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Las náuseas y vómitos de la gestación (NVG) son frecuentes en las mujeres embarazadas: en torno al 80 por ciento de ellas experimentan estos síntomas. Aparecen a partir la semana 4 del embarazo y suelen remitir en la 12.
En algunos casos, sin embargo, pueden persistir más allá de la semana 20 e, incluso, hasta el momento del parto. Estas mujeres pueden vomitar hasta 50 veces al día, se deshidratan, pierden peso y, en los supuestos más graves, necesitan hospitalización. Este cuadro severo de NVG, que se conoce como hiperémesis gravídica (HG), lo sufre entre el 1 y el 2 por ciento de las embarazadas. Un nuevo hallazgo sobre su origen abre las puertas a la creación de nuevos tratamientos y da paso a una nueva fase en el manejo de estos casos extremos, aunque su aplicación en la práctica asistencial tendrá que esperar.
Un estudio publicado en la revista ‘Nature’, liderado la genetista estadounidense Marlena Fejzo junto a expertos de la Universidad de Cambridge, implica a la hormona GDF15 en las náuseas y los vómitos del embarazo, incluida su forma más grave. “Hasta ahora, pensábamos que la hiperémesis gravídica podría deberse a niveles elevados de beta-hCG, pero este estudio apunta a la GDF15, el factor de diferenciación de crecimiento 15. Esta hormona actúa sobre el tronco del encéfalo, donde está el centro del vómito, que controla el acto del vómito”, explica María de la Calle, de la sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).
El trabajo demuestra que tanto la producción fetal de GDF15, que forma parte de nuestro organismo, como la sensibilidad materna a esta hormona “contribuyen sustancialmente al riesgo de HG”. En un principio se pensaba que las mujeres con altos niveles de GDF15 antes del embarazo eran más susceptibles a la hormona producida por el feto en crecimiento. Sin embargo, “las mujeres con beta-talasemia, una enfermedad en la que los niveles de GDF15 son crónicamente elevados, presentan niveles muy bajos de náuseas y vómitos”, precisan los investigadores.
El estudio concluye, por tanto, que son las mujeres que tenían unos niveles bajos de GDF15 las más sensibles a un incremento durante la gestación. “Cuando llega el embarazo, la GDF15 empieza a segregarse de una manera más alta. Estas pacientes no saben manejar el aumento de esa hormona, que es la que va a incidir directamente en el tronco del encéfalo, lo que provoca que su cuerpo no sea capaz de regular de una manera más moderada el acto de vomitar”, aclara la portavoz de la SEGO.
Síntomas severos
Este hallazgo es el punto de partida hacia la creación de nuevos tratamientos para el manejo futuro de la hiperémesis gravídica, una alteración que, en situaciones extremas, pone en riesgo el bienestar de las mujeres embarazadas y su nonato. María de la Calle, jefa de Sección de Obstetricia del Hospital Universitario de La Paz, explica que las mujeres que sufren la HG pierden mucho peso, a veces más de un 5 por ciento. “Estas pacientes se deshidratan y, como saben que comiendo van a vomitar, no se alimentan”, comenta. Además, la experta señala que se producen también alteraciones en el equilibrio electrolítico, con hipopotasemia o hiponatremia. “Todo esto causa también hipotensión, miastenia, debilidad o cansancio”, enumera.
La hiperémesis gravídica puede conllevar alteraciones de la función tiroidea y, en casos extremos, “puede provocar incluso rotura del esófago, del esfuerzo que hacen vomitando”, segura De la Calle. Las mujeres con estos cuadros graves acaban ingresadas, generalmente para una reposición de líquidos, electrolitos y glucosa que han perdido vomitando. Los síntomas, lejos de desaparecer, se repiten con cada embarazo. La propia autora del estudio, Marlena Fejzo, sufrió sus consecuencias ya su primer embarazo. En el segundo, los vómitos fueron cada vez más frecuentes, bajó de peso y acabó perdiendo a su bebé. Más de 20 años después, presenta una explicación biológica esos vómitos excesivos.
Nuevo horizonte
Este descubrimiento vislumbra un nuevo horizonte en el tratamiento de la HG, aunque es pronto para adivinar sus posibles implicaciones en el manejo de estos síntomas en la práctica asistencial. “A corto plazo, no va a haber grandes cambios. Habrá que esperar primero a que salga un medicamento que neutralice o disminuya los niveles de GDF15”, apunta la experta de la SEGO. Lo que sí es seguro es que tendrá efectos inmediatos en la concepción de estas alteraciones, a menudo envueltas en prejuicios y falsas creencias, como que se trata de un ‘aborto oral’. “Las pacientes que lo sufren y todas las asociaciones que han ido apareciendo reclaman que se reconozca como una enfermedad y se avance en su entendimiento, también por parte de la sociedad”.
“El hallazgo contribuye a tomar conciencia, primero, de que existe una patología que al extremo del espectro de las náuseas, que es la hiperémesis gravídica, una enfermedad dentro del embarazo que requiere un tratamiento totalmente distinto. Segundo, que hasta este momento no había una causa que explicase porque unas mujeres lo sufren y otras no, y ahora parece que hay una hormona implicada. Y tercero, que esperemos que en un futuro la investigación consiga encontrar un fármaco para disminuir o minimizar los niveles de esta hormona en las pacientes que ya tienen hiperémesis gravídica”, resume De la Calle.
Ver artículo completo: Fejzo M, Rocha N, Cimino I, Lockhart M, Petry J, Kay G, Burling K, et al. GDF15 linked to maternal risk of nausea and vomiting during pregnancy. Nature [Internet].2023[citado 4 feb 2024]; 625: 760-67. https://doi.org/10.1038/s41586-023-06921-9
11 enero 2024| Fuente: Gaceta Médica| Tomado de | Profesión