La ataxia 36, también denominada como ataxia de la Costa de la Muerte, está causada por la alteración del gen NOP-56 del cromosoma 20.

Esta mutación genética específica ha sido identificada por profesionales del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS), pertenecientes al Servicio de Neurología y a la Fundación Pública de Medicina Genómica, que próximamente publicarán sus conclusiones en Brain. Además de identificar la causa de la dolencia, el hallazgo refuerza la hipótesis de que las mutaciones por expansión son responsables de un número importante de enfermedades neurodegenerativas.

Hace veinte años que Manuel Arias, neurólogo del CHUS, comenzó a ver en su consulta a los primeros pacientes con esta enfermedad: «Todos tenían un perfil clínico parecido, eran familiares y tenían una localización geográfica muy concreta, la parte más septentrional de la Costa de la Muerte». A partir del año 2005 se realizaron consultas hospitalarias y visitas a diversos domicilios siguiendo un protocolo de investigación para establecer el árbol genealógico y el cuadro clínico. Se pudo seguir el rastro de antepasados afectados hasta hace tres siglos y se calcula que la mutación surgió hace nueve. Hasta el momento, el equipo del CHUS ha diagnosticado a unos 70 afectados, aunque una veintena no tienen síntomas; pertenecen sobre todo a dos familias.

Las estimaciones son que otras 200 personas pueden desarrollar la enfermedad en las próximas dos décadas. Su herencia es autosómica dominante, y todos los afectados tienen uno de sus progenitores con la enfermedad; es la variedad de ataxia con este patrón hereditario más frecuente en Galicia. «Esto quiere decir que, aun siendo una enfermedad rara, hay bastantes afectados», aclara María Jesús Sobrido, otra de las firmantes.

Es una dolencia degenerativa que, por el momento, no se ha detectado en otras partes de España, y que afecta al cerebelo, concretamente a las vías espinocerebelosas. Suele manifestarse tarde, generalmente a partir de los 50 años, y progresa lentamente de manera que los pacientes conservan su capacidad de deambular más allá de una década.

Se caracteriza por la falta de coordinación y equilibrio al caminar, además de una pérdida de la agudeza auditiva y dificultades menores para articular palabras o mover los ojos.

«Otro de los beneficios de la investigación es que podemos hacer consejo genético con los jóvenes que tienen uno de sus padres con esta dolencia y evitar así la transmisión a sus hijos», comenta Arias, quien no deja de lado las vías que se abren tras el hallazgo de cara al ensayo de medicaciones neuroprotectoras que atrasen el inicio de la etapa sintomática. «Permite averiguar los mecanismos implicados en la muerte celular tardía como paso previo a un ensayo terapéutico. Hay pacientes sin síntomas, por lo que es importante saber qué pasa con ellos para intentar retrasar la enfermedad». Por el momento, las ataxias de herencia dominante carecen de tratamiento específico.

El grupo de investigación del CHUS ha averiguado que el gen NOP-56 es el que sufre una alteración en la ataxia 36 y también que la mutación se produce por expansión, un descubrimiento al que Sobrido otorga peso específico, ya que mutaciones por expansión similares son frecuentes en las enfermedades neurodegenerativas de comienzo tardío.

La investigadora saca a colación un trabajo publicado hace pocos meses que concluía que una mutación nueva muy similar a ésta es la causa genética más frecuente de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA): «Da la impresión de que las mutaciones genéticas por expansión son responsables de un número mayor de enfermedades neurodegenerativas del que nos imaginábamos». Y Sobrido considera que el conocimiento de la biología molecular de esta ataxia abre el campo para otras enfermedades: «Se abren caminos múltiples; habrá que ver, por ejemplo, cuáles son las rutas celulares afectadas y, en particular, cuál es el motivo de la vulnerabilidad selectiva, por qué el órgano más perjudicado es el cerebelo».

Aunque no se ha detectado la ataxia 36 en otras zonas de nuestro país, se han localizado algunas familias con la misma dolencia e idéntica causa genética en Japón. Manuel Arias matiza que existen algunas diferencias en la sintomatología, ya que los afectados nipones no sufren sordera progresiva, pero comparten la pérdida de equilibrio y la atrofia de la lengua.

El equipo del CHUS y el perteneciente a la Universidad de Kioto ya se han puesto en contacto para averiguar la relación. Sólo hay dos explicaciones posibles, según María Jesús Sobrido: «Es la misma mutación en el mismo gen que se produce en la humanidad dos veces de manera independiente o hubo alguna relación entre los afectados con algún antepasado común».
Marzo 3/2012 (Diario Médico)

marzo 9, 2012 | Dra. María T. Oliva Roselló | Filed under: Genética | Etiquetas: , , , , |

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