may
16
Los estados de estrés psicosocial agudo estimulan la secreción de una proteína de tipo anticuerpo decisiva en la primera defensa inmunitaria contra las infecciones, pero solo después de la pubertad. Sin embargo, los niños y las niñas con antecedentes de maltrato muestran una respuesta similar a la de los adolescentes, lo que sugiere una maduración temprana del sistema inmunológico en estos casos.
Esta es una de las conclusiones principales de un trabajo internacional coordinado por la catedrática Lourdes Fañanás, de la Facultad de Biología y el Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB), y en el que han participado grupos del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) de Salud Mental (CIBERSAM).
En este estudio, publicado en la revista Brain Behavior and Immunity, también han participado investigadores de los grupos del CIBERSAM en el Hospital Clínico de Barcelona, el IDIBAPS, el Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid), el Hospital Universitario Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid) y el Hospital Universitario de Araba – Santiago Apóstol (Vitoria). Asimismo, colaboran en la investigación la Unidad de Crisis de Adolescentes de las Hermanas Hospitalarias de Sant Boi (Barcelona), el Hospital de Día para Adolescentes de Gavà (Barcelona), de la Fundación Orienta, y el Hospital de Día para Adolescentes de Galdakao (País Vasco).
El equipo ha estudiado el comportamiento de la inmunoglobulina A secretora (s-IgA) frente al estrés psicosocial agudo en niños y adolescentes. Para ello, ha analizado muestras de saliva, un procedimiento menos invasivo que el análisis de sangre. El propósito era explorar así la posible variabilidad en función de la etapa del desarrollo y los antecedentes de maltrato infantil.
En el estudio han participado 94 niños y adolescentes de 7 a 17 años (54 de ellos, con diagnóstico psiquiátrico) pertenecientes a un estudio español más amplio (el EPI-Young Stress Project). Para evaluar su reactividad biológica frente al estrés, proporcionaron cinco muestras de saliva durante una prueba de estrés social de Trier (TSST-C), un protocolo estandarizado que permite valorar la respuesta biológica frente al estrés agudo de forma controlada y fiable. En concreto, de estas muestras se analizaron los niveles de s-IgA y cortisol.
En el marco del trabajo, «se ha asociado la secreción de s-IgA frente a estrés psicosocial agudo al periodo tras la pubertad; sin embargo, los niños con antecedentes de maltrato exhibieron una respuesta similar», explica Fañanás, miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB e investigadora principal del grupo del CIBERSAM. «Este es el primer trabajo científico que explora este fenómeno; por eso es fundamental contar con más estudios que reafirmen el valor de la inmunoglobulina A secretora como biomarcador de estrés agudo», añade.
La exposición al estrés conduce a la activación de diversos procesos biológicos que tienen como objetivo preparar una respuesta eficaz a una situación amenazadora, y posteriormente restaurar la homeostasis cuando el factor estresante ha desaparecido.
Los cambios involucrados en la respuesta al estrés dependen del sistema nervioso simpático (SNS) y el eje hipotalámico -hipofisario-adrenal (HHA), y cada uno implica una respuesta adaptativa rápida que se conoce como respuesta de lucha o de huida. En paralelo, el SNS activa el sistema inmunológico —lo que se caracteriza por la activación de procesos inflamatorios— que, después de largos períodos de estrés crónico (como pueden ser los de maltrato), podría verse alterado.
Síntomas de un envejecimiento biológico acelerado
El estudio constata que la medición de s-IgA podría ser un biomarcador factible para explorar la reactividad inmunológica periférica al estrés en poblaciones jóvenes. En particular, se ha observado que, aunque los niños y los adolescentes mostraban niveles basales de s-IgA similares, su reactividad al estrés parecía diferir, ya que los primeros mostraron un aumento de s-IgA después del factor estresante y una recuperación rápida, mientras que en los niños y niñas pre púberes no hubo respuesta de s-IgA.
«Sin embargo, observamos que los niños expuestos a situaciones de maltrato exhibieron un patrón de respuesta frente al estrés similar al de los adolescentes», indica Laia Marques-Feixa (UB-IBUB-CIBERSAM), primera firmante del trabajo.
Tal y como detalla Águeda Castro, coautora del trabajo, «este fenómeno estaría en consonancia con las teorías generalizadas que defienden que los individuos expuestos a una amplia gama de situaciones perniciosas —de naturaleza psicosocial o química— experimentan lo que se conoce como envejecimiento biológico acelerado». «Sin embargo, se necesitan más estudios para dilucidar el papel del historial de maltrato infantil y la etapa de desarrollo en la regulación del sistema inmunológico de los más jóvenes», concluye.
Además, estas alteraciones en el sistema inmunitario asociadas al maltrato «pueden tener un impacto elevado, ya que la desregulación de este sistema afecta de forma global al organismo y se ha relacionado con distintas enfermedades tanto físicas como mentales a corto y largo plazo», concluye Laia Marques-Feixa.