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Los adolescentes con cualquier problema de salud mental muestran una mayor propensión a depender de los analgésicos tras serles recetado un opioide.
Las probabilidades pueden multiplicarse por dos o por tres dependiendo del diagnóstico y de los otros fármacos recetados para tratar su trastorno.
Los investigadores analizaron datos de 1 224 520 adolescentes de 14-18 años, sin diagnóstico de cáncer, con una mediana de edad de 17 años en el momento de la primera receta de opioides. Comprobaron si el adolescente tenía un diagnóstico anterior de trastorno mental, incluyendo ansiedad, trastornos del estado de ánimo, trastorno por déficit de atención/hiperactividad, psicosis, trastornos del sueño o problemas de abuso de sustancias. Entonces, observaron la receta inicial anterior para ver si esos adolescentes eran más propensos a acabar tomando opioides a largo plazo.
En general, 3 de cada 1000 adolescentes a quienes recetaron opioides acabaron tomándolos a largo plazo, pero las cifras fueron constantemente más altas para los adolescentes que se enfrentaban a trastornos mentales: 7 de cada 1000 adolescentes con esquizofrenia, 8 de cada 1000 con trastornos de ansiedad, 9 de cada 1000 con depresión, 10 de cada 1000 con trastorno bipolar y 11 de cada 1000 con trastornos del sueño.
Los jóvenes que ya tomaban un fármaco psicoactivo para su problema de salud mental eran incluso más propensos a acabar tomando opioides a largo plazo. Por ejemplo, las probabilidades aumentaron más entre los adolescentes con ansiedad que tomaban benzodiacepinas, entre los jóvenes con trastornos del estado de ánimo que tomaban un inhibidor selectivo de la recaptación de noradrenalina, y los que tomaban antipsicóticos para la esquizofrenia. El estudio fue publicado en JAMA Pediatr 2018.
mayo 1/2018 (neurologia.com)