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Según Encarnación Mollejo, jefa de Psiquiatría del Hospital del Sureste, en Arganda, una de cada cinco niñas sufrirá un abuso sexual en la infancia. «El abuso sexual infantil es el principal problema porque está muy oculto y hay datos poco fiables. Se estima que solo se conoce o se denuncia un 20 por ciento de los casos. De hecho, menos del 40 por ciento reciben algún tipo de asistencia».
Mollejo ha destacado a DM que ser mujer entre 7 y 12 años es un factor de riesgo, igual que pertenecer a una familia con menos arraigo, o en la que existan menos vínculos afectivos o la madre no esté presente, aunque el abuso sexual puede producirse en todos los estratos sociales. También son más vulnerables a sufrirlo los niños preverbales y los que sufren alguna discapacidad.
El principal problema para que este tipo de abusos vean la luz es la ocultación, bien por que el niño no lo cuenta o no le creen, o bien por la familia si tiene conocimiento de ello, ya que el 90 por ciento de los abusos sexuales infantiles los perpetran conocidos y el 65 por ciento personas de la familia. Asimismo, el 90 por ciento de los agresores suelen ser hombres. «La media de edad de los abusos sexuales se producen entre los 7 y 12 años«.
Consecuencias
Los efectos de la salud que producen los abusos sexuales infantiles dependen mucho de la edad y pueden ser inespecíficos. «Lo más inmediato que se puede observar son los cambios comportamentales: que aparezcan dificultades para dormir, o que si controlaba esfínteres deje de hacerlo durante el sueño, que se vuelva más desconfiado, y sea más introvertido. Si no sabes que ha habido un abuso sexual es difícil determinar qué ocurre».
Hay que tener en cuenta que muchas veces los abusos no dejan secuelas físicas porque puede tratarse de «caricias, tocamientos, exhibicionismo o masturbaciones delante del niño». En el caso de que las haya, los padres suelen ser los primeros en detectarlas y en acudir al pediatra o a Urgencias.
Según Mollejo, otro fenómeno que puede producirse, especialmente en los niños más pequeños, es el síndrome de acomodación: «El niño pequeño pasa por una serie de fases: una primera de impotencia por no poder salir de la situación y acaba por asumirla, dando por hecho que se va a perpetuar en el tiempo». También pueden producirse amenazas y la exigencia del secreto, para que el menor no hable de ello.
«A corto y largo plazo se pueden producir desde trastornos afectivos -ansiedad, depresión, dificultades para dormir- o trastornos de la conducta alimentaria, que debutan más tarde», consumo de drogas, de alcohol, ideaciones autolíticas… Así que si no se conoce el antecedente son muy difíciles de detectar.
No obstante, también hay síntomas más específicos, que pueden aparecer, como conductas sexuales llamativas y no concordantes con la edad, que pueden realizar juegos con muñecos o con compañeros con contenidos sexuales o conocimientos sexuales excesivos para la edad. Asimismo, a medio y largo plazo, según Mollejo, pueden aparecer trastornos en la esfera sexual, bien relacionados con la identidad sexual, fobias sexuales, evitación o no disfrute de relaciones sexuales, anorgasmia, sentimientos de culpa, de vergüenza, bajo autoestima… «Todo repercute en la personalidad en la relación con los demás. En algunos casos se dice que son niños que pueden ser más propensos a tener otras situaciones de violencia o incluso de abusos sexuales».
Violencia de género: sin registro único
Hasta la fecha en 2017 los casos de sospecha, abuso y/o agresión infantil atendidos en el Infanta Leonor han sido 2, que se encuentran en el registro de casos infantiles. En este centro se ha iniciado en 2017 un registro de ancianos víctimas de violencia y, según Nieves Martín, el Infanta Leonor, como en otros centros hospitalarios de Madrid, existe un registro de casos de violencia de género aunque no existe un registro único que permita averiguar si la mujer ha consultado en otros centros y en otras ocasiones por el mismo motivo. «Si el profesional anota en la historia clínica que la mujer acude por episodio de violencia sí queda registrado pero no se anota en un registro común», ha dicho Martín. En 2017 en el Infanta Leonor se han registrado 88 casos en el Servicio de Urgencias, un 60 por ciento más desde que se comenzó el protocolo de atención en 2013, cuando se atendieron menos de 12 casos.
«Cerca del 98 por ciento se han atendido en el Servicio de Urgencias a raíz de la implantación del protocolo y de las sesiones formativas para los profesionales. La Comisión Hospitalaria de Violencia de género del hospital ha extendido estos cursos de Urgencias a otras áreas del hospital». Asimismo a principios de noviembre se han realizado charlas de formación para residentes para la atención de pacientes -mujeres, niños y ancianos- que sufren violencia y que son atendidos en Urgencias.
El objetivo de la comisión del Infanta Leonor es continuar difundiendo los protocolos al resto del centro e intentar concienciar al resto de profesionales de la importancia de la violencia, como problema de salud pública, en las esferas biológica, psíquica y social de la mujer.
Recursos
Para un correcto abordaje de la violencia de género o sexual -la segunda se considera una forma de la primera-, según Úrsula Díaz, trabajadora social del Hospital Infanta Leonor, es necesario que los recursos de la red de la Comunidad de Madrid sean conocidos por todos los profesionales sanitarios. Tras la valoración facultativa en Urgencias, que, entre otras derivaciones, determina si hay que implicar a Psiquiatría, los profesionales de trabajo social realizan una entrevista y una valoración en función a la situación en la que se encuentre la mujer y se establece cómo proceder.
Según Díaz, el objetivo es realizar una intervención integral e individual entre sanitarios, trabajo social y juristas… «Si la mujer o sus dependientes no pueden seguir en su entorno, esta es la puerta de entrada a la red de centros residenciales o no residenciales de la Comunidad de Madrid».
diciembre 1/2017 (diariomedico.com)