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El ejercicio tiene efectos beneficiosos para la salud harto conocidos, incluidos en la función cognitiva. También hay estudios que muestran que esos efectos positivos pueden transmitirse de la madre al hijo. No obstante, apenas se había indagado en una transmisión similar del padre a los hijos.
Un estudio, llevado a cabo en el Centro Alemán para Enfermedades Neurodegenerativas y cuyos resultados se publicaron en Cell Report, había apuntado que cierta mejora cognitiva inducida por un ambiente enriquecido podría transmitirse de padres a hijos, vía microARN.
En este estudio, que publica PNAS, la hipótesis de partida se centraba en el ejercicio físico puro, sin contar con el enriquecimiento ambiental. Así lo ha analizado un equipo de investigadores, coordinado por José Luis Trejo, del Departamento de Neurociencia Traslacional en el Instituto Cajal, de Madrid, y Ángela Fontán-Lozano, que también ha sido investigadora en ese centro y actualmente es profesora en la Universidad de Sevilla.
En este trabajo, los investigadores han comparado la función cognitiva, la neurogénesis, la expresión genética y la función mitocondrial entre las camadas murinas del mismo padre antes y después del entrenamiento físico, así como entre las camadas de ratones sedentarios y ejercitados. También en camadas nacidas por fecundación in vitro. Las crías y las madres siempre fueron sedentarias. Para completar esta exhaustiva metodología, los investigadores han necesitado cuatro años de trabajo.
Los ratones machos adultos mostraron mejoras significativas en la memoria a corto y largo plazo después de un régimen de ejercicio de seis semanas, y las camadas de estos ratones machos obtuvieron mejores resultados en las pruebas de memoria comparadas con las camadas de los mismos ratones machos antes del ejercicio o con las de ratones machos diferentes, no ejercitados. Estos resultados se repitieron con las camadas nacidas mediante técnicas de fecundación in vitro y transferencia de embriones.
Marcadores de neuronas inmaduras
Los padres activos mostraron un aumento en la subpoblación de neuronas inmaduras en el hipocampo, así como una mayor actividad de las enzimas mitocondriales en el cerebro en comparación con los padres sedentarios. Esas diferencias también se encontraron en sus respectivas camadas. Ángela Fontán-Lozano destaca este hallazgo del experimento, por el que “un animal que nunca ha realizado ejercicio pero que desciende de un padre ejercitado muestra cierto nivel de neurogénesis; este es un dato que no se había demostrado antes en un estudio”.
Además, la expresión genética del hipocampo difería significativamente entre los padres ejercitados y los sedentarios, al igual que entre su descendencia. En concreto, se registraron cambios en los genes asociados con la actividad de los microARN, tanto en los padres activos como en su camada. Esos resultados sugieren que los efectos inducidos por el ejercicio en el cerebro pueden transmitirse a la descendencia a través de los espermatozoides.
“Analizamos la metilación del ADN en el esperma, como una posible vía de transmisión, pero no encontramos diferencias. Nuestra hipótesis se centra en una transmisión a través de la actividad de los microARN”, comenta la científica. “Ahora estamos investigando en la siguiente generación, para comprobar si esta transmisión intergeneracional se mantiene de forma transgeneracional y se consolidan los cambios”.
Una posible continuación de este trabajo, propone Fontán-Lozano, sería investigar en modelos de enfermedad neurodegenerativa, para determinar si el ejercicio físico, del que ya se ha sugerido que puede contribuir a retrasar estas enfermedades, aleja o minimiza el desarrollo de la enfermedad en la descendencia del sujeto.
Referencia bibliográfica:
Mc Greevy. K., et al: Intergenerational transmission of the positive effects of physical exercise on brain and cognition. PNAS.