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Los médicos que se enfrentan a la muerte son menos propensos a exigir una atención agresiva que pueda darles un poco más de tiempo de vida, muestran dos nuevos estudios.
Los hallazgos sugieren que comprenden los límites de la medicina moderna mejor que los pacientes a quienes tratan
Un estudio encontró que los médicos que se enfrentan al final de la vida son menos propensos que el público general a someterse a una cirugía, a ser tratados en una unidad de cuidados intensivos (UCI) o a morir en el hospital.
«Parece confirmar la idea de que los médicos comprenden los límites de la medicina moderna al final de la ida», dijo el autor líder, Joel Weissman. Weissman es subdirector y director científico del Centro de Cirugía y Salud Pública del Hospital Brigham and Women’s, en Boston.
«Cuando se enfrentan a ese tipo de decisión, eligen recibir una atención más pacífica y menos agresiva al final de la vida», añadió Weissman.
Esos hallazgos fueron respaldados por el segundo estudio, que halló que los médicos y las personas con unos niveles educativos más altos son menos propensos a morir en un hospital que las personas de la población general.
«Esto sugiere que tener un buen nivel educativo influye sobre la forma en que experimentamos la muerte», dijo el autor del estudio, el Dr. Saul Blecker, profesor asistente de salud de la población de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York.
Pero el Dr. Joseph Rotella, director médico de la Academia Americana de Medicina de Hospicio y Paliativa (American Academy of Hospice and Palliative Medicine), apuntó que ninguno de los dos estudios mostró diferencias extremadamente grandes entre los médicos y las demás personas en el tema de la muerte.
«Aunque hubo diferencias que tuvieron significación estadística, fueron bastante pequeñas. Quiero evitar que lo que en realidad se observó en el estudio se interprete de más», dijo Rotella.
A la mayoría de las personas les gustaría morir en casa en lugar del hospital o un centro de atención, según encuestas anteriores citadas como información de respaldo. A pesar de ello, la mayoría de muertes siguen ocurriendo en un hospital u hogar de ancianos.
En el primer estudio, Weissman y sus colaboradores revisaron datos sobre beneficiarios de Medicare a partir de los 66 años de edad que murieron entre 2004 y 2011 en Massachusetts, Michigan, Utah y Vermont. Los investigadores se enfocaron en esos datos porque ofrecían registros electrónicos de defunción que podían vincularse con datos de Medicare.
Los investigadores evaluaron cinco medidas de la intensidad de la atención al final de la vida en los últimos seis meses de las vidas de las personas. Incluían la cirugía, la atención de hospicio, la admisión a la UCI, la muerte en el hospital y el costo de la atención.
En comparación con la población general, los médicos fueron menos propensos a morir en un hospital (un 28 frente a un 32 % ), a someterse a una cirugía (un 25 frente a un 27 % ) y a ser admitidos a la UCI (un 26 frente a un 28 % ), mostraron los hallazgos.
En el segundo estudio, Blecker y sus colaboradores usaron datos de una encuesta nacional sobre la mortalidad para comparar el lugar del fallecimiento de los médicos con el de otros profesionales de la atención sanitaria, las personas con un nivel educativo más alto y la población general.
Los investigadores encontraron que los médicos tenían ligeramente menos probabilidades de morir en un hospital que la población general (un 38 frente a un 40 % ), pero que eran igual de propensos a morir en un hospital que otros profesionales sanitarios o personas con niveles educativos similares.
Además, los médicos eran el grupo con menos probabilidades de morir en cualquier tipo de centro de atención: el 63 % de los médicos, el 65 % de los demás profesionales sanitarios, el 66 % de las personas con un nivel educativo alto y el 72 % de todos los demás.
Esas cifras muestran la necesidad de que los médicos tengan mejores conversaciones con los pacientes sobre qué pueden esperar de forma realista de la atención al final de la vida, planteó Weissman.
«Los pacientes deben hablar con el médico», afirmó. «Decir en qué consiste tener una buena salud es difícil, pero al final la meta es atender a los pacientes de una forma que sea coherente con sus propias elecciones y metas».
Ambos estudios aparecen en la edición del 19 de enero de la revista Journal of the American Medical Association (JAMA). Una edición temática que se enfocó en temas sobre el final de la vida.
Pero incluso los médicos tienen dificultades para morir bien, a pesar de su conocimiento práctico, dijo Rotella.
En el primer estudio, el porcentaje de médicos que recibieron atención de hospicio fue más o menos igual que el de la población general, señaló Rotella. En el segundo estudio, casi dos tercios de los médicos al final murieron en un centro médico.
«Es importante reconocer que las fuerzas a gran escala que impulsan las decisiones al final de la vida también parecen afectar a los médicos», comentó.
Esas fuerzas podría incluir restricciones sobre quién puede recibir atención de hospicio, la negación de parte del paciente o de su familia del hecho de que la muerte se acerca, o el deseo del paciente de seguir recibiendo un tratamiento que podría curarle, explicó Rotella.