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Desde la Organización Mundial de la Salud y Médicos Sin Fronteras, alertan del impacto negativo que la pandemia de la COVID-19 supondrá sobre el control y abordaje del paludismo.
La situación actual de pandemia mundial de COVID-19 no ha hecho desaparecer otros problemas sanitarios que afectan a numerosos países y a millones de personas. Con motivo del Día Mundial de la Malaria o Paludismo, que se celebró el 25 de abril, la Organización Mundial de la Salud, alertó a los países que mantengan todos los servicios de control de esta enfermedad y avancen y distribuyan herramientas de prevención en esta etapa del brote.
En esta línea, Estrella Lasry, asesora de medicina tropical de Médicos Sin Fronteras, ha explicado que nos encontramos ante un panorama poco halagüeño no solo para el paludismo sino también para todas las enfermedades prevenibles por vacunas, así como para la tuberculosis y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Todas aquellas enfermedades con mayor incidencia y prevalencia en zonas con sistemas de salud débiles se multiplicarán.
Desde la OMS se alerta, además, de que interrumpir las campañas de fumigación, de entrega de mosquiteros y de acceso a medicamentos podría duplicar las muertes por paludismo en el África subsahariana, en comparación con los datos recogidos en el Informe de Paludismo de 2018.
La organización ha analizado nueve posibles escenarios de interrupción en el acceso a las herramientas de control de la infección en 41 países. En el peor de ellos, se suspenderían las campañas de fumigación y habría una reducción del 75 % en el acceso a los antipalúdicos, lo que llevaría, según han estimado, a 769 000 muertes en el África subsahariana en 2020, el doble de las contabilizadas en 2018. Esto supondría una mortalidad por paludismo como la registrada hace 20 años.
A propósito del informe de la OMS, Lasry ha puntualizado que, aunque no se han podido incluir todos los datos en este modelling y las conclusiones no son predicciones exactas, sí permiten bosquejar una fotografía del efecto que la COVID-19 puede suponer en estos países. “Se calcula que se produzca un aumento entre el 20 y el 200 % en las muertes por paludismo en función de los países”.
COVID-19 y Paludismo
De momento, los casos de COVID-19 en África subsahariana representa una pequeña proporción del total mundial, aunque van aumentando cada semana y ya son 45 países los que tienen casos confirmados. Esta situación hace que, según la OMS, estos países tengan la oportunidad de minimizar las interrupciones en la prevención y el tratamiento de paludismo durante el brote de COVID-19.
La OMS insta a acelerar las campañas masivas de control vectorial como las campañas de distribución de mosquiteros tratados con insecticidas y de fumigación, ya que se ha tenido conocimiento de la suspensión de estas acciones en algunos países por la alarma generada ante la posible exposición a COVID-19. Todas estas campañas deben mantenerse asegurando la protección de trabajadores y comunidades contra la transmisión del coronavirus.
Según Lasry, “la distribución de mosquiter0s ya se ha visto afectada por la COVID-19, aunque algunos países como Benin, República Democrática del Congo, Chad y Sierra Leona la han adelantado”. Si combinamos ese retraso con el paludismo estacional que comienza en junio o en julio en la parte de África Occidental, “retrasar más la distribución de mosquiteros implica que no van a tener los recursos disponibles para la próxima temporada”.
Asimismo, la OMS advierte de que deben mantenerse las terapias preventivas para mujeres embarazadas y niños, así como la realización de pruebas diagnósticas y el suministro de medicamentos antipalúdicos. De hecho, la implantación de quimioprevención en algunos países en menores de cinco años ha permitido la reducción de los casos de paludismo hasta en un 60-70 % y la mortalidad entre el 30 y el 40 %. «Si esas actividades no se realizan a nivel comunitario y preventivo, el impacto también puede ser bastante importante. Lo mismo ocurriría en el caso de las embarazadas», ha añadido Lasry.
Según la OMS, experiencias previas de otros brotes, como el de ébola entre 2014 y 2016, ha demostrado que ante estas situaciones la lucha contra el paludismo se resiente y se produce un gran aumento en los contagios y muertes por esta causa. Por este motivo es fundamental mantener las medidas de prevención, detección y tratamiento.
Se espera, según Lasry, una reducción en el nivel de detección y control de los casos de paludismo por una disminución en la atención de salud primaria y comunitaria, por menor acceso a las estructuras de salud por el miedo de la población, así como una reducción del personal por infección o por dedicación a la respuesta al COVID-19. “Esperamos que no haya tanto impacto por mortalidad en el contexto africano como ha habido en España, aunque solamente sea por el rango de edad de los sanitarios”.
Mayor mortalidad
Se va a producir un exceso de mortalidad de una enfermedad que ya teníamos un poco más controlada en algunas zonas y que podía ser prevenible. Todo el trabajo que se ha hecho en estos años para reducir el número de muertes y de casos por paludismo y dar a la población una mejor calidad de vida va a verse menguado a consecuencia de la COVID-19, sobre todo si no se mantiene un foco sanitario al respecto. Desde MSF se apunta a que la falta de personal y de camas en África impedirá el manejo clínico de muchas patologías: «Si lo estamos viendo en sitios con sistemas de salud tan potentes como el español, en África el efecto se multiplicará».
El paludismo y la COVID-19 pueden tener sintomatología parecida, aunque no afecten a la misma población. Los casos de paludismo se dan principalmente en niños menores de 5 años. Hacer un análisis de mortalidad retrospectiva de enfermedades con síntomas parecidos; fiebre, dificultad respiratoria y diarrea, sería muy difícil discernir a qué, atribuir unas muertes u otras”.
En el caso de Asia, en vías de eliminación del paludismo, la COVID-19 va a suponer un retraso de todos los esfuerzos de lucha, de control y de detección de los casos, ha concluido Lasry.
Problemas de suministro
Desde la OMS añaden que esta pandemia mundial ha provocado también que haya habido interrupciones en las cadenas de suministro de productos esenciales como mosquiteros tratados con insecticidas, pruebas diagnósticas y medicamentos, debido al cierre de fábricas o los problemas en las exportaciones e importaciones de material.
El tratamiento de la COVID-19 incluye el uso de cloroquina e hidroxicloroquina. Ambos compuestos comparten el mismo principio activo que la amodiaquina, uno de los principales fármacos de tratamiento del paludismo. “Ya se está hablando de un impacto en la producción de artesunato amodiaquina por la producción extra de cloroquina, así como una increíble subida del precio de la molécula que comparten”, ha explicado Lasry.