De la relajación al confinamiento, controles voluntarios o draconianos, filosofía oriental o pragmatismo occidental. Seleccionar los modelos más eficaces es clave para la temida vuelta a la normalidad.

distanciamiento socialDespués de las disputas mundiales sobre las cifras de contagiados y fallecidos, quizá el otro gran tema de discusión en hogares, redes sociales y medios de comunicación ha girado en torno al mejor modelo de contención de la pandemia. Las manifestaciones de admiración han ido pasando en estos dos meses, con diversos altibajos, del modelo coreano y japonés al modelo alemán, luego al portugués, al griego, al israelí y al sudafricano.

Sin embargo, por su proximidad y relaciones con China, hay dos países que destacan sobre el resto: Hong Kong y Taiwán. El primero, con una población de 7,5 millones, ha registrado hasta hoy poco más de 1 000 contagiados y solo 4 muertes; el segundo, con 23,6 millones, registra 429 contagiados y 6 muertes.

Según describe un equipo de estadounidenses y taiwaneses en un artículo que se publicará en Emerging Infectious Diseases,  tan pronto como China informó del brote no identificado a la Organización Mundial de la Salud el 31 de diciembre de 2019, Taiwán reunió un grupo de trabajo y comenzó los controles de salud a bordo de los vuelos desde Wuhan.

La rápida implantación de medidas de prevención, como las cuarentenas de viajeros y sospechosos o el control de las mascarillas, ayudó a detectar y aislar el primer caso de COVID-19 del país el 20 de enero. Los laboratorios en Taiwán desarrollaron enseguida test rápidos de análisis y aislaron dos cepas del coronavirus antes de febrero. Contaba con la experiencia del brote de SRAS de 2003, del que tuvo 346 casos y 37 muertes, sensibilidad en la población, una red de salud pública sólida, el apoyo de las compañías de servicios médicos, la coordinación entre departamentos y una avanzada capacidad de tecnología de la información.

De modo parecido, en Hong Kong, según se informa en Nature, las medidas rápidas de vigilancia, cuarentena y distanciamiento social, el uso de mascarillas faciales y el cierre de escuelas, ayudaron a reducir la transmisión del coronavirus, hasta el punto de que a principios de febrero la tasa de personas que contagiaba cada infectado ya había alcanzado el nivel crítico de 1. Acciones similares se han observado en Corea del Sur, Japón y Singapur, con resultados como es sabido llamativamente mejores que los de los países occidentales.

Predicciones precisas

Determinar la efectividad de las distintas medidas establecidas en todo el mundo para limitar la propagación del coronavirus es una de las preguntas más apremiantes para científicos y autoridades sanitarias. Con esta información se podrán diseñar estrategias para volver a la vida normal y para evitar segundas y terceras oleadas.

A diferencia de los modelos matemáticos iniciales que dibujaban montañas rusas de varios desniveles basadas en los datos de epidemias anteriores y en los que llegaban de China, diversos equipos trabajan ahora en modelos que utilizan datos reales de muchos países para comprender y comparar el efecto de las diferentes medidas de control. El objetivo es hacer predicciones más precisas sobre las nuevas fases de la pandemia en todo el mundo.

La London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM) ha preparado para la Organización Mundial de la Salud una plataforma que recopila datos procedentes de diez grupos que ya realizan un seguimiento de las intervenciones, incluidos los equipos de la Universidad de Oxford, el Complexity Science Hub de Viena y de varias organizaciones humanitarias y de salud pública como Assessment Capacities Project (ACAPS), con sede en Ginebra.

Esa base de datos estandarizará la información recopilada por los diferentes equipos y debería ser la más completa del mundo, afirma en Nature Chris Grundy, científico de datos de la LSHTM. Cuenta con la ayuda de 1 100 voluntarios para trabajar en la selección y combinación de la información. El equipo de Viena por su parte ha capturado detalles de unas 170 intervenciones en 52 países: desde pequeñas medidas como pegatinas que marcan las separaciones de dos metros hasta políticas importantes y restrictivas, como el cierre de escuelas o el confinamiento total. También recaban los esfuerzos de algunos países para reiniciar la vida cotidiana y las medidas que los acompañan, como el uso obligatorio de mascarillas. Mientras tanto, el proyecto de Oxford, el COVID-19 Government Response Tracker, está monitorizando y comparando 13 intervenciones en más de 100 países.

Laxos y agresivos

En Europa, por ejemplo, los algoritmos del equipo de Viena agrupan a Suecia, Reino Unido y los Países Bajos como naciones que actuaron con relativa lentitud, al decantarse por estrategias de ‘inmunidad colectiva’ y establecer pocas medidas o medidas basadas en el cumplimiento voluntario, aunque más tarde, el Reino Unido y los Países Bajos, en vista de la fatídica curva que experimentaban, cambiaron a bloqueos más agresivos. Alemania y Austria destacan como países que adoptaron estrategias de control agresivas y tempranas en comparación con Italia, Francia y España, que tomaron medidas similares, pero algo más tarde. Esos retrasos han sido letales, como se ha comprobado.

Los primeros hallazgos del equipo de Oxford también sugieren que las naciones más pobres tendieron a adoptar medidas más estrictas que los países más ricos. Por ejemplo, Haití impuso el cierre tras confirmar su primer caso, mientras que Estados Unidos esperó hasta más de dos semanas después de su primera muerte para emitir órdenes de confinamiento. Podría deberse a que los países de bajos ingresos con sistemas de atención de salud más frágiles actúan con más cautela, dice Anna Petherick, del equipo británico. Es posible que el hecho de que el brote llegara a estas naciones más tarde les dio más tiempo para aprender de los demás.

Más o menos intervenciones

Ecuaciones, proyecciones y fórmulas matemáticas destinadas en definitiva a pronosticar cómo agregar y eliminar intervenciones, qué capacidades de cuidados intensivos se requieren o cuándo se podrán reabrir hoteles, playas, colegios y restaurantes. Para determinar el efecto preciso de cada intervención, Nils Haug, físico matemático del CSH de Viena, trabaja con un equipo de 15 modeladores que exploran los enfoques estadísticos más apropiados para encontrar por ejemplo formas de identificar las medidas que mejor predicen las tasas de infección. Un enfoque implica el uso de una técnica de aprendizaje automático llamada red neuronal recurrente que extrae patrones de los datos y establece predicciones. Otra técnica implica el análisis de regresión, que estima la fuerza de la relación entre una medida particular, como el cierre de la escuela, y una métrica, como la famosa tasa R, en todos los países.

Aun así, Haug matiza que no son modelos perfectos y que a veces no tienen en cuenta las peculiaridades nacionales, como la prevalencia de hogares intergeneracionales o la disciplina de cada país en el uso de mascarillas o el acatamiento de las distancias. En ausencia de tratamientos y vacunas, estas medidas de control social e higiene individual, cuyo verdadero valor se pondrá de relieve, son las que están ayudando a mitigar los efectos de la pandemia.

abril 30/2020 (Diaio Médico)

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