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Tamara «nunca» se dejaría inyectar la «supuesta vacuna» Sputnik V. Viacheslav «no confía» para nada en las autoridades rusas y prefiere «esperar». Por su parte, Alexander ya lo tiene todo pensado y se compró un pase sanitario.
Decenas de millones de rusos rechazan la vacuna de Sputnik V, desarrollada en su país, por miedo o desconfianza, llevando al fracaso la campaña de vacunación del Kremlin en pleno aumento mortal de casos de COVID-19.
Apenas un tercio de los 146 millones de rusos está inmunizado. Por eso, la variante delta se expande en el país con facilidad y el número de muertos supera diariamente el millar, batiendo récords respecto a otras olas de la pandemia.
Esta situación está dando problemas más allá de las fronteras rusas, en una pandemia que ha dejado cerca de cinco millones de muertos en el mundo.
Los expertos recuerdan que la lucha contra el coronavirus tiene que ser global para ser eficaz.
Sputnik V, anunciada por Vladimir Putin el año pasado, mucho antes que las vacunas de los países Occidentales, iba a servir como ejemplo de la superioridad de los científicos rusos y permitiría a Moscú dejar atrás la pandemia más rápido.
Pero no tuvieron en cuenta la profunda desconfianza de los rusos.
«Las autoridades nos mienten sobre muchos temas. ¿Por qué creerles sobre la vacunación?», dice Viacheslav, en la piscina que continúa frecuentando a pesar de la crisis sanitaria.
«No me da ninguna confianza», resume este hombre de negocios de 52 años.
Aunque el coronavirus la dejó «zombi» durante varios días, Svetlana Jetlujina no da su brazo a torcer.
«Es una vacuna experimental. No soy un mono», lanza esta analista financiera de 54 años, que piensa que faltan «datos».
Aunque en Rusia hay «anti vacunas» recalcitrantes, la profunda «desconfianza hacia las instituciones» explica mejor el rechazo a las vacunas, afirma la antropóloga rusa, Alexandra Arjipova.
«Hay quien piensa que no podemos esperar nada bueno del gobierno (…), si nuestros laboratorios no son capaces de producir aspirinas, cómo van a hacer vacunas», añade.
A Tamara Alexeieva, una jubilada de 67 años, le molesta que se venda la superioridad de Sputnik frente a las vacunas Occidentales.
«Nos quieren hacer creer que tenemos los mejores científicos del mundo, como en la época de la URSS», afirma Alexeieva, que camina decidida hacia su estación de metro. «Nunca aceptaré esa supuesta vacuna».
A pesar de que Sputnik V se ha exportado a varios países, y que su fiabilidad está respaldada por la prestigiosa revista médica The Lancet, su credibilidad está en entredicho por la falta de homologación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
«Es sospechoso», suelta Alexeieva frunciendo el ceño.
El escepticismo ha hecho florecer un mercado de certificados de vacunación, exigidos por algunos empleadores.
Alexander, trabajador autónomo de 45 años, prefirió pagar 5 500 rublos (78 dólares) para comprar un certificado de vacunación. Y afirma «conocer a mucha gente» que ha hecho lo mismo.
Ante el fracaso de la campaña de vacunación, el Kremlin (que esperaba tener al 60 % de la población vacunada en septiembre), apela al «sentido cívico». «Por favor, sean responsables», pidió Vladimir Putin a mediados de octubre.
Para vencer las reticencias, las autoridades mezclan recompensa, como entrar en un sorteo de coches, con castigo, con restricciones.
Moscú, la ciudad más golpeada por la pandemia, cerró del 28 de octubre al 7 de noviembre los servicios no esenciales. Al mismo tiempo, Putin declaró una semana no laboral para limitar los desplazamientos.
Pero la tarea se anuncia complicada. Según el sociólogo Stepan Goncharov, del centro independiente Levada, las encuestas hablan «de un 50 % al 55 %» de opositores a la vacuna, una cifra estable desde hace meses.
Para Goncharov, el Kremlin «tiene que recuperar la confianza de la gente» con una «política más coherente» tras meses de alternancia entre restricciones y relajación de medidas.
Pero los mejores embajadores de la vacuna son aquellos opositores que cambiaron de opinión después de haber sido hospitalizados por una forma grave de coronavirus.
«Los que sobreviven se convierten en nuestros aliados», señala Eugeni Riabkov, médico del instituto moscovita Sklifosovski. «Cuando salen del hospital, piden a sus allegados que se vacunen».
noviembre 01/2021 (AFP) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.