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Las cifras que hasta hoy deja el sismo en Nepal son escalofriantes, empezando por las cinco mil 57 personas que perdieron la vida a causa del remezón, de 7, 9 grados en la escala de Richter, el peor sismo en los últimos 80 años
Según los últimos reportes oficiales, otras nueve mil sufrieron lesiones, algunas tan serias que sus vidas están en peligro, en medio de una capacidad hospitalaria desbordada por la cantidad de ingresados y la escasez de medicamentos y hasta de sangre para transfusiones.
A los fallecidos en Nepal habría que sumar 74 en tres contiguos estados de la India (Bihar, Uttar Pradesh y Bengala Occidental) y 25 en la también limítrofe región china del Tíbet. El temblor fue claramente perceptible, además, en Bangladesh, Bután y Pakistán.
Agencias especializadas de Naciones Unidas también dan cuenta de turbadores guarismos: los damnificados se calculan en ocho millones de personas; los necesitados de ayuda alimentaria inmediata, en 1,4 millones; y los niños urgidos de ayuda humanitaria, 1,3 millones.
El colosal movimiento telúrico, por otra parte, dañó seriamente alrededor de 16 mil escuelas y más de medio millón de casas; destruyó por completo unos 90 mil inmuebles, viviendas la mayoría; y solo en los cuatro distritos más golpeados por el fenómeno dejó casi en ruinas al 90 % de los establecimientos de salud.
La cosecha letal del terremoto también podría aumentar porque los hospitales están desbordados, faltos de materiales y de sangre para transfusiones. Algunos están teniendo problemas para eliminar una cantidad infrecuente de desechos médicos.
Están, por otra parte, las condiciones de insalubridad que por lo regular genera un desastre de esta magnitud. En Katmandú ya se hace notar la falta de agua potable y en muchos barrios pueden verse largas colas de mujeres y niños con baldes plásticos, esperando sus raciones del vital líquido.
Hay zonas donde también se habla de escasez de alimentos y de artículos de primera necesidad, mientras algunos hospitales capitalinos y del interior han reportado una inusual cantidad de casos de diarreas.
El simple acto de dormir se ha convertido en un martirio. Decenas de miles de personas en Katmandú han pasado a la intemperie las cuatro noches transcurridas desde el terremoto, bajo improvisadas casuchas de cartón o láminas plásticas, y cubriéndose del frío con periódicos o lo que encuentran a mano.
Las mantas son un lujo que llega poco a poco, bien de los fondos de emergencia del Gobierno o de los cargamentos que han enviado varias naciones. La mayoría de los damnificados van con la misma ropa que llevaban al momento del descomunal movimiento telúrico, de 7,9 grados en la escala de Richter.
Con todas las implicaciones del caso, los apagones son también una constante en la capital y en las demás localidades afectadas por el sismo.
Lamentablemente, este es uno de los casos donde hay que decir que la historia no ha terminado: las autoridades temen que las secuelas del sacudón superen las del terremoto de 1934, que segó ocho mil vidas.
El primer ministro Sushil Koirala reconoció que la dimensión de la tragedia ha superado las posibilidades del Gobierno para superarla y apuntó que según avancen las tareas de búsqueda, los muertos podrían llegar a 10 mil