Un estudio del Ciberobn descarta la asociación entre consumo de leche y el riesgo cardiovascular gracias a un nuevo marcador ómico específico para población mediterránea descrito por el mismo grupo de investigadores. El trabajo, liderado por Dolores Corella, ha recibido el premio Hipócrates de Investigación en Nutrición Humana.

 

5-Beneficios-de-tomar-leche-en-ninos-1La relación entre el consumo de leche y un mayor riesgo cardiovascular relacionado con una mayor ingesta de lípidos es un asunto que suscita cierta controversia. Un estudio ha venido a descartar dicha asociación en población general e incluso a sugerir un efecto protector frente a hiperglucemia en la mujer.

Esta es una de las conclusiones de un trabajo dirigido por Dolores Corella, catedrática de Medicina Preventiva de la Universidad de Valencia e investigadora del Ciber Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (Ciberobn), que ha sido distinguido con el premio Hipócrates de Investigación en Nutrición Humana, convocado por la Fundación Real Academia de Medicina del Principado de Asturias y patrocinado por Central Lechera Asturiana.

Según el trabajo, un consumo de leche y derivados lácteos por encima de la media no aparece asociado en la población general estudiada con un aumento en los lípidos ni con un mayor riesgo cardiovascular general. «Incluso en el subgrupo de las mujeres hemos encontrado un cierto efecto protector frente a hiperglucemia», según ha explicado Dolores Corella, quien ha ofrecido una charla en Oviedo, a donde acudió para recoger el Premio Hipócrates.

Intolerancia a la lactosa

Para el desarrollo del estudio ha sido clave la identificación de un marcador ómico descrito por el grupo de investigación.

La importancia de disponer de este biomarcador radica en que los métodos hasta ahora disponibles para conocer la ingesta de leche y derivados por la población general, al igual que sucede con otros productos alimenticios, consisten básicamente en la realización de cuestionarios, «que aunque estén bien planteados y validados llevan siempre un componente de subjetividad importante, de modo que a veces la persona puede no recordar con precisión qué es que lo que comió o su dieta puede haber variado sin que sea del todo consciente. Esto supone una limitación importante a la hora de hacer estudios».

Para solventar este problema se intenta trabajar en la medida de lo posible con las nuevas tecnologías ómicas para generar nuevos biomarcadores de ingesta de alimentos. Así, la genómica, epigenómica, metabolómica o la transcritómica pueden dar lugar a nuevos biomarcadores más objetivos y reproducibles.

En el caso de la leche, el hecho de que algunas personas no la consumen porque presentan intolerancia a la lactosa «es una ventaja que nos facilita de algún modo la realización de estudios». Esta intolerancia se desarrolla por la pérdida de actividad de la lactasa, la enzima encargada de digerir la lactosa, separando el disacárido y transformándolo de glucosa y galactosa.

«Cuando nacemos todos tenemos una actividad adecuada en la lactasa pero algunas personas la pierden a medida que pasa el tiempo y, por ello, quedan sin esa capacidad para digerir la lactosa».

Esta pérdida de la capacidad de digerir la lactosa se relaciona con una mutación en el ADN que no presenta una distribución geográfica uniforme. «Entre el 80 y el 90 % de la población en los países del Norte de Europa es tolerante a la lactosa, dato que disminuye sustancialmente en los países mediterráneos y más aún lo hace en los países asiáticos».

La observación y seguimiento de esta mutación se ha visto que constituye un medidor objetivo del consumo de leche, «dado que aquellos que presentan intolerancia a la lactosa dejan de consumir lácteos». La cuestión es que hasta ahora se había trabajado con una mutación que es válida para población nórdica pero no tanto para población mediterránea.

El trabajo del grupo de Corella ha permitido identificar una segunda mutación que influye en la funcionalidad del gen de la lactasa. Esta mutación está localizada en el gen MCM6, en el que la proteína 6 de mantenimiento de minicromosomas actúa regulando la transcripción del gen de la lactasa. «Mutaciones en este gen hacen que se exprese más o menos el gen de la lactasa y que se pueda digerir o no la lactosa».

En concreto, de manera clásica se ha investigado una mutación en el intrón 13 del gen MCM6, correspondiente al polimorfismo rs4988235 consistente en un cambio de base C>T. Quienes poseen el alelo C desarrollan intolerancia a la lactosa, mientras que quienes poseen el alelo T, es decir, la mutación, sí digieren bien la lactosa en edad adulta.

«Esta mutación es un buen biomarcador para población del Norte y centro de Europa, pero hemos visto que no es tan buen biomarcador del consumo de leche cuando se trata de población mediterránea», ha explicado Corella.

Biomarcadores mediterráneos

«Nosotros hemos encontrado una mutación en el mismo gen MCM6, pero esta vez en el intrón 15 . Se trata del polimorfismo rs3754686C>T que funciona mucho mejor para población no procedente del norte de Europa, concretamente la hemos validado en población mediterránea, en Hispanos de Estados Unidos, en Afro-americanos, en Caribeños y en Caucásicos de Estados Unidos.»  Para ello se llevó a cabo un estudio en el que se incluyeron más de 20 000 individuos de estas poblaciones, se analizó este biomarcador en el ADN y se estudió su asociación con el consumo de lácteos. Este estudio se ha llevado a cabo en colaboración con el grupo de investigación de José María Ordovás, de la Universidad de Tufts, lo que ha desembocado en la identificación de un nuevo biomarcador ómico «mucho más sensible y específico que el clásico anteriormente mencionado».

El alelo C en esta mutación es el considerado ancestral, relacionado con la pérdida de la capacidad de digerir la a la lactosa «que parece que fue inicialmente favorable en la evolución del ser humano como un mecanismo de supervivencia para tratar de asegurar la disposición de esa forma de alimentación para los recién nacidos pero que no parecía tan necesaria en población de más edad». El alelo alelo T sería el que aparece como consecuencia de una mutación, más específica de estas regiones geográficas y se relaciona con la persistencia de la capacidad de digerir la lactosa en edad adulta.

Así, quienes disponen del genotipo TT serían la población totalmente tolerante a la lactosa, mientras que los que reciben el CT presentan algún nivel de intolerancia y quienes reciben los dos alelos CC serían los más intolerantes. Cuantitativamente en nuestro estudio, hemos visto que en el global de las poblaciones analizadas, cada alelo T se relaciona con un consumo superior a la media de 26,9 gramos de leche al día y de 30,3 gramos de lácteos al día. Es una asociación muy importante.

«En resumen vemos que este marcador ómico es un medidor objetivo del consumo de leche en la edad adulta y que resulta válido para población mediterránea, hispana y africana. A partir de su determinación hemos sido capaces de estudiar con datos objetivos la relación entre consumo de leche y riesgo cardiovascular, sin que encontrásemos ningún indicio de que una mayor ingesta de leche se relacione con una peor salud cardiovascular», ha concluido Dolores Corella.
noviembre 12/2017 (diariomedico.com)

noviembre 13, 2017 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Bioquímica, Enfermedades Nutricionales, Genética, Nutrición | Etiquetas: , , |

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