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Hace cuatro años que se inició el proyecto My New Gut, al frente del cual se encuentra Yolanda Sanz, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Con él se investiga cómo la microbiota intestinal humana y su genoma pueden influir en la obesidad, los trastornos relacionados con el comportamiento y el estilo de vida y viceversa. También tiene como objetivo identificar estrategias dietéticas específicas para mejorar la salud a largo plazo de la población.
En su último año de vida ya empieza a arrojar interesantes resultados y parte de ellos fueron presentados dentro del Congreso Europeo de Obesidad que se está celebrando en Viena. Entre lo más destacado está la identificación de un componente de la microbiota, Bacteriodes uniformis, que parece podría ser un agente protector frente a la obesidad.
«Hemos avanzando bastante en la identificación de que fibras pueden nutrir mejor a bacterias que puedan ser beneficiosas para nuestra salud metabólica, como sería Bacteroide uniformis. Además conjuntamente el efecto protector es superior en algunos aspectos como puede ser los niveles de glucosa y parece ser que en la reducción de peso hay aspectos sinérgicos. En otros aspectos vemos que los mecanismos de acción son diferentes y podrían ser complementarios. De ese modo se podrían desarrollar estrategias de intervención más eficaces» explica Sanz.
Proteínas, microbiota y perfil metabólico
No ha sido este el único resultado que se ha presentado en el congreso europeo. También se ha demostrado gracias al trabajo de investigación que el tipo de proteínas en la dieta puede modificar las interacciones de la microbiota y el perfil metabólico. «Dependiendo de si la proteína es de origen animal o vegetal, sí que hay una influencia en los metabolitos que se producen y también en la expresión de genes a nivel de la mucosa del colón, con lo cual a largo plazo sí que podría tener efectos. Pensamos que en el futuro se tendrán que hacer estudios de mayor duración para establecer cuál es el impacto en la salud intestinal, la salud metabólica y otros aspectos como puede ser la función renal o los procesos inflamatorios crónicos para establecer recomendaciones dietéticas más depuradas.»
Hay estudios que demuestran que hay asociaciones entre el desarrollo de obesidad en humanos y algunas alteraciones en la composición de la microbiota intestinal. Pero se necesitan hacer estudios funcionales para poder realmente demostrar la relación causa efecto.
En el contexto concreto de la obesidad se sabe que los individuos obesos tienen aproximadamente un 55 por ciento más de riesgo de desarrollar depresión. «Lo que nosotros estamos tratando de ver es si eso tiene algo que ver con la dieta, ya que es un factor importante para regular la microbiota intestinal. Por lo menos en los estudios que hemos hecho en experimentación animal sí que vemos que haciendo intervenciones en el ecosistema intestinal podemos revertir ese fenotipo similar a la depresión que reproducimos en animales obesos. Con lo cual estamos demostrando, aunque sea indirectamente, se pueden hacer intervenciones en el ecosistema intestinal para revertir ese segundo aspecto que puede estar relacionado con la obesidad, que es la depresión.»
Un vasto terreno por explorar
Uno de los grandes retos que hay hoy en día es el enorme campo que abarca la microbiota. Sus interacciones con múltiples mecanismos del organismo son cada vez más conocidas, pero falta aun un largo camino por recorrer. «Podemos tener una buena panorámica de que funciones cubre la microbiota, pero es cierto que hay más de mil especies distintas y que las distintas bacterias ejercen distintas funciones. Y además, seguramente, parte de las funciones las ejercen porque interaccionan entre ellas. Todavía estamos al inicio de empezar a saber qué bacteria hace qué y en el futuro tendremos también que empezar a abordar la identificación de las funciones de las bacterias, no solo de forma aislada, sino en su propia comunidad. Quien se comunica con quien y quien coopera con quien en el desarrollo de estas funciones.»
Entender mejor todas estas relaciones puede servir para que toda esta investigación sea luego llevada a la práctica clínica, algo muy complejo por el momento. Sin embargo, Sanz es optimista a este respecto. «Todas las investigaciones que estamos desarrollando pueden terminar teniendo una repercusión en el desarrollo de otro tipo de estrategias, no solo basadas en dieta o en estilo de vida, sino en la identificación de rutas metabólicas o mecanismos, al descubrir moléculas o inhibidores de determinadas bacterias y potenciadores de otras, que podrían estar disponibles en forma de fármacos y que permitirán mejorar al menos la función que esa parte de nuestras bacterias está relacionada con problemas como la obesidad o la depresión o su conjunción.»
mayo 29/2018 (diariomedico.com)