La COVID-19 nos ha dejado cicatrices imborrables. ¿Podremos extraer algo de ellas? Preguntamos a 14 especialistas en salud pública, genética, virología, sociología, economía y bioinformática. En su lista de aspiraciones mencionan más humildad, cooperación, acceso a datos, comunicación, derecho a la salud, servicios públicos y lucha contra la desigualdad.

coronavirusHa pasado un año desde que, el 31 de diciembre de 2019, China dio la voz de alerta, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la aparición de casos de neumonía de causa desconocida. Nueve días después se sabía que el brote estaba provocado por un nuevo coronavirus. El 11 de enero la OMS recibía de China la secuencia genética del patógeno; el mismo día que los medios de comunicación del país informaban de la primera víctima mortal.

Desde entonces, el mundo ha cambiado. Se han infectado 82 millones de personas en todo el mundo, de las que han muerto 1,7 millones. Todos hemos hecho un curso intensivo sobre el SARS-CoV-2 y sus efectos, universales y ubicuos. ¿Qué lecciones hemos extraído? Preguntamos a investigadores e investigadoras que durante este año de pandemia han servido de fuentes expertas para SINC y otros medios de comunicación.

Conocer a este virus, que es un gran estratega

Al principio de la pandemia el virólogo Luis Enjuanes, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), sí consideró la posibilidad de que el SARS-CoV-2 tuviera “la propiedad de crecer en personas sin producirles síntomas clínicos”, lo que facilitaría su diseminación. Pero lo ocurrido ha superado las previsiones de este investigador, el que más tiempo ha dedicado en España precisamente al estudio de los coronavirus.

“Lo más impactante —dice Enjuanes a SINC— es que, pese a los muchos conocimientos acumulados en 35 años, el SARS-CoV-2 ha demostrado con creces que los virus son unos grandes estrategas. El nuevo virus ha ampliado drásticamente sus métodos respecto a los anteriores coronavirus para contrarrestar las defensas del hospedador”. También ha desarrollado nuevas habilidades, como “entrar en prácticamente todos los tejidos del cuerpo humanos, causando enfermedad en cualquier órgano”, y permanecer “silencioso, asintomático, durante varios días para que no se perciba su presencia”.

Necesitamos músculo, más ciencia, por favor

Isabel Sola, codirectora con Enjuanes del laboratorio de coronavirus del CNB, empezó ya en febrero a dar los primeros pasos para una vacuna.

Hoy la “lección aprendida” es la necesidad de “estar preparados y de cooperar”. Se necesita “un músculo potente de conocimiento y tecnologías para responder ante futuras pandemias”, por eso quienes toman decisiones deben “estar convencidos” de que hace falta “inversión suficiente y sostenida en ciencia”.

Muchas voces coinciden con Sola. Para Sonia Zúñiga, miembro de su grupo, “hemos aprendido que la ciencia importa”. Igualmente Fernando González-Candelas, de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (FISABIO), destaca “el poder y potencial de la ciencia cooperativa, y la apreciación por gran parte de la sociedad. ¡Esperemos que se mantenga y se actúe políticamente en consecuencia!”.

Fernando González-Candelas destaca “el poder de la ciencia cooperativa y la apreciación por la sociedad. ¡Esperemos que se mantenga y se actúe políticamente en consecuencia!”

María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), resalta que “la única respuesta coordinada y efectiva a esta crisis global ha sido la de la ciencia, que es también global, y que ha sido ejemplar desde el día número uno. Hay que sostener la investigación de manera continuada”.

Margarita del Val, viróloga e inmunóloga del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC), añade un matiz: la COVID-19 nos muestra que “somos más vulnerables de lo que creíamos”, si bien “a la vez constatamos con satisfacción que hemos invertido en una ciencia con una capacidad superior a la que creíamos de solucionar rápida y colaborativamente problemas de dimensión planetaria”.

Reforzar la salud pública

Pero el conocimiento debe traducirse en decisiones correctas y acabar generando el comportamiento social adecuado. Y la pandemia ha revelado que en este punto “estamos en pañales”, opina Manuel Franco, investigador en Salud Pública y Epidemiología de la Universidad de Alcalá. “Tenemos que reforzar la salud pública”, una especialidad que se ocupa de proteger la salud de la población y que integra múltiples disciplinas, desde médicos hasta sociólogos, comunicadores o químicos ambientales.

En este sentido la OVID-19 nos ha enseñado “humildad”, dice Franco. Es paradójico que Estados Unidos, “un país desarrollado, al que vamos a aprender”, es también “de los más castigados” por la pandemia. “Cuando se dice eso de que se quiten los políticos y se pongan los científicos, yo no estoy de acuerdo: también los científicos debemos ser más humildes”.

La microbióloga María Iglesias y el epidemiólogo Manuel Franco piden “más salud pública” y mejor comunicación de la ciencia y de las medidas a tomar

Comunicación de servicio público

Otra lección para Franco es que “necesitamos una mejor comunicación” al ciudadano. “Mejor” significa más transparencia, coordinación y campañas meditadas por parte de las administraciones; y más información contrastada y de servicio público en los medios.

