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Las pacientes tratadas con inhibidores de la aromatasa que siguen fumando durante la terapia presentan un riesgo de recaída 3 veces mayor.
Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, han observado que el tratamiento del cáncer de mama con inhibidores de la aromatasa no funciona tan bien cuando las pacientes son fumadoras, según datos de un estudio publicado en British Journal of Cancer.
En concreto, han visto que las mujeres que consumen tabaco durante el tratamiento tienen un riesgo 3 veces mayor de recaída en comparación con las no fumadoras, al tiempo que también tienen un mayor riesgo de muerte, por el propio tumor o por cualquier otra enfermedad.
En el estudio participaron un total de 1 016 mujeres del sur de Suecia que fueron diagnosticadas con cáncer de mama entre los años 2002 y 2012. Antes de ser operadas se les preguntó si eran fumadoras y uno de cada cinco decían serlo, bien de forma habitual o como «fumadoras sociales», y en ellas se evaluó si este consumo podía tener algún impacto en la eficacia del tratamiento utilizado tras la cirugía.
De este modo, se vio que las más perjudicadas por el tabaquismo eran las pacientes de más 50 años tratadas con inhibidores de la aromatasa, un tipo de tratamiento que impide que el cuerpo genere estrógenos en el tejido adiposo y, con ello, reduce el riesgo de recurrencia en las pacientes con un tumor con receptores de estrógeno positivos.
El tratamiento con inhibidores de la aromatasa funcionó significativamente mejor en las pacientes no fumadoras y, en cambio, se vieron pocas o ninguna diferencia entre fumadoras y no fumadoras en las pacientes tratadas con tamoxifeno, radioterapia o quimioterapia.
«Se necesitan más estudios, pero nuestros hallazgos son importantes ya que muchos pacientes con cáncer de mama reciben este tipo de tratamiento», ha reconocido Helena Jernström, autora del estudio.
El hallazgo que sorprendió a los investigadores fue la baja tasa de abandono del tabaquismo durante el tratamiento pese a haber sido informadas de la importancia de hacerlo, ya que de las 206 fumadoras sólo el 10 % dejó de fumar un año después de ser operadas. De hecho, reconocen que es una tasa muy baja como para evaluar si este abandono puede tener algún efecto.