Con la llegada del verano los expertos insisten en las medidas necesarias para protegerse del sol y en los cuidados de la piel. Sin embargo, José Manuel Benítez del Castillo Sánchez, secretario general de la Sociedad Española de Oftalmología, destaca como algo negativo que «se preste más atención a la piel que a los ojos». Con la llegada del período estival son cada vez más comunes diversos tipos de problemas oculares, entre ellos la conjuntivitis, una inflamación de la conjuntiva, membrana que cubre la parte anterior de los ojos y el interior de los párpados.

Ernesto Marco Carmena, farmacéutico optometrista y Fundador de la Sociedad Española de Especialistas en Baja Visión, recuerda que existen distintos tipos de conjuntivitis: bacterianas, víricas, alérgicas e irritativas.

Estas últimas, apunta el experto, son las más comunes en verano. Entre los síntomas que se derivan de una conjuntivitis, el ojo rojo es el más común. Además, también se puede producir un mayor lagrimeo, legañas, picor, sensación de cuerpo extraño, fotofobia o incluso lesiones en la córnea.

Según recoge la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) en la web Familia y Salud, las conjuntivitis bacterianas, sin tratamiento, duran de siete a diez días y las víricas, hasta dos semanas.

En cualquier caso, recalcan que «en la mayor parte de los casos curan solas». Por ello, para aliviar los síntomas aconsejan «poner compresas de agua fría sobre los ojos» o limpiarlos con gasas empapadas en sueros fisiológicos, una distinta para cada uno. Recuerdan también que «es mejor no iniciar tratamiento si no lo ha indicado el pediatra o el oftalmólogo», aunque en algunos casos estén recomendados «para acortar la duración y prevenir contagios», como pueden ser los antibióticos que se aplican en forma de colirio, pomada o gel.

Sin embargo, ¿por qué este tipo de infecciones tienen más incidencia en verano?

Ernesto Carmena señala que en esta época estamos más expuestos al sol, las piscinas y el agua mal tratada o salada. Incluso el uso de cremas protectoras podrían considerarse también una causa.

El Instituto Oftalmológico Fernández Vega, con sedes en Madrid y Asturias, en un comunicado enviado el mes pasado, señala que «el contacto con productos químicos que se utilizan para desinfectar el agua de las piscinas puede provocar conjuntivitis irritativas u otras infecciones fácilmente tratables». Y recuerdan: «Es importante tener en cuenta que el agua que no sea de mar, es decir, el agua dulce (estanques, lagos, ríos, piscinas…), suele contener bacterias y parásitos».

En esta línea, Jesús Merayo, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador del mencionado instituto, explica que uno de estos parásitos «que puede estar presente incluso en el agua del grifo son las amebas. Si éstas llegan y coloniza, por ejemplo, la córnea, pueden producir queratitis amébica, una infección que se manifiesta con dolor, fotosensibilidad, inflamación del párpado, picazón en los ojos y lagrimeo y que en los caso más graves puede incluso necesitar cirugías oculares como los trasplantes o llevar a la ceguera».

Al agua sin lentes de contacto

Del Castillo Sánchez insiste en la importancia de no bañarse con lentes de contacto, pues «podría derivar en una queratitis».

Por su parte, Merayo aconseja a las personas que usen lentes de contacto, «olvidarse» de ellas cuando vayan a la piscina, sauna o spa, ya que, aunque el ojo tiene un «buen método de defensa para protegernos de las bacterias y los parásitos», los lentes de contacto «modifican la superficie ocular, lo que hace que no estén tan bien resguardados de ellos».

No usar gafas de mercadillo

En las recomendaciones coinciden todos los expertos.

Ernesto Marco recalca la importancia de tener una buena higiene de manos, lavárselas «al menos tres veces al días» y sobre todo, no tocarse los ojos cuando estén sucias; llevar a cabo una buena limpieza de las toallas y en la mujeres no compartir el maquillaje, pues este es el «vehículo» que usan las bacterias para llegar al ojo y podrían contagiarse. Benítez del Castillo Sánchez añade otro consejo: no usar gafas de sol del mercadillo, pues eso es «peor que no llevar gafas». «Éstas, aunque a veces pensemos que por ser oscuras protegen de los rayos solares -continúa el experto-, no tienen los filtros adecuados para combatir la radiación ultravioleta y sólo disminuyen la cantidad de luz que llega al ojo».

Marco constata que la conjuntivitis, aunque «es una de las consultas más frecuentes», la gente sólo se preocupa «cuando ya no queda más remedio y tienen una alteración más acusada». Considera que se trata de un «problema de mentalización» y que suelen ser los jóvenes los que más se «despreocupan».

Las madres, sin embargo, son las que más «involucradas» y «sensibilizadas» están en las medidas higiénicas de los niños, ya que como apunta Del Castillo, es el sector de la población a los que más les afecta este tipo infecciones en verano.

agosto 11 / 2015 (Diario Médico)

 

agosto 12, 2015 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Bienestar y Calidad de Vida, Enfermedades, Especialidades, Medicina, Medicina Preventiva, Oftalmología, Oftalmopatías, Pediatría | Etiquetas: |

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