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Una investigación con 672 jóvenes brasileños con edades entre 16 y 24 años y acceso a internet muestra que no se observó un impacto directo de este tipo de afecciones entre quienes accedieron a la enseñanza.
Los estudiantes que antes de la pandemia de COVID-19 ya padecían problemas de salud mental se adhirieron menos a las clases online durante el período de aislamiento social, cuando los establecimientos educativos se encontraban cerrados.
Es decir que, aun teniendo acceso a internet, esos alumnos dejaron de asistir a las clases de la enseñanza a distancia. Por otra parte, entre quienes adhirieron a esa modalidad, no se registró un impacto directo sobre la salud mental.
Estos son los principales hallazgos de un estudio realizado por investigadores brasileños en el cual se compararon los efectos de los síntomas mentales de los mismos jóvenes antes y durante la pandemia. Entre dichos síntomas se encuentran la hiperactividad y los problemas de relación con los compañeros, o de conducta. Este trabajo se publicó en la plataforma PsyArXiv Preprints, de la Society for the Improvement of Psychological Science, y aguarda el proceso de revisión por pares.
“Como la salud mental de los estudiantes constituye un factor de impacto en la educación, procuramos entender la influencia de esto en las clases online. Y arribamos a la conclusión de que los problemas previos aumentaron la desigualdad de acceso al sistema a distancia, pero el sistema de clases online en sí mismo no tuvo impacto sobre los síntomas”, explica la neurocientífica Patrícia Pinheiro Bado, del Hospital de Clínicas de Porto Alegre, dependiente de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), y primera autora del artículo.
La investigación contó con el apoyo de la FAPESP y abarcó una muestra de 672 estudiantes con edades entre 16 y 24 años y con acceso a internet. De ellos, 511 se matricularon en las clases online y 161 (el 31,5 %) no se inscribieron en la educación a distancia mientras las instituciones estaban cerradas.
Los alumnos fueron evaluados antes y durante la pandemia mediante la aplicación de Cuestionario de Capacidades y Dificultades (SDQ, por sus siglas en inglés). Este método rastrea problemas de salud mental en cuatro subescalas: problemas de hiperactividad, emocionales, de conducta y de relación. El análisis de los datos se concretó con la ayuda de modelos de regresión múltiple y ajustada para no tener influencia de eventos escolares negativos anteriores, tales como suspensiones y repitencias, cantidad de días sin clases presenciales, nivel socioeconómico, sexo y edad.
Los científicos pretendían investigar dos puntos principales: si los problemas de salud mental anteriores a la pandemia aparecían asociados al acceso al aprendizaje online y si aquellos que habían adherido a la enseñanza a distancia tendrían menos problemas de salud mental durante el aislamiento.
La conclusión indicó que los síntomas previos de trastornos mentales aumentaban las chances de que los jóvenes no adhirieran a las clases online. Según el artículo, el alza de un punto en la escala SDQ, que varía de 0 a 40, antes de la pandemia elevaba un 6% las posibilidades de no participación a distancia.
Esta comparación entre ambos momentos fue posible porque los participantes forman parte del Estudio Brasileño de Cohorte de Alto riesgo para Trastornos Psiquiátricos en la Infancia (BHRC), una gran investigación de base comunitaria, con un seguimiento de 2.511 niños y jóvenes desde 2010.
El BHRC, también conocido como Proyecto Conexión – Mentes del Futuro, está considerado como uno de los principales seguimientos sobre los riesgos de padecer trastornos mentales realizados en la psiquiatría brasileña. Y forma parte del trabajo del Instituto Nacional de Psiquiatría del Desarrollo para Niños y Adolescentes (INPD), apoyado por la FAPESP y por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), ligado al gobierno federal.
El INPD cuenta con más de 80 docentes e investigadores de 22 universidades, y su coordinador general es el profesor del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP) Eurípedes Constantino Miguel Filho.
