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Un nuevo estudio es el primero en identificar conductas de adaptación específicas a través de las cuales la exposición al estrés conduce a la presentación de insomnio.
Los resultados muestran que el hacer frente a un suceso estresante a través de una desvinculación de la conducta – el renunciar a hacer frente al estrés – o mediante el empleo de alcohol o drogas fue un mediador significativo de la relación entre la exposición al estrés y la aparición de insomnio. Es sorprendente que la técnica de hacer frente mediante la distracción – como el ir al cine o mirar televisión – también fue un mediador significativo entre el estrés y la presentación de insomnio. Por otra parte, el estudio reveló que la intrusión cognitiva – los pensamientos recurrentes en torno al factor estresante – era un mediador significativo y clave, contribuyendo a 69 % del efecto total de la exposición al estrés sobre el insomnio.
«Nuestro estudio es uno de los primeros en demostrar que no es el número de factores estresantes, sino la reacción que el individuo tiene a ellos lo que determina la probabilidad de que se presente insomnio», dijo el autor principal Vivek Pillai, miembro de investigación en el Centro de Trastornos e Investigación del Sueño en el hospital Henry Ford en Detroit, Michigan. «Aunque un suceso estresante puede originar una noche de insomnio, es lo que se hace en respuesta al estrés lo que puede ser la diferencia entre algunas noches de no dormir bien y el insomnio crónico».
Los resultados del estudio son publicados en la revista Sleep (DOI: 10.5665/sleep.3838).
En el estudio intervino una muestra basada en la población de 2892 personas que dormían bien y sin ningún antecedente de insomnio en el curso de la vida. Al inicio, los participantes comunicaron el número de sucesos vitales estresantes que habían experimentado en el último año, tales como divorcio, enfermedades graves, problemas económicos importantes o la muerte de un cónyuge. También informaron la gravedad percibida y la duración de cada suceso estresante. Los cuestionarios también midieron los grados de intrusión cognitiva e identificaron estrategias de adaptación de los participantes en los siete días subsiguientes al suceso estresante. Una valoración de seguimiento después de un año permitió identificar a participantes con trastorno de insomnio, el cual se definió como el tener síntomas de insomnio durante por lo menos tres noches a la semana en un mes o más y alteración o ansiedad diurnas concomitantes. «Este estudio es un recordatorio importante de que los sucesos estresantes y otras modificaciones importantes en la vida a menudo producen insomnio», dijo el Presidente de la American Academy of Sleep Medicine, Dr. Timothy Morgenthaler. «Si se siente agobiado por lo sucesos en su vida, hable con su médico sobre las estrategias para reducir su grado de estrés y mejorar su sueño».
De acuerdo con los autores, el estudio identificó posibles dianas de intervenciones terapéuticas para mejorar las respuestas de adaptación al estrés y disminuir el riesgo de insomnio. En concreto, observaron que la psicoterapia basada en la percatación plena ha demostrado una perspectiva favorable en suprimir la intrusión cognitiva y mejorar el sueño.
«Aunque tal vez no podamos controlarlo sucesos externos, podemos reducir su carga si nos mantenemos alejados de determinadas conductas de inadaptación», dijo Pillai.
La American Academy of Sleep Medicine informa que el trastorno por insomnio a corto plazo que dura menos de tres meses ocurre en 15 % a 20 % de los adultos y tiene mayor prevalencia en mujeres que en hombres.
La investigación fue realizada bajo la supervisión de Thomas Roth, PhD y Christopher Drake, PhD, del Centro de Sueño Investigación del Hospital Henry Ford en Detroit. El estudio fue respaldado por financiación del National Institute of Mental Health (NIMH) del National Institutes of Health (NIH).
julio 8/2014 (Medcenter.com)
Pillai V, Roth T, Mullins HM, Drake CL. Moderators and mediators of the relationship between stress and insomnia: stressor chronicity, cognitive intrusion, and coping. Sleep 2014;37(7):1199-1208.