En la permanente búsqueda de estructuras químicas novedosas para el tratamiento de enfermedades que aún no cuentan con una quimioterapia efectiva, como la enfermedad de Chagas, el reino vegetal podría convertirse en un aliado.

El Chagas, junto con la leishmania y el paludismo , son consideradas enfermedades huérfanas debido a que son endémicas en países subdesarrollados, pero no constituyen un interés para los países avanzados económicamente. Claro que esto podría cambiar desde que, debido a las migraciones, un número significativo de personas originarias del Iberoamérica, infectadas con el parásito causante del Chagas, se han trasladado a Estados Unidos y algunos países europeos. Así, en Estados Unidos se estima que residen unos 500 mil infectados por Chagas, y en España, por ejemplo, se calcula que son alrededor de 68mil .

Investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica y de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en colaboración con expertos de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), ambas argentinas, estudian una familia de compuestos, las lactonas sesquiterpénicas (SLs).

Encontraron que al menos unas 15 estructuras de esa familia exhiben una promisoria actividad tripanocida en análisis in vitro, con lo que pueden convertirse en candidatas, ya sea para el uso directo como drogas útiles contra el agente que produce la enfermedad de Chagas, o bien para que sus estructuras químicas sean “emuladas” en procesos de síntesis en el laboratorio.

Las lactonas estudiadas fueron aisladas de plantas medicinales del género Asteraceae (Compositae). Las SLs desempeñan un importante papel en la defensa que las plantas orquestan frente a los embates de los hongos, bacterias e insecticidas.

Además, en investigaciones previas, estos compuestos han demostrado ejercer un muy amplio abanico de actividades biológicas, en estudios in vitro e in vivo, como antitumorales, antiinflamatorios, antibacterianos, antifúngicos, cardiotónicos y antiparasitarios.

“Es de destacar, además, que numerosas SLs fueron reportadas como potenciales candidatas para el desarrollo de nuevas drogas antiprotozoarias”, explican los investigadores argentinos en un artículo publicado en la revista Mini-Reviews in Medical Chemistry.

El Trypanosoma cruzi es un protozoo flagelado que provoca la enfermedad de Chagas, también conocida como mal o enfermedad de Chagas-Mazza, o tripanosomiasis humana americana, “con lo que era dable esperar que las SLs que seleccionamos para nuestros estudios tuviesen actividad contra el parásito”, acota la doctora Liliana Finkielsztein, profesora adjunta de Química Medicinal. Los investigadores utilizaron técnicas, como los estudios QSAR (Quantitative structure-activity relationship), que permiten analizar la relación entre la estructura y la actividad de una serie de compuestos químicos.

El equipo está integrado por expertos de las cátedras de Química Medicinal, Farmacognosia e Inmunología, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB) de la UBA; del Departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina de la UBA; y de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, de la Universidad Nacional de Tucumán.

“El diseño de fármacos a partir de estudios QSAR se basa en que las propiedades biológicas de un compuesto son función de sus parámetros fisicoquímicos medibles (como la solubilidad, la lipofilicidad, los efectos electrónicos, la ionización y la estereoquímica, entre otros) que tienen una influencia decisiva en la actividad de los compuestos”, señala la doctora Albertina Moglioni, profesora titular de Química Medicinal de la FFyB.

“A una serie de compuestos cuyas actividades son conocidas, se les determina un conjunto de parámetros fisicoquímicos experimentales y/o teóricos. Mediante el análisis QSAR se obtiene una ecuación que relaciona la actividad antichagásica de determinados parámetros. Esto permite explicar las diferentes actividades de los compuestos respecto de las distintas características estructurales que estos tienen”, explica, por su parte, Finkielsztein.

Así, frente a un compuesto nuevo, por medio de la aplicación de estas ecuaciones es posible predecir si puede o no tener actividad como antichagásico, en el caso de los estudios de los investigadores argentinos, puesto que la técnica QSAR tiene muy amplias aplicaciones.

Además, los expertos analizaron in vitro la actividad tripanocida y citotóxica de 15 SLs y la compararon con la que ejerce el benznidazole, una de las dos drogas en uso para tratar la enfermedad de Chagas.

Encontraron que cuatro de ellas muestran ser más efectivas y menos tóxicas que el benznidazole, hecho que las convierte en interesantes candidatas para el desarrollo futuro de fármacos. Se trata de las estructuras denominadas estafietina, peruvina, psilostachina y psilostachina C.

“Los resultados son alentadores y pueden constituirse en una importante herramienta para la identificación y el desarrollo de nuevas drogas tripanocidas”, concluyen los científicos.

