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Enamorarse puede ser más bueno de lo que parece, ya que podría influir como un analgésico potente y los científicos han descubierto por qué: estimula la vía de recompensa del cerebro, al igual que lo hace una droga adictiva.
La siguiente pregunta es si una mejor comprensión de la relación entre el amor y el dolor podría ayudar de alguna manera a los expertos a buscar soluciones para el dolor crónico, pues los médicos nunca podrán prescribirle a sus pacientes que se enamoren una y otra vez.
“Pero tal vez recetar un poco de pasión en la relación de alguien puede de alguna manera ayudar con el dolor crónico propio, asumiendo que hay pasión con la pareja que tiene”, dijo el coautor del estudio, el doctor Sean Mackey, jefe de manejo del dolor en la Universidad de Stanford, Estados Unidos.
La historia comenzó con Arthur Aron, profesor de Psicología de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, quien ha estudiado la neurología del amor. Su obra ha vinculado esa fase de euforia de un romance fresco con las regiones cerebrales ricas en dopamina. Esa sustancia es la clave para lo que se llama vía de recompensa del cerebro, el mecanismo de sensación de bienestar que promueve ciertos comportamientos. Comer dulces, por ejemplo, aumenta este sistema y el consumo de drogas adictivas como la cocaína, lo secuestran.
“Cuando la persona está enamorada, en muchos aspectos no es diferente de lo que reciben cuando toman anfetaminas o estimulantes: están muy entusiasmados, hay pérdida de apetito, pérdida de sueño, están activos y llenos de energía”, señaló la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas y experta en dopamina.
Especialistas en dolor descubrieron que si alguien que vive un intenso romance mira una foto de su objeto de amor mientras es golpeado o pinchado, siente menos dolor. Mackey y su colega en Stanford, el doctor Jarred Younger se unieron con Aron y pusieron carteles en la universidad para reclutar estudiantes quienes se habían enamorado recientemente.
Quince personas se sometieron a una serie de pruebas. Miraron ya sea una imagen de su nuevo amor o una imagen de una persona conocida y atractiva, o bien se les asignaban tareas de distracción, como pedirles que listaran deportes en lo que no se usan pelotas. Los investigadores tocaron a los participantes con una vara caliente para provocarles un dolor moderado, mientras escaneaban sus cerebros.
“Ver la imagen de su ser querido y recibir la distracción produjeron el mismo alivio del dolor, pero la distracción funcionó a través de vías cognitivas, mientras que la alternativa romántica provocó un salto en el circuito mental de la recompensa”, según informó el equipo en la revista PLoS One.
“Esto significa que el cerebro puede generar respuestas para controlar el dolor sin medicamentos”, destacó la doctora Volkow. “Tal vez, si lo entendiéramos mejor podríamos detonarlas”, agregó.
Los especialistas previnieron que un nuevo amor puede desvanecerse con el tiempo y convertirse en compromiso, lo que no provoca la misma respuesta del cerebro. Sin embargo, Aron señaló recientemente que “hacer algo nuevo y emocionante con la pareja de hace mucho tiempo despierta la vieja pasión, lo que es una buena idea sufra de dolor o no”.
Washington, octubre 14/2010(AP)