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La solidaridad de las personas depende de su componente neurobiológico inscrito desde la niñez, según el coordinador del Grupo de Investigación en Neuroimagen (GREEN) del Hospital del Mar de Barcelona, el neurocientífico Oscar Vilarroya, quien ha pronunciado la conferencia El cerebro social: el valor de la empatía.
«Las personas, desde pequeñas y sin ningún tipo de instrucción, ya tienen las bases de la solidaridad inscritas en la neurobiología», ha dicho Vilarroya, que ha explicado el funcionamiento de la mente humana a partir de la exploración de las bases neurobiológicas y de los mecanismos que utilizan los humanos para reconocer las emociones de los demás.
El científico ha asegurado que las bases para estimular las conductas solidarias están en el cerebro, pero también se aprenden, y ha comparado los comportamientos humanos con los de los primates a partir de la proyección de vídeos.
Según Vilarroya, la empatía es una facultad que «se puede estimular y desarrollar» y ha diferenciado entre la empatía «afectiva», que responde a «la capacidad de sentir lo mismo que los demás», y la empatía cognitiva, asociada a «la capacidad de saber cuáles son los pensamientos de los demás».
El doctor, que también coordina la Unidad de Investigación en Neurociencia Cognitiva (URNC) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ha comentado que «todas las personas, a excepción de los psicópatas, tienen tendencia a la empatía en mayor o menor grado».
Respecto a la solidaridad, Vilarroya ha manifestado que ésta depende de factores como «la seguridad propia, el afecto, la estima social o la creatividad» y ha asegurado que «el contexto afecta de manera determinante a la forma de comportarnos».
Por ello, ha afirmado que «la imitación es imprescindible» ya que la moralidad tiene que ver con la conducta social, con la concepción del bien y del mal que tenemos las personas».
Vilarroya ha comentado que «si no fuese por los egoístas, un mundo de personas altruistas sería suficiente para tener una sociedad estable» y ha añadido que «con la edad terminamos prefiriendo la igualdad, antes que la solidaridad».
Por otro lado, el doctor también ha señalado que «la mayoría de personas no aceptamos la injusticia». «Nuestro instinto de la injusticia es tan fuerte que no somos capaces de aceptar respuestas negativas por parte de los ordenadores, por ejemplo, aún sabiendo que el ordenador no nos va a hacer nada», ha aseverado.
El neurocientífico ha subrayado que la «reciprocidad es una facultad propia únicamente de los humanos».
febrero 14/2014 (EFE)
Tomado del boletín de selección temática de Prensa Latina: Copyright 2013 “Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.”