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La aplicación de calor o el frío para combatir los dolores musculares y/o articulares son unas medidas que se vienen utilizando desde hace muchos años y que hoy todavía están vigentes. ¿Cuál es la mejor? La respuesta en principio depende de la enfermedad de la que se trate.
Respecto al frío, es frecuente pensar que es “malo para el reuma”. Esta es una afirmación falsa. Los dolores no aumentan con el clima frío. En articulaciones sensibles al dolor como es el caso en muchas enfermedades reumáticas, el aumento de la sintomatología es debido a los cambios de presión atmosférica. De hecho, en los países nórdicos la incidencia de los reumatismos es la misma que en nuestro entorno y la predisposición al dolor igual que aquí.
Si bien, la utilización del frío o crioterapia se utiliza por su efecto analgésico y vasoconstrictor. Así se puede utilizar en cualquier situación articular y/o muscular dolorosa y también inflamatoria. En las manipulaciones se emplea antes de realizar éstas para una mejor tolerancia. Por todos es sabido que ante cualquier golpe lo primero que hay que aplicar es el frío porque es un buen método antiálgico y con muy pocas contraindicaciones. De hecho sólo tiene una contraindicación: en las vasculitis y sobre todo cuando exista un fenómeno de Raynaud. La utilización del frío agravaría las úlceras en los pulpejos de las manos.
¿Y qué ocurre con el calor?
En este ámbito, cabría destacar que existen dos tipos de administración: el calor superficial y el profundo.
Respecto al calor superficial, se puede administrar mediante el uso de bolsas de agua caliente, baños de parafina, lámpara de infrarrojos… La penetración es mayor en las lámparas de infrarrojos (calor seco) que en los baños de parafina (calor húmedo). De todas formas, la penetración es escasa en ambos; de tan solo milímetros (máximo entre 9-10 mm). Como resultado de lo dicho, se llega a la conclusión de que la aplicación sería inútil en estructuras de cierta profundidad y quedaría reservado a articulaciones o estructuras muy cerca de la piel, como las manos.
Tienen un efecto analgésico y mejora la rigidez, aunque están contraindicados cuando exista un derrame articular. No se puede administrar en las artritis ya que empeoraría el cuadro clínico.
Si recurrimos a la medicina basada en la evidencia (revisión Cochrane), nos encontramos con tres estudios de más de 170 pacientes que demuestran que la utilización del frío o crioterapia tiene un efecto beneficioso sobre la inflamación, amplitud de movimiento y fuerza frente al grupo control, aunque no mejoría sobre el dolor. Otro de ellos constató que la utilización de calor (termoterapia superficial), no tuvo efectos sobre el edema y no hay diferencias significativas sobre el grupo control.
Y respondiendo a la pregunta ¿qué es mejor: el frío o el calor? Desde mi punto de vista personal y dado lo mencionado anteriormente, sería el frío la respuesta adecuada.
Mención aparte merece el calor profundo (microondas, onda corta y ultrasonidos) que obviamente deben ser administrados por profesionales. Las indicaciones serían las mismas. Tan solo reseñar que en el caso de las microondas (radar) y dado que éstas calientan más dependiendo de medio que encuentren (cuando más agua más calientan) en caso de derrame articular podríamos producir un verdadero desastre; mientras que el uso de ultrasonidos, según un estudio de la medicina basada en la evidencia, mostró resultados decepcionantes.