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En la primera infancia, las habilidades de memoria predicen la fuerza de las conexiones cerebrales futuras y, a la inversa, la fuerza de las conexiones cerebrales tempranas predice la agudeza de la memoria futura. Una nueva investigación publicada en la revista JNeurosci, destaca la relación compleja y bidireccional entre la función cerebral y la capacidad durante el desarrollo.
Es difícil, si no imposible, recordar los acontecimientos de los primeros años de vida. Los primeros recuerdos a largo plazo de una persona aparecen alrededor de los cuatro años, cuando las redes de memoria comienzan a consolidarse. Tanto la experiencia de la vida temprana como la maduración del hipocampo contribuyen al desarrollo de la memoria, pero se desconoce la relación exacta entre los dos.
Los investigadores midieron las habilidades de memoria y la actividad cerebral en reposo en niños de cuatro y seis años en el transcurso de tres años. Los niños aprendieron hechos y se les preguntó sobre el hecho y cómo lo aprendieron (una fuente de memoria) una semana después.
La memoria de origen y la actividad sincronizada entre el hipocampo y otras regiones de la memoria, llamada conectividad funcional, mejoraron con la edad. Las mejoras en la memoria de origen durante un año predijeron la conectividad funcional tanto en niños pequeños como en niños mayores, pero en mayor medida en niños más pequeños.
Además, el nivel de conectividad funcional a los seis años predijo la mejora en la memoria de origen a los ocho años. En otras palabras, los cambios en la capacidad predicen cambios en la función cerebral, particularmente para los niños más pequeños, mientras que la función predice la capacidad únicamente en los niños mayores.
diciembre 16/2020 (Europa Press). – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.