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Las deficiencias en salud digestiva pediátrica provocarán que la cifra de niños europeos con exceso de peso crezca de los 41 millones actuales a 71 millones en 2025. El hígado graso ya es la primera causa de enfermedad hepática crónica
Actualmente conviven en Europa cerca de 41 millones de niños con exceso de peso –es decir, con sobrepeso y obesidad–. Una cifra de por sí alarmante que ya para el año 2015 se elevará hasta los 70 millones. Y es que la salud digestiva de los niños del viejo continente supone un problema de salud pública de primera magnitud que, lejos de solucionarse en el futuro, se agravará ostensiblemente en las próximas décadas. Así lo alerta un informe elaborado por la Unión Europea de Gastroenterología (UEG) en el que se advierte que ya en la actualidad la tercera parte de los niños con edades entre los 6 y los 9 años de 46 países europeos presenta sobrepeso u obesidad; hasta un 20-30 % de todos los casos de enfermedad inflamatoria intestinal se diagnostican en la población infantil; y que la esteatosis hepática no alcohólica –el consabido ‘hígado graso’– es ya la causa de enfermedad crónica del hígado más común entre los niños y adolescentes de Europa Occidental, habiéndose detectado casos ya en niños de 3 años de edad.
Como explica Michael Manns, presidente de la UEG, «Europa cuenta con expertos en salud digestiva pediátrica y centros de referencia, pero su influencia no se ha expandido a todos los lugares y a día de hoy no podemos cubrir las necesidades de los niños a través del continente. Una realidad que tiene un impacto no solo sobre los niños a nivel individual y sus familias, sino sobre el conjunto de la sociedad y la prestación de servicios sanitarios».
¿No importan los niños?
Una de las principales razones que explican la deficiente situación de la salud digestiva infantil se encuentra en que los niños y los adultos son tratados de la misma manera. Dicho de otro modo, se diseña una atención sanitaria para cubrir las necesidades de los adultos y, posteriormente, se aplica directamente a los niños. Todo ello a pesar de que, evidentemente, los niños y los adultos no iguales a ningún nivel, ni físico, ni psicológico ni social.
Como incide Berthold Koletzko, presidente de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN), «es importante que los sistemas sanitarios y los decisores políticos tengan presente que los niños tienen una necesidades físicas, psicológicas y sociales complejas, y que estas deben ser cubiertas por pediatras formados para mejorar el acceso de los niños a una atención óptima tanto presente como futura».
Pero esta realidad, aun sumamente obvia, parece que no será corregida a corto plazo. O así parece cuando se observa la actual tendencia de la investigación en salud digestiva, que no solo se centra en los adultos sino que ignora deliberadamente la situación de los niños.
Solo 1 de cada 58 investigaciones financiadas por la Unión Europea se centra en la salud infantil Berthold Koletzko
Como denuncia Berthold Koletzko, «los niños representan el 20 % de la actual población del viejo continente. Y la incidencia de enfermedades gastrointestinales en la población infantil está creciendo. Así, resulta ciertamente preocupante que solo 1 de cada 58 investigaciones financiadas por la Unión Europea se centre en la salud pediátrica».
La UE debe mover ficha
Entonces, ¿qué se puede hacer para cambiar esta situación? Pues primeramente, hacer ver a los políticos que la actual tendencia de ignorar –cuando menos, en el caso específico de la salud digestiva– la realidad de los menores debe ser cambiada con urgencia.
De hecho, la UEG ya ha presentado el informe en el Parlamento Europeo y espera que sus recomendaciones sean tenidas en cuenta por el organismo comunitario, muy especialmente las relativas a la necesidad de promover campañas para la prevención de las enfermedades digestivas pediátricas por la población; una mayor inversión en la investigación de estas enfermedades en la infancia; el desarrollo de unidades que permitan una transición adecuada en la atención entre la adolescencia y la edad adulta; y una mayor inversión en la formación de especialistas en salud digestiva pediátrica y en la creación de hospitales de referencia.
Como concluye Michael Manns, «confiamos en que los políticos, los sistemas sanitarios y la comunidad investigadora adopten las recomendaciones recogidas en nuestro informe y desarrollen estrategias específicas para la población infantil que permitan mejorar la salud digestiva de los niños de hoy y de las futuras generaciones».