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La eficacia expresada en porcentaje es el principal factor de evaluación de las nuevas vacunas contra la COVID-19. Pero ¿cómo se mide? ¿De qué depende?
Cuando se dice que una vacuna tiene una eficacia de X % contra la COVID-19, significa que reduce de X % el riesgo de contraer la enfermedad, según los cálculos de sus fabricantes basados en los ensayos clínicos.
Entre las decenas de miles de voluntarios de los ensayos, una parte recibe la vacuna y otra un placebo. Durante el ensayo, todos llevan una vida normal y algunos de ellos contraen naturalmente la COVID-19. Si la vacuna es eficaz, el número de personas contagiadas será menor entre los participantes vacunados.
Por ejemplo, la vacuna rusa Sputnik V tiene una eficacia del 91,6 % contra las manifestaciones sintomáticas del virus, según los resultados publicados el 2 de febrero en la revista médica The Lancet.
Los investigadores rusos determinaron este porcentaje, puesto que 16 voluntarios de los 14 900 que habían recibido las dos dosis de la vacuna fueron diagnosticados positivos, frente a 62 de los 4 900 que recibieron un placebo.
Las vacunas más eficaces hasta ahora son las de Pfizer/BioNTech y de Moderna (95 % y 94,1 %, respectivamente), que utilizan la tecnología ARN mensajero.
La eficacia depende de varios criterios, como la manera en que se administra la vacuna.
Por ejemplo, AstraZeneca y su socio, la universidad de Oxford, afirmaron que la eficacia de la suya varía en función de cómo se espacian las dosis.
«La eficacia alcanza 82,4 % con un intervalo de 12 semanas o más entre ambas dosis», frente a 54,9 % para menos de seis semanas, según un estudio publicado el 1 de febrero.
La Agencia Europea de los Medicamentos (EMA) determinó al autorizar esta vacuna el 29 de enero con una eficacia de alrededor 60 %, con un intervalo de entre 4 y 12 semanas.
La gravedad de la enfermedad también puede ser un factor. Así, la eficacia de la vacuna de Johnson & Johnson es en general de 66 %, pero los especialistas destacan el hecho de que aumenta a 85 % cuando se trata de prevenir las manifestaciones graves.
Los científicos se preguntan asimismo si sería posible aumentar la eficacia de la vacunación utilizando para la segunda dosis un antígeno diferente al primero.
La universidad de Oxford acaba de lanzar un estudio con 820 voluntarios mayores de 50 años para probar esta hipótesis con las vacunas de Pfizer/BioNTech y de AstraZeneca.
Los científicos observan con preocupación la variante sudafricana, puesto que una de sus mutaciones, llamada E484K, es susceptible de volver menos eficaces las vacunas.
Sudáfrica decidió recientemente utilizar la vacuna de Johnson & Johnson, todavía no autorizada en Europa y Estados Unidos, antes que la de AstraZeneca, después de que un estudio cuestionara su eficacia contra esta variante.
Realizado entre 2 000 personas, el estudio concluye que la vacuna de la farmacéutica anglo-sueca solo ofrece una «protección limitada contra las manifestaciones moderadas de la enfermedad producida por la variante sudafricana entre los jóvenes adultos».
Muchos expertos alertaron no obstante contra sacar conclusiones definitivas y la Organización Mundial de la Salud (OMS), preconizó utilizar esta vacuna «incluso si se da la presencia de variantes».
El estudio es «preocupante«, pero presenta «limitaciones importantes«, dijo el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, citando el número reducido de participantes y el hecho de que estos eran jóvenes y en buen estado de salud y por tanto no representativos de la población general.
Por su parte, Pfizer/BioNTech publicaron un estudio en la revista Nature Medicine que señala que su vacuna es eficaz in vitro contra las principales mutaciones de las variantes británica y sudafricana.
Moderna indicó que su vacuna es eficaz contra la británica y en menor medida, la sudafricana, por lo que desarrollará una segunda dosis específicamente dirigida contra la segunda.
Un estudio publicado en Nature concluyó no obstante que las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna pierden una parte «reducida pero significativa» de su eficacia ante las variantes.
«Podría ser necesario modificar periódicamente las vacunas de ARN mensajero para evitar una pérdida de eficacia«, concluyen sus autores.
Se ignora si estas vacunas son igualmente eficaces entre las personas mayores, puesto que la respuesta inmunitaria disminuye con la edad.
En especial, existen dudas sobre la vacuna de AstraZeneca y varios países europeos solo la administran a las personas menores de 65 años o incluso 55, debido a la falta de datos.
Sin embargo, la OMS juzgó que este antígeno también es válido para esta franja de edad.
Por otro lado, todavía se debe determinar si estas vacunas impiden la transmisión de la enfermedad, además de proteger a la persona vacunada.
febrero 11/2021 (AFP) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.
Referencia Bibliográfica:
-Wang, Z., Schmidt, F., Weisblum, Y. et al. mRNA vaccine-elicited antibodies to SARS-CoV-2 and circulating variants. Nature (2021). https://doi.org/10.1038/s41586-021-03324-6
-Xie, X., Liu, Y., Liu, J. et al. Neutralization of SARS-CoV-2 spike 69/70 deletion, E484K and N501Y variants by BNT162b2 vaccine-elicited sera. Nat Med (2021). https://doi.org/10.1038/s41591-021-01270-4