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Un nuevo estudio ofrece a los amantes del pescado y el marisco una doble buena noticia: el mercurio que se encuentra en el pescado no conduce al declive mental, y en ciertas personas, una dieta rica en pescado podría prevenir la enfermedad de Alzheimer.
Unos investigadores que examinaron cerebros humanos confirmaron que las personas que consumen más pescado y marisco tienen más mercurio en el cerebro. Pero no encontraron un vínculo entre unos niveles más altos de esa neurotoxina en el cerebro y el tipo de daño cerebral que es típico en la enfermedad de Alzheimer y la demencia.
«Todo el mundo dice que el pescado y el marisco tienen muchos beneficios de salud, pero todos le temen al mercurio», apuntó la autora líder, Martha Clare Morris, profesora de epidemiología nutricional de la Universidad de Rush, en Chicago.
«No observamos ninguna evidencia en lo absoluto de que unos niveles más altos de mercurio en el cerebro se vincularan con ninguna de las neuropatologías asociadas con la demencia», afirmó.
Los investigadores también encontraron que comer cantidades moderadas de pescado y marisco podría tener un efecto protector en las personas que portan un riesgo genético específico de la enfermedad de Alzheimer.
El estudio aparece en la edición del 2 de febrero de la revista Journal of the American Medical Association.
En un editorial que apareció en la misma edición, Edeltraut Kroger y el Dr. Robert Laforce de la Universidad de Laval en Quebec, Canadá, dijeron que el hallazgo sugiere «que se puede consumir pescado y marisco sin una preocupación sustancial de que la contaminación con mercurio disminuya su posible beneficio cognitivo [mental] en los adultos mayores».
Pero, ¿por qué? ¿Hay algo en los llamados ácidos grasos «n-3″ de cadena larga del pescado que protege al cerebro?
El consumo de pescado, en particular como parte de una dieta saludable como la mediterránea, se ha vinculado con una reducción en la enfermedad de Alzheimer o con un avance más lento de la enfermedad, apuntó Kroger.
«Todavía no está del todo claro si el motivo del beneficio del pescado se encuentra en su contenido de ácido graso insaturado n-3, o si comprender el beneficio de las dietas que contienen pescado es más complicado», añadió.
Los datos provienen de participantes del Proyecto Rush de la Memoria y el Envejecimiento que murieron entre 2004 y 2013. La edad promedio de los participantes en el momento de la muerte era de casi 90 años, y el 67 % eran mujeres. Ninguno tenía demencia cuando se inscribieron, y aceptaron someterse a evaluaciones neurológicas y a autopsias del cerebro después de morir.
Para calcular el consumo semanal de pescado y marisco de los participantes, los investigadores utilizaron cuestionarios sobre los alimentos, que se iniciaron en promedio 4.5 cinco años antes del fallecimiento. El cuestionario incluyó cuatro tipos de artículos de pescado y marisco: un sándwich de atún; palitos, pasteles o sándwiches de pescado; pescado fresco como plato principal; y camarones, langosta o cangrejo.
Se tomaron muestras de tejido de 286 cerebros a los que se realizaron autopsias para medir las concentraciones cerebrales de metal. Los investigadores también examinaron muestras de tejido en búsqueda de evidencias de demencia, lo que incluye los accidentes cerebrovasculares (ACV) o «micro» ACV, las placas y los nudos cerebrales que son indicativos de la enfermedad de Alzheimer, y los cuerpos de Lewy que se asocian con la enfermedad de Parkinson.
El hallazgo de que un mayor consumo de pescado y marisco se asociaba con unos niveles más altos de mercurio en el cerebro fue una correlación pequeña, pero significativa, apuntó Morris.
Los investigadores también encontraron que comer una o más comidas de pescado por semana se vinculaba con menos daño por el Alzheimer en el cerebro, pero solo entre las personas con una variante genética llamada apolipoproteína E (APOE).
Las personas que heredan ese «alelo» o variación del gen de la apolipoproteína tienen un riesgo más alto de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, según la Asociación del Alzheimer (Alzheimer’s Association).
«No observamos esa asociación protectora en las personas que no portaban el alelo APOE», dijo Morris.
Pero unos niveles más altos en la dieta de ácido alfa-linolénico, un ácido graso que se encuentra en las plantas, se asociaba con menos ACV en la población total, no solo entre los que portan la variación del APOE, añadió.