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Entre los vacunados, solamente la edad superior a los 60 años y la insuficiencia renal se erigieron como factores asociados al riesgo de hospitalizaciones y muertes ocasionadas por la enfermedad.
La vacunación modificó el perfil de las personas hospitalizadas por COVID-19 en Brasil y también de quienes fallecen como consecuencia de la enfermedad. Un estudio realizado en la localidad de São José do Rio Preto, en el estado de São Paulo, registró el comienzo de este proceso.
El equipo del Laboratorio de Investigaciones en Virología de la Facultad de Medicina de São José do Rio Preto (Famerp) analizó retrospectivamente datos de 2 777 pacientes atendidos entre los días 5 de enero y 12 de septiembre de 2021 en el Hospital de Base, referencia para toda la región. En ese momento, la variante gamma (P.1) del SARS-CoV-2 predominaba en el estado de São Paulo y los ancianos constituían la mayoría en el grupo de brasileños con el esquema de vacunación completo (dos dosis hasta entonces).
Todos los internados con COVID-19 en el referido lapso de tiempo quedaron divididos entre vacunados y no vacunados. Y los investigadores compararon las características de los integrantes de cada grupo: desde la edad, el sexo y la presencia de comorbilidades hasta los síntomas que padecían, las conductas clínicas adoptadas durante su internación y los desenlaces (recuperación o fallecimiento). Los datos completos se publicaron en el Journal of Infection.
“Nuestro objetivo consistía en descubrir cuál es el mejor predictor de mortalidad entre los vacunados”, comenta Maurício Lacerda Nogueira, docente de la Famerp y autor corresponsal del estudio, que contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de tres proyectos.
Entre los 2 518 participantes no inmunizados, la edad promedio era de 51 años, y de ellos el 71,5 % padecía una o más comorbilidades: cardiopatías, diabetes y obesidad fueron las más comunes. En tanto, entre los 259 internados a los que se les habían aplicado dos dosis de vacunas, la edad promedio era de 73 años y el 95 % padecía enfermedades de base.
En el análisis estadístico, los factores que se correlacionaron con el riesgo aumentado de hospitalización y muerte entre los no vacunados fueron la edad superior a los 60 años y la existencia de una o más de las siguientes condiciones patológicas: cardiopatías, trastornos hepáticos o neurológicos, diabetes, compromiso inmunológico y enfermedad renal. En tanto, entre los inmunizados, solamente la edad superior a los 60 años y la insuficiencia renal se configuraron como predictores de mortalidad. “Es una evidencia clara de que las vacunas protegen muy bien y salvan vidas”, afirma Lacerda Nogueira.
A juicio de Cássia Fernanda Estofolete, primera autora del estudio e integrante del Laboratorio de Investigaciones en Virología de la Famerp, el avance de la vacunación alteró “drásticamente” el perfil de los pacientes internados a causa del COVID-19 y también la historia natural de la enfermedad, es decir, su forma de evolución.
“Actualmente, con la reanudación de las cirugías electivas, el avance de la vacunación y la emergencia de la variante ómicron, hemos venido viendo un panorama distinto en los hospitales. Muchos pacientes se internan para someterse a cirugías agendadas o por traumas y terminan por descubrir que están con COVID-19; es decir que no es el virus lo que lleva a esas personas al hospital. Y también hay muchos ancianos con comorbilidades que terminan internados porque el COVID-19 exacerba sus enfermedades de base: se descompensa en ellos la diabetes o la insuficiencia renal, por ejemplo. La mayoría ya no se internan por SRAG [síndrome respiratorio agudo grave], tal como era en el momento en que se concretó el estudio”, comenta.