Análisis por sexo
Los investigadores no encontraron durante la evaluación de los resultados una asociación entre el estar presente en las clases online y el desarrollo de síntomas mentales. Un punto que los científicos llegaron a detectar en el análisis transversal, pero que fue totalmente explicado por los registros de síntomas anteriores a la pandemia, residió en el hecho de que los estudiantes que tuvieron acceso a las clases a distancia hayan tenido menos problemas de desatención e hiperactividad al comparárselos con los participantes que no accedieron a las clases. En tanto, el análisis por sexo tuvo impacto en la adhesión a esas clases: las chicas exhibieron 2,3 veces más chances de estar inscritas en la enseñanza a distancia en comparación con los chicos.
“Durante la pandemia, los factores que influyeron sobre la salud mental de los alumnos fueron el hecho de tener problemas previos, las dificultades económicas de la familia y también el sexo: las chicas tuvieron más problemas de salud mental que los chicos”, afirma Bado.
No obstante, los científicos destacan que no fue posible comparar la salud mental de los alumnos que estaban asistiendo a la enseñanza remota con aquellos que asistían a clases presenciales, toda vez que casi todos los participantes en la muestra no podían ir a las instituciones educativas como consecuencia de las medidas de aislamiento social (solamente cuatro tuvieron clases presenciales en algún momento durante el período de pandemia). Por eso aún no ha sido posible medir el impacto del cierre de las escuelas.
Para el investigador Mauricio Scopel Hoffmann, profesor adjunto del Departamento de Neuropsiquiatría de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM) y coautor del artículo, este trabajo contribuye para la formulación de proyectos que apunten a identificar a esos niños y jóvenes con problemas de salud mental.
“Estos resultados se relacionan con nuestro estudio anterior, que mostró el impacto de los trastornos externalizantes [tales como agresividad, déficit de atención e hiperactividad] en la evolución escolar de los niños, y especialmente de las chicas. La detección anticipada de estos alumnos en riesgo puede permitir sortear esta situación de desigualdad educativa”, añade Hoffmann.
En otro artículo publicado al final del año pasado en la revista Epidemiology and Psychiatric Sciences, el grupo de científicos ya había demostrado el impacto negativo de los trastornos mentales, especialmente los externalizantes, en la educación. Se estima que entre el 5 % y el 10 % de las repitencias y las distorsiones edad-año escolar (individuos fuera del año adecuado a su edad) no sucederían si los problemas de salud mental se previniesen o se tratasen.
El investigador hace hincapié en que la detección de los jóvenes con riesgo de abandono de los estudios y la priorización de políticas públicas con tratamientos adecuados podría evitar la deserción escolar e incluso podría implicarlos en la enseñanza a distancia. “La peor situación es dejarlos fuera del sistema educativo. Pueden no volver a estudiar, y en el futuro terminar sub ocupados y con bajos ingresos, con lo cual se perpetúa la desigualdad.”
En Brasil, alrededor de 244 mil niños y adolescentes con edades entre 6 y 14 años estaban fuera de la escuela durante el segundo trimestre de 2021, con un aumento del 171 % en comparación con 2019. Hubo también una baja del porcentaje de personas de la misma franja etaria inscritas en la enseñanza fundamental o en la enseñanza media. Mientras que el 99 % estaba matriculado en 2019, en 2021 ese porcentaje se retrotrajo al 96 %, el menor índice desde 2012, de acuerdo con un informe de la organización no gubernamental Todos pela Educação, realizado con base en los datos de la Investigación Nacional por Muestreo de Domicilios Continua (PNAD Continua), realizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
“Cada vez más vemos que la salud mental constituye un factor sumamente importante para el ingreso y la permanencia de los alumnos en las instituciones de enseñanza. Por eso las políticas educativas no pueden pensarse aisladas de otros factores, sino junto a las cuestiones de salud”, dice Bado. Según la investigadora, un próximo paso consistirá en analizar el impacto de aprendizaje de los jóvenes que asistieron a clases online durante la pandemia.
Otro estudio, también dado a conocer por la ONG Todos pela Educação a comienzos de febrero, apuntó que casi el 41 % de los niños brasileños de entre 6 y 7 años no sabía leer o escribir el año pasado. En dos años, la cifra trepó de 1 429 000 (equivalente al 25 % de los niños en esa franja etaria) en 2019 a 2 367 000 (el 40,8 %) en 2021.