Los resultados de un estudio que se publica en «Nature Microbiology» apuntan que la disentería, que tantas muertes causó en los siglos XVIII y XIX, es originaria del continente europeo, desde donde se extendió al resto del mundo. Científicos del ‘Wellcome Trust Sanger Institute’, en el Reino Unido; del Instituto Pasteur de París, en Francia, y colaboradores internacionales han elaborado un estudio genético sobre la bacteria responsable de la epidemia de disentería. Los resultados han puesto de manifiesto que el patógeno «Shigella dysenteriae», que continua muy presente en África y Asia, probablemente se originó en Europa. Esta investigación, que se publica en la revista «Nature Microbiology», describe además el desarrollo de resistencia del patógeno a los antibióticos.

Uno de los peores azotes que afectaron a los seres humanos a lo largo de los siglos XVIII y XIX, fue la disentería. Ésta se transmitió de un continente a otro a través de movimientos migratorios y operaciones militares. Ahora, los investigadores han descubierto vínculos desconocidos entre los diversos brotes que se han producido en la historia. La bacteria Shigella dysenteriae tipo 1 causa diarrea sangrienta que podría comprometer la vida y ha sido responsable de miles de muertes, especialmente entre los niños en el mundo en desarrollo. La última gran epidemia en Centroamérica mató a 20 000 personas entre 1969 y 1972 y, a pesar del aislamiento de cepas a nivel mundial, el origen de cada epidemia y los vínculos entre ellas siguen sin estar claros.

Nicholas Thomson, del Wellcome Trust Sanger y François-Xavier Weill, del Instituto Pasteur y autor principal del estudio, realizaron junto con su equipo un exhaustivo estudio genómico con tecnologías de alto rendimiento para la secuenciación del genoma bacteriano y bioinformática. Analizaron más de 330 cepas de S. dysenteriae tipo 1 aisladas entre 1915 (en soldados que participaron en la batalla de Gallipoli de la Primera Guerra Mundial) y 2011. Además,se recogieron cepas de 35 institutos internacionales en 66 países. Según los resultados, la cepa 1 ha existido desde al menos el siglo XVIII y se extendió por todo el mundo. Al contrario de la creencia popular, el estudio ha mostrado que el patógeno S. dysenteriae actualmente endémico en África y Asia es de origen europeo.

Según Thomson, «el análisis de los genomas completos de todas las recogidas durante un gran periodo de tiempo y de países diferentes, nos proporcionó una visión sin precedentes de la difusión histórica del patógeno», algo que en su opinión, califica de «necesario» ante las muchas preguntas sin respuesta sobre el patógeno.

Primera resistencia a los antibióticos, en 1960
Con la identificación de diferentes linajes genéticos, los científicos rastrearon el recorrido de la bacteria por el mundo y en el tiempo. La bacteria, originalmente europea, se extendió a América, África y Asia entre 1889 y 1903, con ayuda de la emigración y la colonización territorial. Más tarde reapareció en Europa durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, para finalmente extinguirse en este continente, pero continuó propagándose en Asia, África y América Central con brotes violentos y varias epidemias para extenderse luego a África y el Sudeste de Asia desde el subcontinente indio.

Como las primeras bacterias se aislaron correctamente antes del uso de antibióticos, el estudio revela que la primera resistencia a ellos apareció en Asia y América a mediados de la década de los 60. A continuación, la bacteria adquirió genes de resistencia contra la mayoría de los grupos de antibióticos; menos del 1 por ciento de las cepas bacterianas se ha mantenido susceptible a los antibióticos desde 1990. Los científicos consideran que es inevitable y un motivo de preocupación que las bacterias de disentería adquieran resistencia al último tipo de antibióticos.

Según Weill, «esta bacteria se encuentra todavía en circulación y podría ser responsable de futuras epidemias si las condiciones se muestran favorables, como la falta de acceso a agua potable o el tratamiento de los desechos humanos. Este estudio pone de relieve la necesidad de una vacuna eficaz, que será crucial para el control de la enfermedad en el futuro en vista de la reducción de la eficacia de los antibióticos».
abril 1/2016 (Diario Médico)

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