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La esquizofrenia no se caracteriza por un cuadro clínico único con una evolución uniforme, sino que los pacientes muestran signos y síntomas diferentes.
Científicos de la Universidad de Valladolid describen cómo estos individuos presentan una curvatura media claramente mayor en la corteza.
Investigadores de los departamentos de Psiquiatría y Estadística de la Universidad de Valladolid (UVa), del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, del Hospital 12 de Octubre de Madrid y del Hospital Reina Sofía de Córdoba han descrito un grupo de pacientes dentro de la esquizofrenia que presenta diferentes características cerebrales estructurales, funcionales y una distinta evolución clínica. El hallazgo, publicado en la revista Progress in Neuro-Psychopharmacology and Biological Psychiatry, supone un avance en el conocimiento de la enfermedad y abre una vía nueva para mejorar sus tratamientos.
Según explica Vicente Molina, docente e investigador de la UVa, la esquizofrenia no se caracteriza por un cuadro clínico único con una evolución uniforme ni siquiera similar en muchos casos, sino que los pacientes muestran signos y síntomas diferentes y también responden de forma distinta al tratamiento habitualmente empleado.
Por ello, “desde la perspectiva clínica pensamos que tiene que existir probablemente más de una enfermedad dentro del síndrome que llamamos esquizofrenia», apunta. Del mismo modo, desde el punto de vista biológico la comunidad científica internacional ha realizado multitud de hallazgos pero sus resultados no han podido replicarse suficientemente.
En particular en lo relativo a los estudios cerebrales, algunos grupos investigadores encuentran pequeñas pero significativas desviaciones en la estructura o en la función cerebral, mientras otros grupos no las detectan.
“Una de las hipótesis es que existen grupos con distintos sustratos biológicos que contribuyen a causar un síndrome al que llamamos esquizofrenia. Hasta la fecha, los estudios realizados asumían que todos los pacientes con esquizofrenia debían tener la misma base biológica que habría que descubrir y por ello cada grupo realiza su estudio y encuentra cosas que después no se replicaban», detalla.
Además, el experto añade que su idea es hacer el camino a la inversa. «En lugar de dar por hecho que existe un cuadro más o menos uniforme al que llamamos esquizofrenia que debe tener un sustrato común a todos los pacientes, tratamos de investigar cómo se agrupan esas múltiples alteraciones biológicas que encontramos en los pacientes de esquizofrenia y definimos qué síntomas y qué evolución de la enfermedad caracteriza a los pacientes con agrupaciones biológicas comunes».
El equipo científico dirigido por Vicente Molina estudió 203 sujetos, 121 pacientes de esquizofrenia –64 de primer episodio, para descartar los posibles efectos relacionados con el tratamiento farmacológico a largo plazo y la cronicidad de los pacientes con una evolución prolongada–, 22 pacientes con trastorno bipolar –en general crónicos y tratados con fármacos similares a los que reciben los pacientes crónicos de esquizofrenia, para poder controlar los efectos del tratamiento crónico con esos fármacos–, y un grupo control compuesto por 60 sujetos sanos.
Los investigadores partieron del estudio de la estructura del cerebro con resonancia magnética. En concreto, seleccionaron tres parámetros estructurales señalados por su posible importancia en la literatura científica en torno a la esquizofrenia. “Se trata del grosor cortical o grosor de la materia gris en cada punto, el área de la corteza y la curvatura. Algunos grupos pero no otros han encontrado que están alterados y, además, tienen un correlato verosímil desde el punto de vista de posibles alteraciones biológicas subyacentes, como alteraciones de la conectividad entre regiones o de la maduración cerebral», agrega.
Una vez distinguidos algunos grupos de pacientes con determinados patrones anormales de grosor cortical, área y curvatura, los investigadores analizaron otros datos biológicos que disponían de estos sujetos como estudios de consumo de glucosa –el elemento que emplean fundamentalmente las neuronas en su metabolismo–, el potencial evocado P300, sus datos clínicos o su evolución.
Diferencias claras
El equipo científico comprobó que 24 pacientes de esquizofrenia –12 de ellos crónicos y 12 de primer episodio– se segregaban claramente de los demás. Entre ellos no se encontraba ningún paciente con trastorno bipolar. Como señala Molina, este grupo diferenciado se caracterizó “por una curvatura media claramente mayor en la corteza, es decir, un cerebro más encogido, con rugosidades, y en menor medida por un menor grosor cortical».
Asimismo, este grupo presentaba alteraciones metabólicas que no mostraban los demás pacientes con esquizofrenia, en concreto un consumo de glucosa bastante menor que el resto de pacientes en dos regiones importantes, el estriado y el tálamo; y en ellos los denominados síntomas negativos –como falta de interés por las cosas, problemas para relacionarse o la incapacidad de mantener la atención– empeoraron con el paso del tiempo, mientras que en los demás casos mejoraron levemente.
Los hallazgos realizados podrían permitir comprender mejor los sustratos de la esquizofrenia superando el problema conceptual que supone buscar sustratos cerebrales comunes a todos estos casos. Quizá así podrían mejorarse las terapias que se administran a estos pacientes.