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La investigación en antibióticos dirigidos a dianas específicas microbianas, frente a las moléculas de amplio espectro, constituye una estrategia para alejar la amenaza de las bacterias resistentes.
La Organización Mundial de la Salud advierte de una era postantibiótica. Dos millones de personas en Estados Unidos se infectan por bacterias resistentes a antibióticos y 23 000 fallecen por esta causa, según la Centro de Control de Enfermedades (CDC). Cifras similares maneja su homólogo europeo.
En la clínica, esos datos se traducen en quebraderos de cabeza ante ciertas infecciones. Como apunta Rafael Cantón, jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), «empleamos antibióticos en desuso, como la colistina, un antimicrobiano clásico para bacterias gramnegativas, cuyo manejo es más exigente. Y recurrimos a combinaciones para infecciones que antes se trataban con un solo antimicrobiano».
En España, preocupan «bacilos gramnegativos, como «Escherichia coli», «Pseudomonas aeruginosa», «Acinetobacter baumannii» y «Klebsiella pneumoniae», entre otros, y «Staphylococcus aureus» resistentes a meticilina, que presentan de forma habitual resistencias a ciertos antimicrobianos, o pueden originar brotes, sobre todo en el entorno hospitalario», escribe a DM Jerónimo Pachón, jefe de la Unidad Clínica de Enfermedades Infecciosas, Microbiología y Medicina Preventiva en los hospitales Virgen Macarena y Virgen del Rocío (Sevilla).
Desde hace décadas, los antibióticos que se desarrollan son nuevas generaciones de antiguas familias, o bien, combinaciones. Apenas han surgido mecanismos de acción originales -a excepción de las oxazolidinonas, que actúan sobre la síntesis de proteínas. En parte, razonan los especialistas, cada vez es más difícil detectar dianas moleculares específicas, que difieran de las células eucariotas, y así eludan los efectos indeseados.
La pared de la bacteria sería una de esas dianas: no es de extrañar que la teixobactina, un compuesto frente a bacterias grampositivas, actúe sobre la síntesis del peptidoglicano de la envoltura celular.
El candidato antimicrobiano descrito recientemente en «Nature» se ha obtenido a partir del estudio de bacterias del suelo, no cultivables en el medio artificial. Los descubridores de la teixobactina han desarrollado un nuevo método de cultivo (Ichip) de bacilos «a priori» incultivables, que podría dar más alegrías científicas.
Diagnósticos afinados
Otras plataformas siguen trabajando con métodos convencionales de «screening» de microorganismos que crecen en entornos artificiales. Una de las estrategias en la investigación es hallar antibióticos selectivos para una terapia de precisión, en contraposición a los fármacos de amplio espectro. Algo posible gracias a que «se ha perfeccionado el diagnóstico en las infecciones, y se conoce mejor el patógeno que se trata», apunta Domingo Gargallo-Viola, director científico de ABAC Therapeutics, y miembro gestor de la Red nacional para el Descubrimiento de Nuevos Antibióticos. Integrada ya por 35 grupos científicos, esta red busca sumar sinergias entre el mundo académico y la industria.
De hecho, cierta falta de interés por parte de la industria es otra de las razones esgrimidas para la escasez de los nuevos antibióticos. Gargallo-Viola confía en poder trasladar el conocimiento, «que es mucho», del entorno científico al empresarial. No rehuye la autocrítica: «Asumimos que solo el 10 % de los fármacos investigados llegan a buen puerto, y por eso, incluimos en los costes finales un porcentaje de fracaso muy alto. ¿No deberíamos cambiar algo para mejorar ese porcentaje?».
febrero 26/2015 (Diario Médico)
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