En la misma línea está la investigadora del Instituto de Salud Carlos III María Iglesias. Pide sin dudar “más salud pública”, y pone un ejemplo de por qué hay que comunicar mejor: la alarma en torno a la variante británica del coronavirus se basa en una supuesta mayor transmisibilidad que aún no está demostrada, mientras se obvia que su emergencia en determinadas zonas coincide con la relajación de medidas de distancia social.

Cooperación frente a individualismo

Isabel Sola es viróloga, pero coincide con investigadores en ciencias sociales en la importancia de cooperar: “Se necesita la acción conjunta de todos para contener a un virus pandémico. No es posible vencer la pandemia desde una perspectiva individualista. Mientras el virus siga circulando en cualquier lugar del mundo no estamos del todo seguros”.

También para el sociólogo Luis Miller, del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, “la lección ha sido la importancia de la cooperación. Hemos experimentado lo decisivo de frenar impulsos egoístas para conseguir fines colectivos, desde reducir los contactos sociales, hasta cooperar internacionalmente para investigar, producir y distribuir las vacunas. Ojalá esto nos sirva para afrontar otros retos globales que requieren cooperación social, como el reto climático”.

Combatir la desigualdad

“Hemos aprendido el papel de los gobiernos para gestionar la solidaridad social y mitigar los efectos de la pandemia sobre las familias empobrecidas”, dice la economista Beatriz González

Franco subraya enfáticamente una idea parecida, bien plasmada en el documental Pandemia en la gran ciudad: la desigualdad alimenta la pandemia. Cuidar a quienes tienen menos recursos también es salud pública, como han demostrado una y otra vez los brotes entre trabajadores en condiciones precarias.

La economista Beatriz González López Valcarcel, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, también subraya la visión global —“los países ricos no se librarán”— y la gestión pública, “clave para equilibrar las dos curvas, la epidémica y la de actividad económica”. Y añade: “Hemos aprendido que ser europeos nos hace más fuertes, y el importante papel de los gobiernos para gestionar la solidaridad social y mitigar los efectos devastadores de la pandemia sobre las familias empobrecidas”.

Más solidarios, menos frágiles
En opinión de Jesús Rogero, sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, “la lección más importante es que somos seres frágiles e interdependientes, que necesitamos construir una sociedad cohesionada que ponga en valor el cuidado y la solidaridad, en la que se garantice el derecho a la salud, a la atención en caso de dependencia y a la protección social a través de una sanidad y unos servicios sociales y sociosanitarios públicos”.

De vulnerabilidad habla Ángeles Durán, catedrática vinculada al Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): “La pandemia nos ha enseñado a la antigua usanza, cuando se decía que ‘la letra, con sangre entra’. A base de golpes”. Duda “de si la lección habrá calado hondo o la olvidaremos tan pronto como podamos”.

“La pandemia nos ha enseñado el valor de mantener la esperanza en remedios que llegarán a medio plazo, con la cooperación científica y las vacunas”, asegura Ángeles Durán

También advierte de mensajes contradictorios: “El primero, que en cualquier momento podemos perderlo todo. Eso nos hace sentirnos vulnerables, apremiados a disfrutar o resolver cuestiones pendientes; [pero también] la pandemia nos ha enseñado el valor de la paciencia, de la necesidad de mantener la esperanza en remedios que llegarán a medio plazo, con la cooperación científica y las vacunas”.

María Miyar, socióloga de la UNED, explica que ha querido encontrar algo positivo, “pero no se me ocurre nada; más bien la pandemia ha puesto en evidencia lo mucho que nos queda por aprender”.

Mejor acceso a los datos

“Estos meses han sido de actividad febril para los científicos de todo el mundo” relata Alfonso Valencia, director del departamento de Ciencias de la Vida del Barcelona Supercomputing Centre (BSC). “Hemos tenido más actividad, más enfocada y colaborativa que nunca”. Su lección más importante estos meses es “la importancia del acceso a información”.

“Tenemos que superar los problemas organizativos que son un obstáculo en la investigación”, añade Alfonso Valencia sobre el acceso a la información

Se refiere a información genómica; médica —condiciones antes, durante y después de la enfermedad—; socioeconómica y ambiental. Hoy se sabe localizar, generar y analizar esa información, “pero vemos menos progreso en el acceso a los datos médicos necesarios para resolver problemas, como predecir el curso o gravedad de la enfermedad, o para seguir el curso de la pandemia e informar los modelos epidemiológicos”.

“Tenemos que superar los problemas legales y organizativos que han sido y siguen siendo un obstáculo importante en la investigación de la COVID-19”, añade.

“Finalmente, también sabemos que publicar o generar la información es mucho más barato que las consecuencias de no disponer de la información. Por tanto, esa es la lección que yo he aprendido: nuestra mayor limitación es el acceso a la información, sobre todo la médica, y necesitamos que esa información esté disponible amplia y globalmente”.

enero 03/2021 (SINC)

 

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