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Los cambios bruscos de temperatura obligan al cerebro a reajustarse y pueden provocar «que las personas aquejadas de algún tipo de trastorno mental, como depresión o ansiedad, sufran recaídas o acentúen sus episodios de crisis», explica José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (Asepp).
«En primavera, el cerebro se expone a una mayor cantidad de luz. Pasamos del invierno oscuro, lluvioso y lúgubre a una explosión de luz y de color, de olores que, como norma general, provocan trastornos en el organismo», en forma de problemas digestivos, gastritis, alergias… Según López, se producen tres síntomas claros que no afectan por igual a toda la población: «Alteraciones en el sueño, un cansancio físico mayor de lo habitual e irritabilidad».
Sin embargo, según López, el único consejo posible para prevenir este tipo de recaídas pasa por «conocerse a uno mismo bien. En la sociedad actual en la que vivimos, nos movemos tan rápido que hemos perdido la capacidad de conocernos a nosotros mismos, de pararnos un minuto y saber qué nos afecta y por qué».
No obstante, aunque la tristeza, la ansiedad o el cansancio propios de los cambios de temperaturas son normales, siempre y cuando no excedan de los diez días, momento en el cual habría que plantearse si han sido el detonante de un trastorno previo.
mayo 20/2013 (Diario Médico)