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Es sabido que la COVID-19 no se presenta con igual gravedad en la población más joven comparada con los de mayor edad. Lo que no significa que entre los casos de niños y jóvenes afectados no se pueda producir una enfermedad grave ni sea necesaria la hospitalización en determinados casos, pues como recuerdan los especialistas, en este grupo etario el riesgo es bajo, pero no es cero.
No obstante, dos estudios vienen a refrendar el menor impacto de la enfermedad en los jóvenes, al menos en lo que respecta a la función pulmonar.
Los estudios concluyen que la función pulmonar no parece verse dañada tras haber superado la infección. Los resultados de ambos trabajos se acaban de presentar en el congreso de la Sociedad Respiratoria Europea (ERS), que se está celebrado recientemente de forma virtual.
Uno de los estudios, dirigido por Ida Mogensen, del Instituto Karolinska, en Estocolmo, no observó diferencias estadísticamente significativas en cuanto a la función pulmonar entre los jóvenes que habían pasado una infección por SARS-CoV-2 y los que no.
Ni siquiera entre los que tenían asma, aunque en ese grupo se encontró una tendencia hacia mediciones ligeramente más bajas del volumen de aire espiratorio forzado en un segundo (FEV1), una de las medidas de la función pulmonar.
Tendencia que podría indicar peor función en asma
«Nuestro análisis mostró una función pulmonar similar independientemente del historial de COVID-19″, afirma Mogensen. «Cuando incluimos a 123 participantes con asma en el análisis, el 24 % que había tenido COVID-19 tendía a tener una función pulmonar ligeramente más baja, pero no fue estadísticamente significativo».
Al margen de esa tendencia, no se registraron diferencias entre los que habían tenido la COVID en las mediciones de los eosinófilos, los indicadores de inflamación, las respuestas alérgicas o el uso de corticosteroides inhalados.
El estudio ha recopilado información de 661 jóvenes con una edad promedio de 22 años, y que formaban parte de otro gran estudio donde se les realizaba exámenes médicos periódicos. El examen prepandémico más reciente se llevó a cabo entre 2016 y 2019; los seguimientos de la COVID-19 se efectuaron entre octubre de 2020 y mayo de 2021. Los datos recopilados incluyeron mediciones de la función pulmonar, de la inflamación y de los eosinófilos.
De los 661 participantes, 178 (27 %) tenían anticuerpos contra el SARS-CoV-2. Los investigadores midieron el FEV1, y la relación FEV1 con la capacidad vital forzada (FVC), un indicador de vías respiratorias estrechas. Calcularon los cambios en la función pulmonar entre el período anterior a la pandemia y durante la pandemia, y compararon el cambio porcentual con los participantes que no habían sido infectados.
“Estos resultados son tranquilizadores para los adultos jóvenes. Sin embargo, continuaremos analizando datos de más personas. En particular, queremos observar más de cerca a las personas con asma, ya que el grupo de este estudio era bastante pequeño. También tenemos curiosidad por saber si el tiempo transcurrido desde la infección es importante, así como la gravedad de la enfermedad y los síntomas».
Un segundo estudio con similares resultados
Un segundo estudio presentado también en el congreso obtuvo similares resultados: la función pulmonar en niños y adolescentes tampoco se vio afectada por la COVID-19, salvo que se sufriera en la forma grave de la enfermedad.
Anne Schlegtendal, especialista Neumología pediátrica en el Hospital Infantil de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, analizó los efectos a largo plazo de la infección por COVID-19 entre agosto de 2020 y marzo de 2021. La investigación recogió datos de 73 niños y adolescentes de entre cinco y 18 años, en un solo hospital. Otra limitación del trabajo es que en el grupo de pacientes con COVID no se incluyeron a aquellos con problemas respiratorios graves durante la fase aguda de la infección.
“Aunque los niños y adolescentes tienden a sufrir síntomas menos graves de la infección por COVID-19 que los adultos, hasta la fecha solo hay evidencia preliminar sobre los efectos a largo plazo del covid-19 en la función pulmonar en niños y adolescentes”, matiza Schlegtendal. “Es importante evaluar esto dado que los niños de todo el mundo se infectarán potencialmente con el SARS-CoV-2 siempre que las vacunas estén reservadas predominantemente para adultos y grupos de alto riesgo”.
Los investigadores realizaron pruebas de función pulmonar entre dos semanas y seis meses después de la infección por COVID-19 y compararon los resultados con un grupo de control de 45 niños que no habían sido infectados con el coronavirus, pero que podrían haber tenido alguna otra infección. Los participantes tenían diferentes grados de gravedad de la enfermedad. Una infección se consideró grave si el paciente presentaba disnea, fiebre superior a 38,5 grados centígrados durante más de cinco días, bronquitis, neumonía o permanecía en el hospital durante más de un día.
Diecinueve niños y adolescentes del grupo que había tenido covid-19 presentaron síntomas nuevos o persistentes después de la infección por SARS-CoV-2; ocho refirieron al menos un síntoma respiratorio, seis de los cuales fueron problemas respiratorios continuos y dos tenían tos persistente. Dos de estos ocho pacientes mostraron una función pulmonar anormal.
Infección grave, fuera o no por COVID
“Cuando comparamos a los pacientes con COVID-19 con el grupo de control, no encontramos diferencias estadísticamente significativas en la frecuencia de función pulmonar anormal. Se produjeron en el 16 % del grupo con COVID-19 y en el 28 % del grupo de control. Sin embargo, un análisis más detallado reveló una reducción en la capacidad vital forzada en pacientes que habían sufrido una infección grave, ya fuera covid-19 o alguna otra infección”, explica Schlegtendal.
“Estos hallazgos deberían ofrecer cierta tranquilidad a los niños, adolescentes y sus familias. La gravedad de la infección demostró ser el único predictor de cambios leves en la función pulmonar y esto es independiente de una infección por covid-19. La discrepancia entre los problemas respiratorios persistentes y la función pulmonar normal sugiere que puede haber una causa subyacente diferente, como la respiración disfuncional, que es un problema que también se ha identificado en adultos”.
Vacunar para frenar la transmisión
La presidenta de la Sociedad Respiratoria Europea, Anita Simonds, que es Consultora Honoraria en Neumología en el Hopsital Royal Brompton y profesora en el Imperial College de Londres, considera que los hallazgos de estos trabajos, en los que ella no ha participado, “brindan una importante tranquilidad sobre el impacto de la infección por COVID en la función pulmonar en niños y adultos jóvenes. Ya sabemos que este grupo tiene menos probabilidades de sufrir una enfermedad grave si contraen el virus, y estos estudios, que incluyen de manera importante grupos comparadores sin COVID-19, muestran que también tienen menos probabilidades de sufrir consecuencias a largo plazo con respecto a la función pulmonar”.
Sin embargo, la especialista considera necesario que se realicen más investigaciones sobre los efectos de la COVID-19 en personas con asma o que tienen una infección respiratoria grave, ya sea por la propia COVID o por otro agente infeccioso. “Estas personas pueden ser más vulnerables a los efectos a largo plazo sobre la función pulmonar y subraya la importancia de que todas las personas elegibles se vacunen contra la covid-19 para reducir la propagación general de la enfermedad”.
septiembre 29/2021 (Diario Médico)