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En cualquier ciudad de África subsahariana, las calles acogen a vendedores ambulantes de medicamentos, protagonistas de esa dudosa y hasta peligrosa práctica en la economía marginal.
Tal comercialización de fármacos sufrió recientemente una sacudida –que no acabará de inmediato con ella, pero pone en alerta a los consumidores-, la operación Flash-IPPA, de Productos Farmacéuticos Ilícitos, ejecutada por los organismos de cooperación policial Afripol e Interpol.
Según los resultados más sobresalientes de esa acción, se incautaron unos 12 millones de productos falsos y otros centenares fueron declarados sospechosos, lo cual pone en duda su procedencia y efectividad. No obstante, continúan circulando libremente en el mercado.
Los organismos policiales participantes en la requisa procedieron de una veintena de países y coordinaron su labor con el propósito de desmantelar las redes de la denominada delincuencia farmacéutica regional, que se calcula vincula a miles de suministradores con millones de receptores.
Sin embargo, paralelo al cumplimiento de esa misión oficial, se abrió un abanico de interrogantes sobre los factores que motivan comerciar medicamentos falsos, alterados o vencidos de fecha, así como los intereses que pueden estar detrás de la compra-venta de esa mercancía, apuntan académicos europeos que aluden a legislaciones deficientes.
Cuestionario y cuestionamiento
Entre los productos incautados hay dos millones de pastillas anticonvulsivos, 300 mil píldoras para el tratamiento de la epilepsia y mil 600 kits para exámenes rápidos de covid-19, así como 208 mil mascarillas, citaron resúmenes de prensa.
Esa operación –precisaron los medios- se realizó mediante controles en carreteras, pequeños mercados, farmacias, almacenes y otros lugares proclives de producirlos, almacenarlos o distribuirlos, lo cual presumiblemente impactó a élites encubiertas que lucran con el tráfico correspondiente.
La alarma la emitió la Interpol al confirmar que la propagación de la covid-19 dio paso a que escalara con celeridad este comercio, lo cual supone una reacción lógica por la dependencia de una región del mundo con menor acceso a medicamentos acreditados para enfrentar la pandemia.
En esa línea, la primera interrogante es: ¿ocurriría lo mismo si existiera una distribución equitativa de los antígenos, mayormente producidos en el Primer Mundo?, y otra sería más incisiva: ¿ese continente, con mil 300 millones de habitantes, es considerado una cobaya gigante expuesta a riesgosos ensayos y medicamentos fraudulentos?
Ciertamente, además de los aspectos económicos y éticos, los resultados de la operación Flash-IPPA abren las puertas del infierno y traen a colación asuntos relacionadas con mafias que se enriquecen con las necesidades de poblaciones dependientes, no solo en lo referente a medicinas, sino con otras elaboraciones.
En el plano horizontal, que resulta el inmediato por su vínculo con el consumidor, el mercado tiende a ampliarse por las necesidades persistentes en su base y se comprueba que los sectores mejor ubicados en la estructura social son quienes menos recurren a emplear fármacos dudosos.
Lo que ocurre atraviesa zonas de luz, penumbra y total oscuridad, que van desde el engaño a propósito con productos deteriorados hasta la nociva donación de productos en el linde del desecho, como en ocasiones denunció la prensa africana.
Existe una lógica planetaria que reproduce en el acceso a los medicamentos el modelo de participación en las riquezas –referido a la producción, distribución, cambio y consumo-, donde perdura la bipolaridad entre beneficiados, poseedores y esquilmados poseídos, una brecha ampliada por el neoliberalismo, a la que se refirió el economista cubano Silvio Baró.
Incumbencia transnacional
Desde hace 11 años se conoce que «en los países en vías de desarrollo, sobre todo, en los de África Subsahariana, es más fácil conseguir productos de consumo, como bebidas refrescantes y recargas para teléfonos móviles, que fármacos» y a eso se suma hoy mucho menos los medicamentos efectivos, afirman en síntesis estudios científicos.
Un informe del IVAC (International Vaccine Acces Center) sobre el tema indica las dificultades africanas, principalmente de las zonas rurales, para obtener los Productos Esenciales de Salud (EHP) y considera que se debe a la disparidad en las cadenas de distribución, lo cual deja a medias el estudio y obvia el enorme trasfondo socioeconómico causante del problema.
Además de ese factor, es de notar que la producción de medicinas tiene lugar mayormente en polos desarrollados, donde se ubica el grueso de la tecnología requerida para tal función y a partir de eso se determina las tendencias en los crecimientos y la distribución.
Es claro que existen estrategias geoeconómicas respecto al proceso inversionista en relación con los países subdesarrollados, planes que inducen a convertirlos en receptores de fármacos chatarra.
A criterio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uno por ciento de los medicamentos que circula clasifican como fraudulentos, pero en las regiones de Asia, África y América Latina, podría ascender al 30 por ciento con sus dañinas consecuencias que pueden ser letales.
La OMS calcula que anualmente unas 100 mil personas mueren en el continente africano por tomar medicamentos «falsificados o que no cumplen estándares mínimos», difundió el sitio digital swissinfo.ch.
Organizaciones no gubernamentales han denunciado que compañías farmacéuticas se niegan a comercializar en países empobrecidos los medicamentos de bajo aporte de beneficios, lo cual resulta un acto contra la protección y bienestar colectivos, eufemismo de lo que constituye una criminal amenaza de lesa humanidad.
La máster en ciencias de Cuba, Amarilys Torres Domínguez, apuntó en 2010 que una decena de transnacionales del sector farmacéutico controlaban cerca del 59 por ciento del mercado mundial.
Eso equivale de manera general a tener un gran poder de decisión en tal arena de competencia y con lo cual además presionan a políticos y gobiernos para engrosar las arcas de sus respectivas firmas.
Irrupción e impacto del nuevo coronavirus
Pese al incremento de contagios y muertes en muchos países en vías de desarrollo por la propagación de la covid-19, Pfizer/BioNTech y Moderna destinaron más del 90 por ciento de sus suministros a naciones ricas, apuntó el sitio digital saludyfarmacos.org. al evaluar la asimetría en la orientación mercantil.
Sobresale que el costo de producción de algunas vacunas para enfrentar la enfermedad es como promedio de 1,18 centavos dólar por dosis y las ganancias por su venta son de hasta cuatro veces superior.
Las farmacéuticas también lucran con la Covac, esquema de financiamiento para ayudar a países pobres a acceder a antígenos contra la covid-19.
Es decir, el asunto no acaba con perseguir a los mercaderes callejeros de la muerte y sus fraudes, se requiere llegar a la cima y plantearse soluciones que superen las mentes viciosas y la contaminación causada por la avaricia del capital para realmente salvar a África y al Tercer Mundo en pleno con opciones de salud sostenibles.
marzo 14/2022 (Prensa Latina) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.