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Al igual que ese mundo esbelto, sonriente, de playas limpias y ofertas tentadoras que presenta la publicidad, las redes sociales también escamotean alegremente los lados oscuros de la vida. Aunque acogen todo el espectro vital, abundan las vacaciones fantásticas, las fiestas maravillosas, los niños adorables y las comidas sabrosísimas.
La mayoría de usuarios muestran sus éxitos y sus diversiones, y maquillan sus lunares, derrotas y defectos. Lejos de animarles, estos reflejos positivos pueden generar síntomas depresivos en adolescentes que comparan sus vidas con lo que ven compulsivamente en Instagram, en Facebook o en la televisión.
Es una de las conclusiones de un estudio realizado por un equipo del CHU Sainte-Justine y de la Universidad de Montréal, dirigido por la psiquiatra Patricia Conrod y que se acaba de publicar en la JAMA Pediatrics.
Analizaron a casi 4 000 adolescentes canadienses de 12 a 16 años que formaban parte del ensayo Co-Venture. Tenían que informar del tiempo que pasaban frente a las diversas pantallas (redes sociales, televisión, videojuegos y ordenador) y responder a cuestionarios sobre posibles síntomas depresivos. Durante cuatro años se evaluaron estos datos con otras observaciones conductuales. Nuestra investigación revela que el aumento del tiempo empleado en algunas formas de medios digitales predice los síntomas depresivos, afirma Conrod. La identificación temprana de la vulnerabilidad a la depresión da a los médicos y padres margen para intervenir, regular los abusos digitales y establecer medidas correctoras. La relación era más evidente con las redes sociales y la televisión, y menos acusada con los videojuegos y los ordenadores. Según los autores, al reducir su participación en relaciones directas o actividades físicas, las comparaciones sociales indirectas a través de las redes se asocian con menor autoestima y más síntomas depresivos, originando una espiral de refuerzo en personas más vulnerables y que más tiempo dedican a estas redes.
Los resultados son consistentes con hipótesis previas sobre cómo se desarrolla la depresión. Las redes sociales y la televisión exponen con frecuencia a los adolescentes a imágenes de otros que operan en situaciones más prósperas, tienen cuerpos más perfectos y un estilo de vida más emocionante o rico. A partir de la teoría de las espirales reforzadas, las personas buscan y seleccionan información congruente con su estado de ánimo. Y las redes crean y mantienen bucles de retroalimentación al sugerir contenidos similares a los usuarios en función de sus comportamientos de búsqueda.
La falacia digital
Este análisis coincide con otro publicado en julio en Behavior & Information Technology por el equipo de Phillip Ozimek, de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania: los que visitan las redes con frecuencia pueden ver afectada su autoestima y desarrollar síntomas depresivos al pensar que todos son mejores que ellos.
Mediante un estudio experimental y dos cuestionarios, dos grupos de voluntarios escribieron sus impresiones sobre las primeras cinco personas que vieron en su muro de Facebook o en el sitio web del personal de la Facultad de Teología de la universidad. Un tercer grupo quedó al margen. Luego, los tres grupos (alrededor de 800 personas) completaron un cuestionario con información sobre su autoestima. Enfrentarse a la información social en internet, selectiva y favorable, ya sea en Facebook o en los sitios web de los empleados, conduce a una menor autoestima, informa Ozimek. Y como la baja autoestima está estrechamente relacionada con los síntomas depresivos, incluso este efecto a corto plazo puede ser una fuente potencial de peligro.
Es decir, existe una correlación positiva entre el uso pasivo de Facebook, en particular, y los síntomas depresivos cuando se comparan las habilidades, las vacaciones, los negocios o las compras, mientras que todo lo que veo fuera de la ventana de mi oficina es gris y está nublado, resume Ozimek. Y si experimento esto día tras día, una y otra vez, se promueven las tendencias depresivas a largo plazo. De todos modos, matiza que no es el uso de las redes sociales lo que lleva o está relacionado con la depresión, sino que ciertas condiciones previas y un tipo particular de uso aumentan el riesgo de tendencias depresivas. Es importante por eso aclarar que la impresión de que todos los demás están mejor que uno mismo es una falacia absoluta. De hecho, muy pocas personas publican en las redes sociales experiencias negativas. Sin embargo, el hecho de que estemos inundados de estas experiencias positivas en internet nos crea una impresión distorsionada.
agosto 14/ 2019 (Diario Médico)