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Mediante experimentos de reconocimiento facial y electroencefalogramas, neurocientíficas de la Universidad Autónoma de Madrid han comprobado que nuestro cerebro reconoce más rápidamente el propio rostro que cualquier otro. Esta atención especial parece guardar relación con el propio yo.
Científicas del grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), junto a un investigador de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), idearon un estudio para conocer qué mecanismos cognitivos se ponen en marcha en nuestro cerebro cuando una persona percibe su propia cara.
La propia cara se reconoce más rápidamente, en comparación con la de un amigo o un desconocido, y esto puede atribuirse a una serie de mecanismos ‘atencionales‘ que operan rápidamente en nuestro cerebro.
Los participantes del estudio tuvieron que realizar una tarea de reconocimiento facial en la que debían identificar su cara, la de un amigo y la de un desconocido tan rápido como fuese posible.
Simultáneamente, se fueron registrando los tiempos de respuesta y la actividad cerebral de los participantes, esta última mediante un sistema de electroencefalografía (EEG), para determinar posteriormente en qué momento y de qué manera se producían los reconocimientos.
Los resultados, publicados en la revista NeuroImage, muestran dos hallazgos fundamentales: que existe una ventaja en el autorreconocimiento (es decir, la propia cara, en comparación con otras, se reconoce más rápidamente), y que esto puede atribuirse a la puesta en marcha de una serie de mecanismos ‘atencionales‘ que operan rápidamente en nuestro cerebro.
Al percibir nuestra propia cara (la máxima expresión del yo) se desencadena un juego atencional en dos tiempos. Primero, la atención orientada hacia el propio rostro propulsa el acceso a la información relacionada con nosotros mismos en la memoria (por ejemplo, cuál es mi nombre, de dónde soy, etc.), produciendo el ventajoso autorreconocimiento.
Posteriormente, se produce una movilización de los recursos atencionales hacia las áreas que están especializadas en el procesamiento facial (como en el llamado giro fusiforme), lo que se traduce en un enganche de atención hacia el propio rostro.
Al igual que en el mito de Narciso, cuyo protagonista queda atrapado por el reflejo de su cara, el propio rostro captura y retiene la atención del que lo percibe. Dicho de otra manera, una vez que se reconoce el propio rostro este tiene la capacidad de capturar nuestra atención y, lo que es más importante, retenerla durante más tiempo en comparación a otras caras.
Lo más destacado de este descubrimiento, señalan las autoras, es que el secuestro atencional que produce nuestra propia cara no se debe a la mera familiaridad, ya que no se observa este efecto en otras caras que también son conocidas para nosotros, como la de un amigo. Por el contrario, parece guardar más relación con su relevancia visual al estar directamente asociada al yo.
En conclusión, el estudio muestra que a nivel cerebral la propia cara no es una simple cara conocida más, sino que se procesa de manera única en nuestro cerebro. Al igual que en el mito de Narciso, cuyo protagonista queda atrapado por su propio reflejo, el propio rostro captura y retiene la atención del que lo percibe.
El estudio del yo
El ‘yo’ ha sido un concepto ampliamente estudiado a lo largo de la historia, desde la antigua cultura griega hasta la más reciente psicología freudiana. En los últimos años, e impulsado por el auge de las técnicas de neuroimagen, el estudio del yo ha ido ganando relevancia por la relación que parece guardar con diversas patologías psiquiátricas y neurológicas.
Sería interesante conocer hasta qué punto este sesgo hacia el yo está relacionado con ciertas conductas autoorientadas, como hacernos selfies.
En personas sanas se ha comprobado que la información relacionada con uno mismo se procesa en el cerebro de manera prioritaria, es lo que se llama el sesgo hacia el yo. Sin embargo, este sesgo puede verse acentuado o mermado en pacientes que sufren enfermedades psiquiátricas, como la depresión o la esquizofrenia.
En el caso de la depresión, por ejemplo, se ha establecido un vínculo entre la hiperfocalización en uno mismo y la rumiación. Esto último es un síntoma depresivo que aparece cuando el foco de atención se queda ‘enganchado‘ a un pensamiento o elemento, real o imaginario, produciendo malestar.
El presente trabajo abre nuevas puertas al estudio del yo desde la investigación neuropsiquiátrica, ayudando a entender, por ejemplo, si un mal funcionamiento de los mecanismos atencionales podría estar detrás de la rumiación (por una excesiva autofocalización) en personas con patología depresiva.
Pero también abre nuevas cuestiones en el campo de la psicología y la neurociencia social, pues sería interesante conocer hasta qué punto este sesgo hacia el yo, que evidencia el estudio en personas sanas, está relacionado con ciertas conductas autoorientadas, como los selfies, típicas de nuestra sociedad actual.
Referencia:
Alzueta, E., Melcón, M., Jensen, O., & Capilla, A. The ‘Narcissus Effect’: Top-down alpha-beta band modulation of face-related brain areas during self-face processing. Neuroimagen. 2020