Los efectos de la COVID-19 y el confinamiento son distintos para cada persona. En la carga de trabajo, la exposición a la violencia y la vulnerabilidad laboral hay diferencias de género; incluso en la proporción de voces autorizadas que opinan sobre esta crisis en los medios. Portavoces de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas alertan de que conocer estas diferencias es clave para saber dónde intervenir, ahora y en el futuro.

el-covid-19-La pandemia provocada por el SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, nos está poniendo a prueba como sociedad. Tras esta crisis deberemos estar mejor preparados para que la vida sea más segura ante amenazas como la que estamos sufriendo, pero deberemos también, porque tenemos la oportunidad de hacerlo, trabajar para que la sociedad del día después sea más justa que la que dejamos atrás. Y solo lo será si somos capaces de analizar lo que está ocurriendo ahora en todas sus vertientes; una de ellas es, indiscutiblemente, la del género.

Conocer cómo está afectando a las mujeres la enfermedad y la sacudida social que la acompaña es una de las claves para saber dónde hay que intervenir no solo ahora, sino también en el futuro.

Por los datos que tenemos hasta el momento (aunque no todos los países lo hacen, en España se publican los datos desagregados por edad y sexo para casos confirmados, hospitalizados, ingresados en UCI y fallecidos) sabemos que el virus parece infectar de forma similar a mujeres y a hombres en cualquier rango de edad. Sin embargo, su letalidad es, al menos según los datos preliminares de varios países, más alta en los varones.

Investigar mejor

Se han propuesto algunas hipótesis para explicar esta diferencia, pero distamos de comprender sus causas reales. Tampoco sabemos si la aparentemente similar susceptibilidad al contagio de mujeres y hombres está sesgada, pues algunos de los colectivos más expuestos (como todo tipo de trabajadores hospitalarios y cuidadores en residencias) tienen una altísima proporción de mujeres. Por ejemplo, en la región china de Hubei donde comenzó la enfermedad, las mujeres eran el 90 % del personal  expuesto en primera línea.

Para contar con datos científicos válidos estos deben salir de diseños experimentales robustos que incluyan la dimensión de género.

Dadas estas diferencias, se hace obvia la necesidad de que todas las investigaciones sobre tratamientos o vacunas para combatir la COVID-19 incorporen la perspectiva de género. Y eso solo se podrá hacer si todas las administraciones asumen que para contar con datos científicos válidos estos deben salir de diseños experimentales robustos que incluyan la dimensión de género, y que no debería financiarse ningún estudio que no la contemple. Solo así podrán diseñarse políticas efectivas para enfrentarse a la próxima emergencia sanitaria.

La COVID-19 nos está afectando de muchas maneras. Una fundamental es que esta pandemia nos ha confinado, y los efectos del confinamiento, que son distintos para cada persona, tienen también diferencias en función del género. Según la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres realizan el 76,2 % del total de horas de trabajo de cuidados no remunerado en todo el mundo en situación normal.

Con las escuelas cerradas y los niños y niñas en las casas siguiendo sus clases y con tareas que precisan apoyo, las horas necesarias para atenderlo todo han aumentado brutalmente.

Reparto de tareas

Si no cambian los estereotipos tradicionales, la carga de trabajo asumida por las mujeres aumentará peligrosamente, y con ella crecerán los efectos perniciosos que esa sobrecarga tiene sobre las mujeres: mayor estrés, más problemas mentales y menos tiempo para dedicarlo a la vida profesional. Pero deberíamos reflexionar sobre el hecho de que el confinamiento es también una oportunidad para que los varones se responsabilicen de su parte de este trabajo en el hogar, y convertir esta amenaza en una ocasión para el cambio.

Según la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres realizan el 76,2 % del total de horas de trabajo de cuidados no remunerado en todo el mundo en situación normal.

El confinamiento tiene además un riesgo añadido en el caso de las mujeres que padecen violencia machista, atrapadas en casa con su maltratador. Los datos de algunos países que han hecho públicas cifras estos días señalan que el problema se ha agravado considerablemente: en Francia los casos de violencia contra las mujeres aumentaron en un tercio en la primera semana de confinamiento y en Australia las búsquedas en Google de ayuda por violencia de género subieron un 75% en ese mismo periodo.

Según un estudio de la organización internacional de planificación familiar Marie Stopes, más de 9,5 millones de mujeres y niñas se arriesgan a perder el acceso a anticoncepción e interrupción voluntaria del embarazo este año por causa de la pandemia.

El esfuerzo económico que está suponiendo la lucha contra la pandemia de COVID-19 y la posterior recuperación económica puede repercutir en las partidas de gasto social, como ya ocurrió con los recientes brotes de ébola y zika.

El desempleo producto de la COVID-19 golpeará duramente a mujeres y hombres, pero la vulnerabilidad del empleo femenino es mayor y, como advierte ONU Mujeres, todas las crisis económicas las mujeres sufren en mucha mayor medida.

Menor visibilidad

También en la comunicación sobre la COVID-19 se observa un retroceso. Según un análisis preliminar hecho por las autoras los días 17 y 18 de abril en cuatro diarios españoles (El País, La Vanguardia, eldiario.es y ABC), solo el 27 % de las fuentes consultadas en artículos relacionados con la pandemia eran mujeres, frente al 73 % de varones. Esta cifra es ligeramente más baja que la recogida en el estudio.

“La visibilidad de las científicas españolas” de Pablo Francescutti publicado en 2018 y que señalaba que las mujeres citadas en artículos relacionados con ciencias de la vida en España eran el 29,5 %.

Las mujeres tienen que incorporarse en condiciones de igualdad en todos los organismos asesores y de toma de decisiones sobre la pandemia y sobre la salida de la crisis

Pero además, si tenemos en cuenta que, según datos de la ONU, las mujeres que trabajan en la atención al público en los sistemas sanitarios y sociales, los más relacionados con la lucha contra la COVID-19, son el 70 %, la cifra de su reflejo en los medios de comunicación es aún más injusta.

Para afrontar la salida de esta crisis sanitaria, económica y social es necesario analizar y corregir la desigualdad de todos estos ámbitos. Las mujeres tienen que incorporarse en condiciones de igualdad en todos los organismos asesores y de toma de decisiones sobre la pandemia y sobre la salida de la crisis.

Las necesidades de mujeres y hombres son diferentes, y la forma en la que la pandemia afecta a unas y otros es distinta. Esas diferencias deben ser tenidas en cuenta a la hora de diseñar tanto la lucha contra la enfermedad como una salida de esta crisis que no ahonde más aún las desigualdades.

mayo 09/2020 (SINC)

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