La obesidad es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Un equipo internacional de investigadores del Sydney’s Victor Chang Institute y el Garvan Institute of Medical Research (ambos en Australia) ha confirmado el perjudicial legado que la obesidad de los padres puede tener en las generaciones futuras.

Los resultados, publicados en la revista Molecular Metabolism,  muestran que la salud metabólica de un padre puede ser transmitida de generación en generación, afectando no solo a sus hijos sino también a sus nietos.

Los expertos han descubierto en roedores que los machos que son obesos en el momento de la concepción están poniendo a sus hijos y nietos en alto riesgo de desarrollar una enfermedad metabólica mucho antes de que hayan nacido.

Catherine Suter, autora principal del Instituto Victor Chang, cree que el descubrimiento podría tener aplicaciones inmediatas en salud pública. «La salud de un bebé ha sido considerada responsabilidad de la madre desde el embarazo. Se ha prestado poca atención a cómo la salud de un padre podría afectar a su hijo no nacido».

Los científicos analizaron el efecto de la obesidad del padre a través de tres generaciones. Al principio, su descendencia parecía estar en buena salud metabólica. Pero cuando consumieron una dieta basura con alto contenido en grasas y azúcar, todos los hijos desarrollaron enfermedad de hígado graso y síntomas prediabéticos, como aumento de la glucosa e insulina en el torrente sanguíneo.

Los investigadores se sorprendieron al encontrar que los nietos de los ratones obesos también estaban predispuestos a trastornos metabólicos, al igual que lo estuvieron sus padres. “Esta predisposición se transmitió a los nietos, incluso si sus padres comían bien y se encontraban metabólicamente saludables en el momento de la concepción”, añade Suter.

Los investigadores observaron que, en los bisnietos, la salud metabólica mejoraba significativamente. «En la tercera generación, la respuesta negativa exagerada a una dieta de comida basura era casi ausente. Esta predisposición no es genética, sino que se adquirió. Eso significa que el daño se puede deshacer y, en última instancia, es reversible», indica Suter.

Los científicos todavía no tienen claro cómo sucede esta programación multigeneracional, pero parece ser clave en el esperma de los ratones. «Estamos trabajando para entender cómo los cambios en las moléculas de ARN del esperma podrían transmitir los efectos metabólicos de generación en generación», concluye Mark Febbraio, autor principal del Instituto Garvan.

julio19/2016 (SINC)

julio 20, 2016 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Enfermedades Nutricionales, Nutrición | Etiquetas: , , |

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