Durante más de 60 años, se han propuesto y debatido teorías según las cuales la estatura de las personas podría estar influenciada por el clima del lugar donde viven. Ahora un nuevo estudio corrobora que ello es cierto para algunos huesos pero no para otros, y que la influencia es más compleja que una mera relación clima-estatura.

El equipo de Kristen Savell y Benjamin Auerbach, de Universidad de Tennessee en Knoxville, así como Charles Roseman, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, ambas instituciones en Estados Unidos, ha documentado cómo la selección evolutiva ha dado forma a las variaciones en las extremidades humanas en todo el globo.

El studio publicado en Procedings of the Natioanl Academy of Sciences (PNAS),indica que los huesos largos de los brazos y las piernas no evolucionan de manera independiente, como los científicos asumían desde hace tiempo. Al contrario, evolucionan todos a la vez de formas que no necesariamente conocemos.

Desde mediados del siglo XX, los expertos en el tema han especulado con la idea de que las poblaciones humanas se han adaptado al entorno dependiendo de su latitud geográfica, para maximizar la eficiencia de la pérdida de calor. Quienes son de linajes que han vivido mucho tiempo en zonas con climas más cálidos tienden a tener extremidades más largas y cuerpos más estrechos, y quienes son de linajes de regiones con climas más fríos tienden a tener extremidades más cortas y cuerpos más anchos. Estas teorías se basan en dos principios científicos desarrollados en el siglo XIX, llamados actualmente Regla de Bergmann y Regla de Allen.

Los autores de investigaciones previas estudiaron la relación entre las proporciones corporales y la latitud usando a menudo grupos de cuatro regiones geográficas: el África subsahariana, el Norte de África, la Europa Templada y el Ártico.

Savell y sus colegas, usando los mismos grupos para obtener datos comparables, compararon la variación en las longitudes de cuatro huesos: el húmero (en la parte superior del brazo), el radio (en el antebrazo), el fémur (en el muslo) y la tibia (en la pantorrilla), así como el diámetro de la cabeza femoral y la anchura pélvica entre 14 poblaciones humanas, incluyendo a más de 400 personas.

Hallaron que dos de los huesos, el radio y la tibia parecen evolucionar respondiendo directamente a la selección natural, como se esperaba, haciéndose más cortos en latitudes más altas.

El crecimiento del húmero y el del fémur, sin embargo, están influenciados por algo más que la respuesta directa a esa selección natural. El fémur no cambia de longitud en respuesta a la selección natural direccional. Savell y sus colegas también han llegado a la conclusión de que la selección natural por sí sola llevaría al húmero a alargarse en latitudes más altas con climas más fríos. Este hallazgo contradice las reglas de Bergmann y Allen.

El estudio apoya la idea de que hay múltiples fuerzas, creadas por la interacción de rasgos a través de la correlación genética, que influyen en el aspecto y el tamaño de los cuerpos humanos en combinación con las respuestas a la selección natural por acción del entorno.

Conviene aclarar, tal como matiza Savell, que ella y sus colaboradores se refieren a cambios en la longitud de los huesos de las extremidades a una escala exclusivamente evolutiva.

agosto19/2016 (Noticias de la ciencia)

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