Sumido en duras negociaciones entre los países ricos y los subdesarrollados de cara a la cercana Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), el mundo conmemoró el Día Internacional de la Madre Tierra.

Esa efeméride fue instaurada en 2009 por la Asamblea General tras un fuerte impulso de Bolivia y otros países latinoamericanos y caribeños y en presencia del presidente boliviano, Evo Morales.

En aquella ocasión, el mandatario denunció al «capitalismo que coloca al hombre como el dueño absoluto del planeta». Y afirmó que había llegado la hora de  «reconocer que la Tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a ella, que nuestra misión en el mundo es velar por los derechos, no solo de los seres humanos, sino también de la Madre Tierra y de todos los seres vivos».

La resolución que estableció la fecha que se cumple cada 22 de abril subrayó que  «para alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras es necesario promover la armonía con la naturaleza y la Tierra».

Unos meses más tarde, el máximo órgano de la ONU aprobó otro acuerdo, impulsado también por Bolivia, titulado «Armonía con la Naturaleza».

Esa idea es defendida como un concepto que va más allá del cambio climático, el medio ambiente y el desarrollo sostenible para abarcar  «el equilibrio entre los seres humanos y la Madre Tierra».

Tres años después, el mundo subdesarrollado trata ahora de evitar que las naciones industrializadas manipulen la reunión de Río+20 para implantar conceptos, normas y mecanismos mercantiles y consolidar los actuales patrones de producción y consumo.

Esas pretensiones acaban de ser denunciadas en la sede de la ONU durante una sesión de la Asamblea General en ocasión del Día Internacional de la Madre Tierra.

Los reclamos más contundentes provinieron de los países de América Latina y el Caribe y en particular de los integrantes de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, entre ellos Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Los miembros de esa agrupación demandaron cambiar esos esquemas de producción y consumo para poder alcanzar un desarrollo sostenible y armónico con la naturaleza y aseguraron que  «es imposible combatir la contaminación motivando ganancias».

Dijeron que los grandes intereses económicos y financieros del capitalismo global procuran endiosar los mercados del capital con formulaciones y metodologías que solo benefician a los poseedores de tecnologías y recursos financieros.

También coincidieron en que la evidencia científica pone cada vez más claro que la crisis medioambiental actual es en buena medida un resultado del  «prolongado e insostenible patrón de producción y consumo de los países desarrollados».

Un ángulo novedoso expuesto en la reunión radica en la necesidad de defender la capacidad regenerativa del planeta porque  «no puede haber desarrollo sostenible si la naturaleza no consigue, por sus propios medios o mediante la ayuda humana, recuperar su capacidad creadora».

Para garantizar el porvenir hay que poner freno a la codicia, la especulación, el afán de lucro, el crecimiento interminable, la producción de bienes superfluos, la fabricación de necesidades, el colapso del clima, los bosques y los océanos, precisó un delegado.

En medio de toda esa discusión, la ONU comenzará la segunda ronda de negociaciones sobre el texto del documento que deberá aprobar Río+20, conferencia a la cual se espera la asistencia de más de 130 jefes de Estado y gobierno.
abril 22/2012  (PL)

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