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Estados Unidos debería asumir gran parte de la culpa por una mayor propagación mundial de la COVID-19, que ha causado más de 278 millones de infecciones y casi 5,4 millones de muertes en todo el mundo y sigue obstaculizando la recuperación mundial.
En los primeros días de la pandemia, Estados Unidos actuó lenta e irresponsablemente.
Sus altos funcionarios gubernamentales minimizaron repetidamente el riesgo del coronavirus para el público en general e incluso lo compararon con una gripe común a propósito, lo que llevó a una respuesta desastrosa a la crisis de salud pública.
Haciendo oídos sordos a las advertencias de la comunidad internacional y los expertos sanitarios, la Casa Blanca no aplicó las directrices y medidas de prevención de epidemias a tiempo, y permitió que la COVID-19 se extendiera sin control en todo el país.
Esa es una de las principales razones por las que Estados Unidos se convirtió rápidamente en epicentro de la pandemia mundial y sigue contando con el mayor número de casos y el mayor número de muertes del mundo.
La gestión de la crisis en el país también ha sido víctima del partidismo y de la polarización política. A lo largo de gran parte de la pandemia los partidos rivales estadounidenses se han echado la culpa el uno al otro en lugar de reducir sus diferencias y trabajar juntos para contener la pandemia y salvar más vidas.
Ciertos políticos y fuerzas políticas han formulado maliciosamente teorías conspiratorias, poniendo los propios intereses políticos por encima de los hechos y el bien público. Además, cuando la mayoría de los países optó por limitar la movilidad para luchar contra la pandemia, Estados Unidos adoptó una política de laissez-faire al relajar las restricciones de viajes nacionales e internacionales en una decisión prematura que se cree que ha llevado a brotes de COVID-19 en otras partes del mundo.
Al menos 12 países han reportado que su «paciente cero» de COVID-19 vino de Estados Unidos. Canadá dijo en abril de 2020 que los primeros casos del país provenían principalmente de Estados Unidos.
En agosto de 2020, el Departamento de Estado de Estados Unidos actuó imprudentemente, levantando un aviso previo contra los viajes al extranjero, sobre la base engañosa de que la pandemia estaba bajo control, sin considerar que la cuarta parte del total mundial de infecciones se encontraba en su territorio.
Estados Unidos fue testigo de un pico en la pandemia de COVID-19 de noviembre de 2020 a enero de 2021, con un promedio de casos confirmados diarios de 186 000, mientras que el número de estadounidenses que viajaron al extranjero alcanzó un punto máximo de 87 000 por día, según datos oficiales.
Se cree que esta superposición ha contribuido a una gran propagación del patógeno desde Estados Unidos. Además, Estados Unidos ha promovido casos importados en varios países mediante la deportación de inmigrantes indocumentados durante la pandemia, y sus tropas en el extranjero han violado los protocolos de prevención de epidemias en varios países, acelerando la transmisión del virus.
Washington también se ha negado fríamente a levantar las sanciones contra ciertos países en urgente necesidad de suministros médicos.
Teniendo en cuenta los hechos, Estados Unidos no puede eludir la responsabilidad por la pandemia que se está extendiendo en todo el mundo.
La respuesta fallida del país a la crisis de salud pública, así como lo que ha contribuido a los males de la humanidad en tiempos de tales dificultades, sin duda pasará a la historia vergonzosamente.
diciembre 28/2021 (Xinhua) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.