Los insectos triatominos, vectores para la transmisión del parásito que causa la enfermedad de Chagas, reciben diferentes nombres en las distintas zonas geográficas latinoamericanas: vinchuca, chinche, chipo, pito, pictalaje, bananon, chirimacha, chichá y barbeiro.

El mal de Chagas o la tripanosomiasis humana americana está causada por un protozoo flagelado denominado Trypanosoma cruzi cuyo transmisor es la vinchuca. El hombre y un gran número de especies de animales domésticos (perro, gato, roedores domésticos, cerdo) y animales salvajes constituyen el reservorio. De las aproximadamente 130 especies de triatomas, seis son las que transmiten la enfermedad en más del 80 % de los que la padecen.

Como el insecto que transmite el Chagas, vulgarmente llamado “vinchuca”, entre otras denominaciones, se alimenta de sangre humana y de animales, al succionar y defecar sobre las escoriaciones, transmite la enfermedad.

Estos insectos pueden encontrarse en las casas, gallineros, corrales y depósitos. Debe considerarse que en las zonas endémicas las condiciones de vivienda suelen ser paupérrimas, se trata de locaciones extremadamente precarias con paredes de barro y techos de paja u hojas de palma (ranchos, casillas), cuyas grietas y resquicios brindan un acogedor hospedaje para los insectos triatominos, que pululan por millares.

Durante el día, se guarecen en esos resquicios, o debajo de los colchones o mantas, o entre los objetos acumulados o colgados de las paredes. Por la noche, salen a alimentarse de sangre.

El Chagas es considerado uno de los mayores problemas de salud pública y de extrema gravedad en las zonas endémicas y catalogado como un problema reemergente asociado con los movimientos poblacionales y la deforestación incontrolada.

Si bien los esfuerzos de salud pública destinados a prevenir la transmisión de la enfermedad han reducido en cierto modo la cantidad de personas que contraen la infección por primera vez, no resultan para nada suficientes. Las acciones fueron de tipo preventivas/educativas de la población, provisión de telas mosquiteras para proteger las camas y los campamentos durante la noche, y el uso de insecticidas residuales para fumigaciones.

Desgraciadamente, se está registrando una creciente resistencia de los insectos a estos insecticidas. Aunque, diversos epidemiólogos destacan que la única estrategia efectiva sería la erradicación total de las viviendas precarias mediante su sustitución por casas que los insectos no puedan colonizar.

La enfermedad tiene una fase aguda, una intermedia y una crónica.

Si no es tratada muy prontamente, se hace crónica y dura toda la vida, en un número significativo provoca seria incapacidad en los enfermos y hasta puede conducir a la muerte.

La fase aguda sigue inmediatamente a la infección, puede durar entre varias semanas y meses, y se pueden encontrar parásitos en la sangre circulante. Puede registrarse fiebre o inflamación alrededor del sitio donde el insecto inoculó el parásito. En casos poco frecuentes, la inflamación aguda puede afectar al músculo cardíaco o al cerebro.

Pero, lamentablemente, en una alta proporción de enfermos , la primera fase de la enfermedad puede ser leve y hasta asintomática. Sumado a esto, debe considerarse que las poblaciones en riesgo, mayoritariamente rurales y pauperizadas, tienen un exiguo acceso a los sistemas de salud.

Luego, los infectados ingresan en una etapa prolongada y asintomática de la enfermedad, a la que se denomina “indeterminada” o “crónica indeterminada”.

Un número significativo de personas infectadas pueden no presentar síntomas nunca. Pero eso sí, se constituyen en “reservorios” del parásito y pueden transmitirlo, por vía congénita de madre a hija/o, o por donaciones de sangre, o por donaciones de órganos.

Por contrario, se estima que entre un 30 y 40 % de los infectados presentarán en la etapa crónica avanzada problemas médicos debilitantes y, a veces, potencialmente mortales. Sin contar que están condenados a llevar un estigma de por vida, así cuando un enfermo de Chagas se postula a un trabajo, y los análisis bioquímicos del chequeo previo al empleo confirman que está infectado con el Trypanosoma cruzi, en la casi totalidad de las ocasiones el postulante es simplemente descartado.

Las complicaciones de la enfermedad de Chagas suelen ser anomalías en el ritmo cardíaco, que pueden provocar la muerte repentina; dilatación del corazón, que altera el sistema de bombeo de la sangre; dilatación del esófago o el colon, que puede causar dificultades para comer o para evacuar.

En personas inmunodeprimidas (como enfermos con sida, o con tratamientos quimioterápicos, por ejemplo) el Chagas puede reactivarse y, potencialmente, agravar más la enfermedad.

julio 17 / 2015 (Amazing)

(Fuente: UBA/DICYT)

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