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La especialista Raquel González Burns dijo que los trastornos de ansiedad son más frecuentes en niños que en niñas, pero se lleva más a consulta a las niñas porque culturalmente se les permite tener miedo y no a los hombres.
La doctora adscrita a Psiquiatría Infantil del Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME) añadió que a partir de la adolescencia los trastornos de ansiedad se vuelven más altos en las niñas que en los varones.
Indicó que el miedo es una respuesta fisiológica para responder a los riesgos del medio ambiente y se considera una respuesta exitosa cuando prepara al individuo para prevenir cualquier accidente o riesgo potencial para su supervivencia.
Señaló que los infantes, durante las primeras etapas de su vida, tienen miedo a perder contacto con su cuidador, por los ruidos fuertes o temor a caer en el vacío.
«Porque precisamente eso le permitiría mayor respuesta y asegurarse del cuidado de su figura de apego, de ahí en adelante los miedos infantiles varían con base en el desarrollo psíquico del menor y se vuelven más complejos dependiendo de la etapa».
Manifestó que a partir de los seis meses, el infante identifica mejor a sus figuras de apego y a partir de los ocho meses tiene mayor reacción ante los extraños.
Agregó que a partir de los 12 o los 18 meses, «el miedo es por separarse a la figura de apego, es normal, pero cuando se vuelve desproporcionado al grado de incapacitarle su independencia para explorar el ambiente, jugar y conocer lo que le rodea, pueden aparecer datos de trastornos de ansiedad que serían problemas relacionados con los sueños o a sus ciclos biológicos o incluso en algunos problemas conductuales como irritabilidad».
Puntualizó que entre los dos y los tres años hay un miedo intenso a la oscuridad y también a fenómenos naturales como los truenos, relámpagos o a los animales.
Precisó que entre los cuatro y los cinco años, «en que el miedo ha empezado sus primeras experiencias incluso con la pérdida de mascotas, es que comienza el miedo a que haya fantasmas».
«Culturalmente hay muchos temores que también se inducen o se aprenden de las personas con que convivimos, miedos a la oscuridad, a estar solos, a que los papás no regresen del trabajo o los papás se mueran», afirmó.
Explicó que cuando los menores ingresan a la escuela llegan a presentar temores incluso de lo que ven a su alrededor como de lo que ven en las noticias, llámense robos, secuestros y desastres naturales, entre otros.
Detalló que en la etapa adolescente, los miedos son más de tipo social, a ser rechazados, excluidos de un grupo, víctimas de vergüenza, criticados u observados, marcados por su grupo de amigos.
Expresó que considerar que un miedo está fuera de etapa «no se puede decir sólo considerando la edad, hay niños que tienen una etapa de desarrollo desfasada por el mismo tipo de crianza o porque tienen alguna situación madurativa».
«Siempre que se evalúa si un miedo es acorde a la edad, hay que considerar la etapa de desarrollo y el tipo de ambiente en el que ha crecido el niño y los miedos que el padre han inducido en él, quizá como forma de protección».
Destacó en que los padres no deben minimizar los miedos de sus hijos y deben llevarlos con un especialista y no buscar culpables.
«Sí hay un tabú importante para reconocer que hay que darles la atención a nivel profesional y evitar medicar o dar remedios es contraproducente para los niños y esto puede hacer que el tratamiento sea más largo y complicado».
Aconsejó que si los papás ven que el menor no rinde y su funcionalidad no es de un niño para su edad, se debe buscar ayuda o una segunda opinión, «deben ver cómo está su periodo de sueño, cómo está comiendo y buscar orientación».
«Los trastornos de ansiedad son curables y con tratamientos farmacológicos, psicoterapia y orientación familiar son exitosos», concluyó.
febrero 22/ 2016 (Notimex).- Tomado del Boletín de Prensa Latina Copyright 2016. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.