Los resultados de estudio PISMA-ep certifican que los beneficios de la actividad física no se limitan a afecciones cardiovasculares o la obesidad, sino que el ejercicio físico actúa como un efecto protector ante la que será la segunda causa de discapacidad en 2020 -la depresión-.

depresion«Existen factores genéticos que influyen en la depresión, pero también ambientales. Hemos descubierto a través de nuestro estudio descriptivo cómo el ejercicio físico actúa como efecto protector de la depresión, esto es, una persona que habitualmente realiza deporte tiene menos riesgo de sufrir un trastorno mental, y al revés», declara Margarita Rivera, profesora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada.

En concreto, el estudio PISMA-ep ha analizado el comportamiento de los genes GRS, FTO y BDNF con el objetivo de localizar las bases genéticas de la asociación entre salud física y depresión. «Un paciente que padece una enfermedad física tiene más probabilidades de sufrir depresión debido a mecanismos psicosociales como la limitación funcional o la disminución de las interacciones sociales. Del mismo modo que una persona que tenga depresión presentará con mayor frecuencia hábitos de vida poco saludables, consumo de tóxicos y dificultades para el manejo de la enfermedad», asegura Alejandro Porras-Segovia, psiquiatra del Centro de Salud Mental de Quintana, Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

Todo ello hace que exista una relación bidireccional, que no causal, entre la depresión, la obesidad y los trastornos físicos. «Son enfermedades que tienen factores etiológicos compartidos», advierte Margarita Rivera: «todo esto tiene que ver con el gen FTO, que a su vez está relacionado con la obesidad y el índice de masa muscular«.

El estudio PISMA-ep impulsado por la Universidad de Granada se ha realizado sobre una muestra de 1102 individuos, y entre sus conclusiones descubre que los casos con depresión presentan un IMC superiores a los descritos en controles. «La incorporación de información genética unida a los factores de riesgo tradicionales y el IMC nos permiten mejorar la capacidad de predicción de la depresión. Esto encierra un gran potencial para el traslado a la práctica clínica, así como para la innovación en el diagnóstico y tratamientos», concluye Esther Molina, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina e Instituto de Neurociencias Federico Olóriz de la Universidad de Granada.
octubre 24/2018 (immedicohospitalario.es)

octubre 25, 2018 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Psiquiatría | Etiquetas: , |

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