Un nuevo trabajo sugiere que ciertos medicamentos impactan en el riesgo de los infartos no fatales relacionados con el calor.

infartoFactores como la contaminación ambiental y las bajas temperaturas se han relacionado claramente con una mayor incidencia de infarto agudo de miocardio. En los últimos años, se investiga si también las altas temperaturas son un factor de riesgo. Están surgiendo estudios que indagan esa asociación y que proponen que a medida que el planeta se recalienta, el corazón puede resentirse en diversas formas. Hay trabajos que incluso apuntan que la carga por infartos cardíacos crecerá al subir el calentamiento global en dos o tres grados Celsius.

Ese riesgo de infarto no fatal por altas temperaturas podría ser, además, más acusado en pacientes que siguen un tratamiento con fármacos antiplaquetarios y betabloqueantes, según sugiere un estudio en Nature Cardiovascular Research.

El trabajo intenta identificar a pacientes más vulnerables a un infarto por calor, atendiendo a la medicación que estén tomando. Para ello, un grupo de epidemiólogos germano-estadounidense recabó datos de 2 494 personas que tuvieron un ataque cardiaco en la región de Augsburgo, en Alemania, entre mayo y septiembre de 2001 a 2014.

Esos datos clínicos los cruzaron con información meteorológica diaria. Así encuentran que en los pacientes que tomaban medicación antiplaquetaria y betabloqueantes había más riesgo de infarto no letal que entre los que no seguían estos tratamientos. Por familias farmacológicas, antes de sufrir el infarto, un 30 % de los enfermos de este registro tomaban fármacos antiplaquetarios; el 25,2 % de ellos, inhibidores de la ECA; el 37,2 %, betabloqueantes; el 15,9 %, bloqueantes de los canales de calcio; el 23,4 %, diuréticos, y el 23,6 %, estatinas.

Para los autores de este estudio, encabezado por el epidemiólogo Kai Chen, de la Escuela de Salud Pública de Yale, en New Haven, sus hallazgos podrían ayudar a desarrollar estrategias específicas que reduzcan el impacto de la enfermedad cardiovascular relacionada con el aumento de la temperatura, si bien reconocen que se necesita más investigación para confirmar ese efecto.

Una asociación que debe investigarse más

En ello abunda Eduardo Zataraín, médico adjunto del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Gregorio Marañón, en Madrid, quien matiza que se trata de “un estudio observacional, retrospectivo, basado en un registro de pacientes con infarto, sin especificar el tipo concreto”. Aunque el calor extremo y el golpe de calor pueden producir daño cardíaco, y por tanto, un infarto, argumenta el cardiólogo, “no queda claro que el infarto clásico -causado por una obstrucción de la arteria coronaria- esté motivado por el calor o que este sea un factor desencadenante del ataque”.

Por otro lado, la asociación entre ambos tipos de medicamento y el número de infartos puede deberse a que “los pacientes con más enfermedad cardíaca, que deben tomar esa medicación, son más propensos a ellos. Por tanto, no se puede llegar a la inferencia causal de que la Aspirina, por ejemplo, o los betabloqueantes –dos tratamientos muy importantes en pacientes cardiópatas- va a producir un infarto asociado a altas temperaturas”. No obstante, indica, el trabajo abre la hipótesis para investigar, mediante estudios metodológicamente específicos, posibles vínculos entre infarto, medicación y calor extremo.

Roberto Martín Asenjo, cardiólogo de la Unidad Coronaria del Hospital Universitario 12 de Octubre,  en Madrid, coincide en resaltar el carácter observacional del estudio, cuyas conclusiones se quedan en un plano hipotético.

Encuentra difícil hallar una explicación fisiológica que asocie los fármacos antiplaquetarios con un mayor riesgo de infarto relacionado altas temperaturas; en cambio, sí ve cierta lógica en los mecanismos de acción de los betabloqueantes, puesto que “inhiben la vasodilatación cutánea, un aumento de los vasos sanguíneos de la piel y que es un mecanismo que utiliza el organismo para regular la pérdida de temperatura; además, favorecen la bajada de tensión, precisamente, uno de los efectos de la deshidratación causada por el calor extremo”. Con todo, destaca que este estudio no aporta evidencias suficientes para establecer esa relación, y recalca la importancia de que los pacientes que siguen un tratamiento farmacológico no lo abandonen y siempre consulten con su médico ante cualquier duda.

Otro de los hallazgos más llamativos de este trabajo observacional es que la asociación de ambos medicamentos con el infarto se observó de manera más acusada en pacientes más jóvenes (25 a 59 años), que tenían una menor prevalencia de enfermedades coronarias preexistentes, comparados con los pacientes mayores (60 a 74 años).

Eduardo Zataraín indica que, de nuevo, se desconoce si ese efecto se explica, porque tienen mayor riesgo cardiovascular, “lo que justificaría que tuvieran más infartos”; también se podría achacar, señala, a que la gente joven suele exponerse más al calor y a eventuales golpes de calor.

Ambos cardiólogos destacan que los datos del Código Infarto de la Comunidad de Madrid no han detectado una mayor incidencia de infartos durante las olas de calor; en cambio, ocurre lo contrario en los días más fríos, cuando se detecta una mayor incidencia de ataques.

De cara a las temperaturas extremas que la canícula nos tenga preparadas, Roberto Martín recuerda que los pacientes crónicos, cardiópatas o no, suelen ser más vulnerables.

Entre las recomendaciones para evitar un golpe de calor, las personas cardiópatas y no cardiópatas, deben evitar las horas de máximo calor y exponerse a temperaturas extremas; en especial, evitar realizar actividad física con calor extremo.

También se recomienda llevar ropa adecuada, tomar bebidas frescas, abstenerse del alcohol y contar con alguna fuente de frescor (aire acondicionado, ventilador, abanico) que ayude a la adaptación del cuerpo al aumento de temperaturas.

De igual forma, destaca Eduardo Zataraín, es importante mantener una hidratación adecuada, “que en los pacientes con problemas cardiacos no siempre implica que deba ser abundante, pues en algunos casos puede resultar perjudicial”.

agosto 13/2022 (Diario Médico)

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