método diagnóstico de Candidatus Liberibacter asiaticus, un patógeno que destruye los cultivos de cítricos en el mundo entero. Aparte de ellos, nosotros somos los únicos que hemos validado el diagnóstico con canes entrenados, con la diferencia de que nosotros lo hicimos para detectar SARS-CoV-2, afirma.

El científico agrega que «el estudio para detectar coronavirus con perros se está haciendo en este momento en unos 10 países, cada esfuerzo por separado. Cuando los ingleses dijeron que ellos iban a trabajar en esto, ya nosotros habíamos finalizado la fase 1 de nuestro estudio. Después vinieron los franceses, también un laboratorio en Filadelfia, Estados Unidos, los israelíes, los noruegos, los finlandeses. Es decir, hay una carrera con el mismo objetivo, para ver quién lo hace mejor y más rápido».

Según el preprint publicado el pasado viernes 19 de junio en bioRxiv (servidor para publicaciones en red sobre biología), el resultado más importante del experimento del equipo liderado por Vesga fue que «el valor predictivo negativo del 99,9 % implica que si el perro no señala una muestra, es altamente improbable (0,1 %) que ese sujeto esté infectado por SARS-CoV-2″, lo cual demuestra que estos animales, debidamente entrenados, pueden ser útiles para descartar, en apenas un segundo, la infección viral en seres humanos.

 La nueva fase

Este rendimiento dio pie a que, a partir de la última semana de junio de 2020, empezara la fase in vivo del proyecto, en el que, con todas las medidas de bioseguridad adecuadas, se empezará el entrenamiento, tanto en La Ceja como en un espacio adecuado en el Hospital San Vicente Fundación.

«Los asintomáticos tienen las mismas cargas virales de los sintomáticos y por eso creemos que vamos a detectar asintomáticos, eso está en proceso. Pensamos que nos van a dar iguales resultados a la fase in vitro, no creemos que haya diferencias debido a la potencia odorífera que tiene el perro», asegura el investigador de la UdeA.

En los días iniciales de la segunda etapa se podrá establecer con certeza el tiempo que tardarían los perros en hacer la transferencia del conocimiento adquirido en la fase in vitro a la fase in vivo. De ahí, la meta es crear un programa fácil de entrenamiento casero, de tal manera que muchas mascotas puedan contribuir a la detección de casos de COVID-19, para que los infectados se aíslen hasta que se recuperen y no contagien a otras personas.

Los científicos que participan en este proyecto se documentaron previamente sobre los riesgos de infección en los perros y encontraron que hay tres estudios que demuestran que los cánidos son inmunes al virus, y que solo el contacto muy estrecho conduce ocasionalmente (12 %) a infección, que se autolimita sin causarle síntomas a los perros. Adicionalmente, el entrenamiento se basa en estímulos positivos, de tal manera que no se incurre en maltrato de ninguna índole a los animales.

«Además, para asegurarnos de que no habíamos incurrido en ningún riesgo, les hicimos pruebas de coronavirus mediante rRT-PCR, tanto a los perros como a los investigadores, al terminar la fase in vitro del proyecto y todos fueron negativos», sostiene Vesga.

En definitiva, este científico asegura que «un diagnóstico tan veloz como un segundo puede detener la expansión de una pandemia, porque la clave es la velocidad del diagnóstico y la capacidad que tenga la herramienta de estar en cualquier lugar del mundo. Esta es una solución para enfrentar sin rendirse una pandemia que no tiene tratamiento ni vacuna y nos vamos a demorar un tiempo en tener los dos».

julio 23/2020 (Dicyt)

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