Un estudio publicado en Biomedicine journals,  demuestra que es posible identificar en el momento mismo de la caída a aquellas personas que tienen elevado riesgo de presentar una mala recuperación funcional.

Con el objetivo de evaluar el impacto que tienen las fracturas de cadera y de muñeca en las personas mayores, científicos de la Red de Investigación en Servicios de Salud en Enfermedades Crónicas (REDISSEC-ISCIII) han llevado a cabo un estudio prospectivo. “Observábamos que las consecuencias de una fractura de este tipo no eran las mismas en todas las personas, y tratamos de ver si existía algún tipo de perfil con mayor probabilidad de evolucionar mal”, explica Itziar Vergara, investigadora de esta red que ha defendido su tesis doctoral sobre este tema en la UPV/EHU.

La afectación en la capacidad funcional tras una fractura viene determinada por factores de índole variada. Según han observado los expertos, en el caso de las fracturas de cadera y muñeca el impacto es mayor en sujetos de mayor edad, con más enfermedades asociadas, menor nivel de educación y menor red de apoyo social.

Un dato llamativo ha sido que la recuperación funcional “no se relaciona ni con las características de la fractura, ni con el tratamiento proporcionado. La interpretación que hacemos de estos resultados es que en el País Vasco, en concreto en el sistema público de salud, el grado de capacidad profesional y tecnológica para atender a un sujeto fracturado es tan alto, que son capaces de igualar el resultado final, independientemente de lo complicada que sea la situación de la fractura”, añade Vergara.

“Considerando esto, lo que realmente influye en que una persona acabe generando una dependencia después de una fractura es el punto de partida en el que se encontraba en el momento en el que se fracturó”, resume.

La clave, identificar a los ancianos frágiles

Para valorar todas las fracturas estudiadas como una única entidad por la importancia que tienen desde la perspectiva de salud pública, “vimos que el patrón de sujeto que se cae y luego se recupera mal corresponde, en su mayoría, a lo que se denomina en los últimos años un anciano frágil”, comenta Vergara. Son personas mayores que, aunque siguen siendo autónomas en su vida diaria, están muy debilitadas, tienen mala calidad de vida relacionada con la salud, con varias patologías crónicas y elevado consumo de fármacos, y una red de apoyo social limitada.

Vergara considera muy importante incluir esta clasificación en la valoración inicial de los servicios de asistencia sanitaria: “A pesar de las valoraciones complejas que puedan hacerse actualmente, no llegamos a clasificar a los mayores fracturados como frágiles o robustos, y sí merece la pena poner atención a esa etiqueta de anciano frágil porque realmente sabemos que es una persona que va a ir a peor, y en la que merece la pena dar una respuesta integral a sus necesidades”.

De esta forma, “se trataría de buscar cuáles son los elementos clave que están haciendo que esa persona sea frágil, para tratar de superarlos, de ponerles remedio, para intentar que su recuperación sea lo más exitosa posible”, añade la investigadora. “El personal de enfermería, médico o geriátrico está totalmente capacitado para hacer esta valoración. No hace falta mayor cantidad de recursos, solo hay que poner el foco en cosas que son importantes para las personas mayores”, concluye.

  julio 20/ 2016 (JANO)

julio 25, 2016 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Geriatría | Etiquetas: , |

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