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Un grupo de científicos del estado de São Paulo pretende analizar si la pérdida abrupta de la capacidad de sentir olores puede constituir una indicación temprana de COVID-19.
Estudios preliminares realizados en Europa, en Asia y en Estados Unidos sugieren que la pérdida de olfato es algo relativamente común entre las personas infectadas con el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2). ¿Sería empero este síntoma tan frecuente, a punto tal de erigirse en un indicador temprano de COVID-19? ¿Debería orientárselas a las personas que han perdido súbitamente la capacidad de sentir olores a mantenerse en aislamiento para evitar la propagación de la enfermedad? ¿Cuál es la extensión y el tiempo de duración del daño que el virus le causa al sistema olfativo?
En el marco de investigaciones que se llevan adelante en Brasil y en las cuales toman parte científicos del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (IQ-USP) y del Departamento de Bioquímica de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), se intentará responder a esas y otras cuestiones en el ámbito del Proyecto Temático intitulado “Los receptores olfativos: mecanismos de expresión génica y transducción de señales”, bajo la coordinación de la profesora Bettina Malnic.
Los científicos, inicialmente enfocados en el estudio del funcionamiento de las neuronas olfativas (las células encargadas de la detección de olores) y de las demás células que componen el epitelio olfativo, abocarán durante los próximos meses parte de sus esfuerzos con miras a entender la correlación existente entre la infección provocada por el SARS-CoV-2 y el desarrollo de anosmia, el término técnico que designa a la pérdida del olfato.
“El objetivo principal del proyecto consiste en estudiar los genes que codifican los receptores olfativos [proteínas que se conectan con las sustancias odorantes]. Se trata de un gran grupo de genes expresados únicamente en el epitelio olfativo. Sin embargo, ante la situación de emergencia que impone la pandemia, decidimos iniciar un estudio remoto con profesionales de la salud que atienden a pacientes con manifestaciones graves de COVID-19 y que, por ende, se encuentran ante un alto riesgo de contraer el virus”, comenta Malnic.
El grupo, que también incluye a Alexandre Bruni Cardoso, a Deborah Schechtman y a Isaias Glezer, está elaborando un cuestionario para monitorear en los profesionales de la salud del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina (FM) de la USP tanto la existencia de síntomas ya nítidamente establecidos de la enfermedad, tales como fiebre, tos y dificultad para respirar, como también eventuales alteraciones olfativas. A tal fin, el grupo cuenta con la colaboración de los investigadores Richard Voegels y Fábio de Rezende Pinna, del Departamento de Otorrinolaringología y Oftalmología de la FM-USP.
“Pretendemos descubrir si existe un patrón en la anosmia que provoca el coronavirus que la diferencie de la pérdida del olfato basada en otras causas, tales como las infecciones de las vías respiratorias causadas por resfríos o gripes comunes o enfermedades neurodegenerativas. Pacientes con COVID-19 han informado acerca de una pérdida abrupta de la capacidad de sentir olores y, muchas veces, sin otros síntomas relacionados”, dice la investigadora.
También está en los planes del grupo llevar adelante un análisis más amplio, similar al que realizaron en el Reino Unido científicos del King’s College. A través de una aplicación móvil llamada COVID Symptom Tracker, los británicos dejaron disponible un cuestionario remoto que más de un millón de personas de diversos países ya han rellenado. Un primer análisis reveló que la pérdida del olfato y del gusto fue un síntoma informado por el 59 % de las personas que testearon positivo para COVID-19, y por tan solo el 18 % de las que testearon negativo.
En caso de que la correlación entre el SARS-CoV-2 y la pérdida del olfato se confirme en esta primera etapa de la investigación, el grupo pretende profundizar los análisis para entender de qué forma afecta el virus el funcionamiento del epitelio olfativo.
“Una de las posibilidades consistiría en analizar muestras de pacientes infectados y observar si la estructura del epitelio olfativo se encuentra alterada en esos individuos. La técnica de hibridación in situ [que permite la identificación específica de tipos de ARNm dentro de células individuales en fragmento de tejido] podría adoptarse para verificar si las neuronas olfativas sobreviven o no a la infección”, afirma Malnic.
También se pueden realizar experimentos con cultivos de células y con modelos animales a los efectos de entender el mecanismo de acción del coronavirus en el epitelio olfativo. Con todo, uno de los obstáculos reside en el hecho de que los ratones y otros mamíferos que comúnmente se utilizan en este tipo de estudios no se infectan con el SARS-CoV-2. “Existe un linaje de ratones genéticamente modificados para expresar la ACE-2 humana, que es la proteína que emplea el nuevo coronavirus para infectar a las células. Podríamos investigar si cuando se los infecta con el virus estos animales exhiben alteraciones en su sistema olfatorio”, dice Malnic.